La investigación (https://sites.google.com/unav.es/covid-19-navarra/vulnerabilidad) ha sido desarrollada por Juan José Pons, profesor de Geografía y Ordenación del Territorio de la Facultad de Filosofía y Letras del centro académico y promotor del proyecto, y Arturo Ariño, director del departamento de Biología Ambiental y director científico del Museo de Ciencias de la Universidad de Navarra.
El estudio muestra las zonas de Navarra más vulnerables al Covid-19 en función de las características de su población. Así, la sección que acoge la Casa de Misericordia se presenta como la más vulnerable de toda Navarra, seguida de buena parte de los barrios de San Juan, Iturrama, Azpilagaña, Santa María La Real y la Txantrea.
En el resto de la Comunidad foral, determinadas secciones censales de Cintruénigo, Viana, Baztan, Estella, Mendavia y Tafalla son “altamente vulnerables, coincidiendo en casi todas ellas la presencia de residencias de ancianos”. Por el contrario, Sarriguren, Ardoi y Nuevo Artica, “áreas muy jóvenes”, son “las áreas más resilientes a la enfermedad”, ha resaltado en una nota la Universidad de Navarra.
Los datos se han presentado en dos mapas: de vulnerabilidad zonal, que muestra las zonas donde se concentran las personas más vulnerables e indica en qué zonas podría haber un mayor número de casos serios; y de vulnerabilidad personal, que atiende sólo a la estructura demográfica de la población y permite ver el riesgo medio de las personas que viven en un determinado espacio.
En términos absolutos, las zonas más despobladas de Navarra -Valles Pirenaicos, Cuenca de Lumbier-Aoiz y la Zona Media-, a pesar de estar “fuertemente envejecidas, se muestran poco vulnerables”. “Casi todos los residentes en esas áreas son personas con perfil de riesgo, pero en conjunto son pocos, así que desde el punto de vista de la vulnerabilidad zonal apenas destacan”, explica Juan José Pons.
Algo muy diferente sucede cuando se examina el mapa de vulnerabilidad relativa o personal. “Aquí son precisamente esos espacios regresivos, con un alto nivel de envejecimiento y una tradicional pérdida de habitantes, los que aparecen situados en los primeros puestos del ranking de vulnerabilidad”, afirma. Así, los municipios que más riesgo presentan son Azuelo, Piedramillera, Castillonuevo y Javier.
Frente a estos datos, el experto destaca que “no hay que sentir temor”. “La vulnerabilidad no es lo mismo que el riesgo, en cuyo cálculo habría que manejar otros factores como la exposición a una determinada amenaza, en este caso el COVID-19”, indica.
Asimismo, señala que hay que tener en cuenta que estos mapas “no son indicativos de una situación de contagios o fallecimientos masivos en los espacios que aparecen como altamente vulnerables, sino una fragilidad potencial frente a la amenaza de la enfermedad, debida preferentemente a su estructura demográfica”. Para realizar ese análisis, “habría que añadir otros factores de tipo sanitario (enfermedades previas, obesidad, etc.), sociodemográfico (estructura del hogar, renta, modelo de poblamiento...), asistencial, etc., así como de exposición real al contagio”.
Los datos se actualizan a diario, “aunque llegan a cuentagotas y, en algunos casos, no son del todo fiables, como estamos viendo estos días”. Asegura que “contar con estudios de estas características podría ser útil a las administraciones para anticiparse en la toma de decisiones en materia de gestión sanitaria y en las futuras medidas de desconfinamiento, ya que permiten identificar, a una escala territorial muy detallada, situaciones de vulnerabilidad contrastadas, para las que quizás haya que tomar medidas de diferente calado”.