Ya no hay marcha atrás. En el ecuador de la legislatura del cambio, la estrategia de la oposición para recuperar el poder en Navarra consiste en apretar progresivamente el lazo que anudó la presidenta Uxue Barkos en torno a su cuello cuando aceptó el apoyo de Bildu para gobernar. UPN espera convertir la ayuda que presta la coalición abertzale a Geroa Bai en una trampa que atrape al Gobierno del cambio e impida su continuidad en el poder.
La oposición de UPN al Gobierno de Barkos -durante el primer año y medio de mandato- no ha conseguido superar el sambenito que le colocaban los nacionalistas: sus quejas eran sólo expresión de su rabia por haber perdido el poder después de dos décadas ininterrumpidas de ejercicio. El Gobierno de Barkos concedía a los regionalistas su derecho a la pataleta, y así etiquetaba cada una de sus cuitas. Además, los nacionalistas recurrieron con frecuencia al discurso de la 'envenenada' herencia recibida por anteriores gobiernos de UPN, con lo que situaban convenientemente a la formación regionalista en una actitud defensiva.
Pero estos dos años de Ejecutivo nacionalista no han pasado en vano, y UPN se ha reorganizado internamente para ejercer una oposición que consiga llevarle de regreso al Palacio de Navarra. Distintas fuentes políticas señalan que el tránsito desde el despiste hasta la orientación fija en el objetivo de volver al Gobierno no lo dio el actual líder regionalista, Javier Esparza, sino que llegó de la mano de diferentes figuras históricas de UPN especialmente descontentas con una gestión del partido que encontraban “frívola”.
Su “preocupación” por el rumbo “errático” del partido, compartida a media voz en eventos sociales por representantes de sectores relevantes en Navarra como el de la industria, la universidad, la economía o las pequeñas empresas, iba generando presión en torno al líder regionalista, que no era ajeno del todo a las críticas, pero que estaba más preocupado por evitar injerencias en su mandato que por comprobar si compartía con dichos sectores el objetivo último de sus planes. Pero no llegó a haber fuego amigo contra Esparza. Todos los regionalistas olvidaron sus diferencias y acordaron trabajar todos a una contra el Gobierno nacionalista. Fue un acuerdo expreso y verbalizado por el propio Javier Esparza pocos días después de la muerte del presidente de la Comunidad de Bardenas, a finales de noviembre del año pasado. “Por aquí no vamos a pasar. Vamos a apretarles. Vamos a por todas”, aseguró Javier Esparza. Fue el origen de la estrategia a cuya coordinada ejecución asistimos en la actualidad.
¿Por dónde atacar eficazmente al Gobierno de Barkos? Por su talón de Aquiles: el apoyo que le presta EH Bildu. La coalición abertzale ha sido tradicionalmente el anatema de UPN, así que tienen bien asimilado el argumentario con el que criticarle. Pero en esta ocasión no se trata de atacar abiertamente a la coalición abertzale, sino de presentar a la presidenta Barkos como su prisionera, su rehén, su marioneta. El discurso de UPN se vuelve más fino: no es que la presidenta no quiera hacer bien las cosas para la Comunidad foral, es que sus socios de Bildu se lo impiden. Si la presidenta fuera valiente, vienen a decir, si le importara más Navarra que mantenerse en el poder, aceptaría el apoyo que, “desinteresadamente”, estaría dispuesto a ofrecerle UPN con tal de que los grandes asuntos de Navarra salgan adelante.
Éste es el marco en el que, incansablemente, intenta situar Esparza el debate sobre las grandes infraestructuras pendientes de construcción en Navarra, como el corredor ferroviario o la segunda fase del Canal de Navarra. Dos ingentes inversiones a las que tradicionalmente se ha opuesto Bildu, pero que Geroa Bai quiere llevar a cabo. El líder de UPN tiene a la presidenta justo donde quería: en el 'sí quiero, pero no puedo'. Y a partir de ahora toca enardecer a los afectados en contra de esa indecisión y demora presidenciales. Varios representantes del sector de la construcción se han destapado ya con comunicados exigiendo al Gobierno un paso adelante con estas infraestructuras. Las comunidades de regantes a las que beneficiará la segunda fase del Canal de Navarra también han suscrito un comunicado criticando el proceso participativo abierto por el Gobierno, y le recuerdan que la responsabilidad de diseñar las dimensiones del canal son del Ejecutivo, y no de los regantes. Todo ello suma presión contra Geroa Bai, que aparece ante la opinión pública como un prisionero de su socio Bildu.
El contagio de lo vasco
La estrategia de oposición de UPN, no obstante, abarca muchos otros frentes. Siguiendo un guión que ya fue de éxito para la anterior presidenta regionalista, Yolanda Barcina, el actual líder de UPN hace de vez en cuando una ronda por los medios de comunicación nacionales más afines y les regala titulares muy llamativos sobre una Navarra en la que los vascos están imponiendo el euskera, en la que la presidenta es socia de los amigos de los terroristas que van a ser juzgados por la Audiencia Nacional por pegar una paliza a varios guardias civiles en Alsasua, una Navarra en la que se anulan leyes para poder cambiar la bandera foral por la ikurriña.
Los ideólogos de las campañas de Barcina entienden que el Gobierno de Navarra sólo es objeto de atención en el panorama político nacional si está en peligro. Y siempre es bueno captar la atención de los grandes partidos y los medios de comunicación nacionales para ganar votos en Navarra. Así que, aprovechando el interés informativo del proceso independentista catalán, intentan ofrecer la imagen de que la Comunidad foral seguirá un camino parecido si alguien no consigue parar los pies al Gobierno de Barkos, prisionero de la izquierda independentista. No son pocos los reportajes de las últimas semanas que explican, en medios de alcance nacional, que la mayoría de los navarros teme la anexión al País Vasco a la que conduce la gestión de Barkos.
Y en este clima prefabricado, en Navarra se tira de “las esencias” para movilizar al electorado. Más de 20.000 personas demostraron el pasado 3 de junio en la manifestación para defender la bandera de Navarra que el discurso de UPN ha tocado su fibra sensible. Si bien es cierto que los regionalistas no están sabiendo obtener el rédito político esperado de esta movilización ciudadana, lo que sí han conseguido dejar claro a la presidenta Barkos y al resto de su gabinete es que ya no hay marcha atrás en esta carrera hacia las próximas elecciones.