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¿Darías de comer a tu bebé en un baño público? Las salas de lactancia, a debate

Una mujer da de mamar a un bebé.

Lucía M. Quiroga

Hace unas semanas, el hospital público Parc Taulí de Sabadell se situó en el centro de una polémica cuando respondió a la demanda de facilitar una sala de lactancia montando una silla, un cambiador y un sofá en el baño de movilidad reducida del vestuario de trabajadoras. Con la zona destinada para madres y bebés a escasos centímetros de la taza del váter. El sindicato FTC-IAC denunció las condiciones de la sala y el hecho de que solo sea para trabajadoras y no para usuarias del hospital.

“Esta sala es una humillación para las mujeres”, asegura Juan Francisco Delgado, representante del sindicato. “La iniciativa de tener una sala de lactancia para usuarias y trabajadoras partió de la comisión de igualdad y del grupo promotor de lactancia materna del hospital. La petición se basaba en las recomendaciones del Ministerio de Igualdad, que obviamente no se están cumpliendo. Desde que lo denunciamos, a mediados de abril, la sala sigue montada pero inutilizada”, explica. Desde la dirección del hospital no han querido explicar su versión de los hechos para este reportaje.

Alba Padró, portavoz de la asociación catalana Alba Lactancia, explica la diferencia entre sala de lactancia y lactario: “Lo primero que hay que hacer para hablar del caso del Parc Taulí es diferenciar estos dos conceptos. Una sala de lactancia es un lugar donde cualquier madre lleva a su bebé para amamantar. Y un lactario es una sala de extracción, solo para trabajadoras, donde las mujeres se llevan el sacaleches para extraerse durante su jornada laboral, pero no llevan al bebé. Lo que ha montado el hospital de Sabadell es un lactario, ya que solo está dirigido a las profesionales del hospital y no a las usuarias”.

Aunque no suelen diferenciarse estos dos conceptos, se trata de espacios distintos. En el caso de los lactarios, cubren la necesidad de las madres que se reincorporan al trabajo después de tener un bebé, proporcionando un espacio tranquilo donde extraerse leche durante la jornada laboral. El permiso de lactancia, que se modificó con el último decreto ley sobre permisos de paternidad y maternidad, establece una ausencia de “una hora diaria del trabajo por lactancia de un hijo menor de doce meses”. Los lactarios deberían servir para ejercer ese derecho, pero pocas empresas los tienen.

Los sindicatos reclaman desde hace años el derecho de las trabajadoras a continuar con la lactancia una vez reincorporadas al trabajo. Elena Blasco, Secretaria confederal de Mujeres e Igualdad de CCOO, lo explica así: “No hay obligatoriedad de las empresas de tener salas de lactancia, aunque se realicen recomendaciones desde diversos estamentos oficiales. Pero hay un buen número de grandes empresas que las han establecido: IKEA, Banco Santander, IBM, Repsol, etc...”. Coinciden en este análisis desde el sindicato CGT: “Si nos movemos en el marco legal, no hay obligación hacia las empresas, salvo mejora por acuerdo individual o por convenio colectivo, de facilitar lactarios para aquellas mujeres que opten por lactancia materna”, cuenta Rosa Becerro Encinas, Secretaria de Mujer del Comité Confederal. Desde ambos sindicatos señalan la importancia de dignificar las salas y de complementar su implantación con otras medidas de conciliación.

¿En salas o en espacios públicos?

Por su parte, las salas de lactancia son espacios en lugares públicos que cubren la necesidad de dar la teta o el biberón cuando se está fuera de casa. Lo habitual es que, en caso de tenerlas, museos, centros comerciales, hospitales o centros de salud las sitúen en el área de los baños o dentro de ellos. Esto conlleva malos olores, incomodidad y en ocasiones falta de higiene. Hay excepciones, como las salas de lactancia de empresas como IKEA o El Corte Inglés, cómodas y bien dotadas. Museos como el Thyssen o el Prado también han habilitado espacios, en ocasiones a raíz de polémicas con mujeres que fueron expulsadas cuando amamantaban en las salas de exposiciones.

Las condiciones de las salas –tanto lactarios como salas de lactancia– no están reguladas por ley, solamente existen orientaciones. En la guía que el Ministerio de Igualdad y el Comité de Lactancia materna de la Asociación Española de Pediatría editaron en 2015 se resumen las condiciones mínimas. Tiene que ser un “área privada, limpia, con lavabo, cómoda”, con “sillas, mesas y refrigerador”. También UNICEF recoge en su Guía de Lactancia cómo deben ser: “Un espacio digno e higiénico”, acondicionado con sillas, mesas, suficientemente amplio, ventilado e higiénico. Además, explicita: “El espacio asignado no puede, en ningún caso, ser un baño”.

Pero el debate va más allá de las condiciones de los espacios: ¿son realmente necesarias las salas de lactancia?, ¿o hay que reivindicar el espacio público para amamantar?

Algunas mujeres prefieren utilizar las salas de lactancia, ya sea por pudor o por comodidad. Es el caso de Tamara Alcalde, que no conocía las salas antes de ser madre y ahora ha estado en casi todas las de Madrid: “He utilizado muchísimo las salas de lactancia, me resultan muy cómodas”, cuenta. “He llegado incluso a elegir la zona de compras en función de las salas que tienen”. Sin embargo, otras mujeres apenas las utilizan. Anna Flotats cuenta que, mientras su hija mamaba, no entró en ninguna: “He dado la teta en todas partes menos en una sala de lactancia. Yo me sentaba donde pillaba y ahí mismo le daba”, explica.

Asociaciones feministas a favor de la lactancia materna defienden poder amamantar en público. Desde El Parto es Nuestro lanzaron, en colaboración con otras asociaciones, la campaña El mundo es mi sala de lactancia, con la que reivindicaban poder dar el pecho en cualquier lugar, ocupando el espacio público. Elena Gil, representante de la asociación, resume su postura: “Por desgracia las salas de lactancia suelen ser baños adaptados. Y esto no debería ser así. Es como poner la mesa de la cafetería en el retrete. No debería haber ningún motivo para esconder la lactancia materna, pero entendemos que hay mujeres que se sienten más cómodas, por lo que es positivo que exista esta opción entendida como un lugar al que acudir voluntariamente”.

La postura de la asociación catalana Alba Lactancia es semejante: “Las salas de lactancia se han convertido en una especie de gueto. Si una madre lactante necesita un espacio más íntimo, tiene derecho de usar una, pero no puede ser la única alternativa”, explica Alba Padró.

Esther Vivas, periodista y activista, aborda este tema en su libro Mamá desobediente: “Las salas de lactancia son una opción para quien quiera usarlas, pero no pueden ser de uso obligatorio. Hay que trabajar para normalizar la lactancia materna y garantizar que las mujeres puedan dar la teta donde y cuando el bebé necesite”, concluye.

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