David Otero (Madrid, 1980) pescará este viernes seguidores entre el público del Zentral Café Teatro de Pamplona. El Pescao, alias que adoptó tras la disolución de El canto del loco, vuelve a la capital navarra (pasó en su día por los Sanfermines) para presentar su segundo disco en solitario, Ultramar. Otero apuesta de nuevo por la música pop, la experimentación y, en general, la música divertida. Para disfrutar sin complejos ni etiquetas.
Cinco años después de su primer disco en solitario como El Pescao, y tras casi un año y medio de preparación, llega su nuevo disco, Ultramar. Da la sensación de que ha pasado de estar alejado del ruido a embarcarse del todo en la promoción. ¿Cómo lleva el cambio?El PescaoUltramar
Desaparecer un poco era una decisión que nunca había tomado a la hora de componer un disco. Siempre había compuesto a la carrera, en un hotel de noche, en un camerino… Nunca me había parado a componer pensando en el disco que iba a hacer y cómo. La verdad es que, tras años de carrera, esto era como darme un homenaje a mí mismo. Por eso viajé a Argentina, tuve este mini-parón… todo tiene un sentido.
¿Había que viajar a Argentina y grabar en Londres para alejarse de todo?
No hacía falta, era una cuestión personal. Me gusta viajar, había vivido ya en Argentina y me inspira mucho para componer y para escribir.
Con el tiempo, ¿este será conocido como el disco argentino?
Yo creo que no. Igual se nota más esa inspiración en las letras, porque es un disco escrito en la calle, en restaurantes, en cafés, sobre el capó de un coche… de mil maneras distintas, pero siempre en la calle.
Se ha hablado de este disco como una entrega más madura. ¿No choca eso con su descripción de Ultramar como un disco de Erasmus?Ultramar
Yo precisamente he dicho que no es para nada maduro. Si lo han llamado así, no he sido yo. Porque lo he hecho a veces sin pensar, sin dejarlo madurar.
También parece un disco abierto a la experimentación. ¿Cómo se logra eso y mantener un sello personal?
Es una eterna búsqueda, sigo buscando y lo seguiré haciendo en el siguiente disco. Es lo que me divierte. Y mantener ese sello personal es cuestión de personalidad: por encima del vestido que te pongas, siempre estás tú si mantienes esa personalidad. Tampoco es que me considere un tipo muy carismático, soy una persona normal, pero creo que sí se nota que puedo hacer un disco con un productor o con otro [en este caso, ha trabajado con Max Dingel] y acabar teniendo un sello.
También ha dejado la discográfica Sony. ¿Se siente con más libertad en este disco, en el que ha invertido su propio dinero?
Ha sido una cuestión de enfoque empresarial. Y, en este caso, hemos cumplido con las expectativas y no hemos perdido. Cuando estás en una compañía, generalmente cumples porque no estás invirtiendo, pero si la cosa va muy bien tampoco es que ganes. Al final, estás ligado a los porcentajes mínimos que te ofrecen las discográficas. No sé si he apostado por la fórmula correcta, porque esto depende de millones de factores, pero es lo que he hecho.
Parece que se ha tirado a la piscina.
Sí, sí. Por eso digo que no hemos perdido dinero, aunque tampoco es que la música sea rentabilísima a la hora de vender discos.
Con el IVA cultural, también es más complicado atraer público a los conciertos... ¿cómo les convence?
Cuando pienso en divertirme, pienso en el cine o en ir a conciertos. Cuando sales a tomar algo o a bailar siempre escuchas música, y creo que ir a un concierto es una de las mejores experiencias que puedes tener.
¿Habría firmado repetir el éxito de Nada lógico, que vendió 30.000 copias?Nada lógico
Sí. Pero esas 30.000 copias las considero un poco engañosas, porque saqué el disco justo cinco meses después de terminar el proceso de El canto, así que considero que hay un rebufo de aquel éxito. Por eso creo que este nuevo disco es un arranque mucho más fiel a lo que es el artista. Lo veo como el primer paso.
¿Cómo ha vivido el paso de llenar estadios con un público muy juvenil a conciertos más pequeños y otro tipo de seguidor? ¿O cree que ha arrastrado a esos fans de El canto del loco?
No, porque, si no, seguiría llenando estadios, y no es así ni de coña (ríe). Había una necesidad de no quedarme estático, de evolucionar… Me encantaría llenar estadios para llevar un equipo de la hostia, desplazar a más gente… Pero ahora vamos todos en una furgo como cualquier banda de rock que está de gira. Y, como ellos, sueño con volver a crecer, por supuesto.
¿Qué pasó al final con El canto del loco? ¿Se acabó el amor?
Cada uno tenía ganas de hacer algo distinto, y es algo bastante natural. Todo bien, y cada uno siguió su camino.
¿No le comparan a menudo con su primo, Dani Martín, como si fuera una competición?
Qué va, no me comparan para nada. Creo que todo el mundo se ha dado cuenta de que un proyecto no tiene nada que ver con el otro.
Me ha llamado la atención cómo ha sido el proceso, por así decirlo, de marketing que ha acompañado a su nuevo disco. Grabar coros con fans, esconder discos para que la gente los encuentre, estar muy presente en las redes sociales… ¿Se aburre y siempre quiere probar algo nuevo?
(Ríe). Sí, sí, sí, soy un alma enferma del aburrimiento. No me gusta nada repetir lo que hace la gente, y tiene mucho que ver con divertirme. La clásica promoción me aburre, y lo he vivido durante tantos años que no me apetece hacerlo más. Pero en las redes sociales estoy porque me gusta, me anima y me apetece. Y en ellas hay que ser consciente de que te van a dar palos, porque es un medio abierto.
Entre tanta red social, la barba y la experimentación… ¿no le llaman hipster?hipster
Pues, como llevo tantos años así, creo que ya nadie se atreve. Llevo desde los 22 años con barba y no he cambiado, así que no creo que ni mi barba ni mi forma de vestir ahora sean un descubrimiento. Además, no creo mucho en las etiquetas, siempre estoy en contra de ponerlas y de que me las pongan.