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¿Por qué Navarra debe preocuparse al hablar de pobreza severa?

Un reciente informe del Instituto Nacional de Estadística recogía los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida y situaba a Navarra como la segunda región de España con la tasa más baja de población en riesgo de pobreza: un 11,9%. Y, sin embargo, ese mensaje, que invita al optimismo, choca con las constantes advertencias de colectivos sociales que insisten en que la Comunidad Foral, por mucho que sean incuestionables sus mejores estadísticas con respecto a otras autonomías, tiene datos “preocupantes”. Por ejemplo, una bolsa de pobreza severa (una cuestión económica, que tiene en cuenta el nivel de ingresos) y exclusión social (un concepto más complejo, donde la pobreza es uno de los indicadores, pero también la escasa participación de las personas afectadas en la sociedad) cuya situación no mejora pese a la anunciada recuperación económica. En 2013, por ejemplo, se calculó que la pobreza severa afectaba a un 3,1% de la población navarra (unas 20.000 personas) y, en la actualidad, podría situarse entre el 4 y el 5%. Ese porcentaje triplica al registrado cinco años atrás.

Estas son las estimaciones realizadas por expertos que han participado en la elaboración del VII informe sobre exclusión social y desarrollo social en Navarra 2014, realizado por la fundación Foessa y presentado por el delegado de Cáritas en Navarra, Ángel Iriarte; el integrante del Equipo de Estudios de Cáritas Española, Guillermo Fernández; y los profesores de la UPNA y miembros del grupo de investigación Alter, Nerea Zugasti y Miguel Laparra. Este último insiste en que varios de los datos recogidos en este informe (a través de diferentes encuestas) sirven para “llamar la atención de las instituciones” y evitar que Navarra, como ya apuntó al conocerse los resultados del INE, caiga en la “autocomplacencia”. No basta con ser, en 2012, la comunidad con la renta más alta por persona de España y encabezar las estadísticas en comparación con otras autonomías. ¿Por qué? Para empezar, porque esa bolsa de pobreza severa, que parece enquistada, es un elemento “completamente nuevo” en Navarra. Estas son otras de las claves.

La comparación con otras zonas de Europa

Los datos en sí ya resultan preocupantes. Según el estudio realizado, 111.500 personas (el 17,3% de la población) se veían afectadas en 2013 por la exclusión, 48.000 de ellas de forma severa; además, 95.000 personas en Navarra se encontraban en riesgo de pobreza y 20.000, en pobreza severa. El informe concluye que estos datos son “difícilmente aceptables” para una comunidad con el desarrollo económico y de riqueza (PIB, niveles de renta…) de Navarra; y, por ello, y esta es una de las claves, por primera vez no se hace la comparación con otras autonomías españolas, sino con otras zonas europeas con similares niveles económicos a Navarra. Y ahí es donde la Comunidad Foral sale perdiendo con respecto a áreas como Finlandia, el norte y el sur de Suecia, Islandia o Escocia, entre otras. La tasa de desempleo, por ejemplo, también es la mayor: afecta a un 17,9% de la población activa en 2013, muy lejos de la zona que encabeza las tablas, Islandia, con un 5,4. Y la diferencia es aún mayor si se tiene en cuenta a la población con estudios bajos.

La vivienda, el punto más destacable

¿En todas las comparaciones con esas zonas europeas sale perdiendo Navarra? No. Hay un punto en el que las estadísticas favorecen a la Comunidad Foral: el de la vivienda. La comunidad presenta buenos datos en condiciones de los hogares como el índice de luz, menos ruidos, contaminación o delincuencia. Laparra explica, en este sentido, que precisamente antes de la crisis las familias navarras destinaron buena parte de sus ingresos a la compra de vivienda, de ahí que ahora puedan beneficiarse de este hogar, pero también arrastren un importante nivel de endeudamiento.

¿En qué recorta cada hogar?

Uno de los resultados del estudio es que determina de dónde recortan las familias afectadas por la crisis. Lo más habitual (el 59,7% en Navarra) es reducir las actividades de ocio, así como los gastos fijos de la casa (52,3), y limitar la inversión en servicios como Internet, el teléfono o la televisión (51,2). Sin embargo, dos datos son los que siempre destacan los informes realizados por estos expertos de la UPNA: el hecho de que el 33% limite el gasto en alimentación (en España llega al 42,3) y el 0,9 en medicamentos (3,6 en España). Este tipo de ajustes son parte, en los casos más graves, de lo que en un informe anterior denominó el círculo de la escasez: las estrecheces que se retroalimentan entre sí y pueden provocar problemas de salud, dificultades de acceso al mercado laboral, impagos… La clave, así, está en los hogares con privación material severa, aquellos que no acceden a cuestiones ampliamente extendidas: en España afectaba al 4,5% de los hogares en 2011, y en Navarra al 4,4%. La clave es que, dos años antes, en Navarra era del 2,1%.

Un cambio de políticas de forma integral

Una de las claves del informe es que también propone líneas de actuación a las instituciones en materia de pobreza y exclusión severas. Por ejemplo, apuesta por una política fiscal progresiva, asegurar la cooperación internacional, realizar estudios rigurosos de la materia y, entre otras cuestiones, dar estabilidad a la Renta Básica. Lo curioso es que habla de Renta Básica y no de la actual Renta de Inclusión Social, como se ha llamado a esta prestación tras los cambios realizados en la última legislatura. Laparra, en cualquier caso, defiende que más allá de un cambio que amplíe las posibles personas beneficiarias de la renta, la clave está en cambiar todo el modelo de gestión, y dividirlo en la parte de gestión de la cuestión económica (el cumplimiento de unos requisitos) de la política de “incorporación social”, que no puede entenderse como una vigilancia de los beneficiarios sino como un apoyo.

Y, con todo, la conclusión del informe es que ese tipo de situaciones no se solventará con las mismas políticas o con una ampliación de la mismas, sino cambiándolas para llegar a resultados distintos. Porque el problema no depende de la recuperación económica, sino del aumento de las desigualdades.