Amaya de Miguel es experta en educación positiva. Es fundadora de Relájate y Educa, una escuela online por la que han pasado cientos de padres y madres y que tiene mucho éxito en redes sociales. Ha escrito un libro con el mismo título: Relájate y educa. Soluciones eficaces para los conflictos cotidianos (Plataforma Editorial, 2021) en el que explica en clave práctica algunas herramientas para lograr una buena convivencia dentro de la familia. La obra va ya por su tercera edición.
En su libro habla de la importancia de educar sin gritos ni castigos, con conexión y amor. ¿Cuáles son las claves para conseguirlo?
Para mí una de las cosas más importantes para conseguirlo es que haya compromiso por parte de los adultos y también formación específica. Un padre o una madre se pueden levantar todos los días pensando que no van a gritar y a los diez minutos la situación se complica y ya están gritando porque no tienen herramientas diferentes para gestionar el conflicto o no están comprometidos realmente con esa forma de educar.
¿Podría aportar algunas pautas básicas para lograr ese compromiso con la educación respetuosa?
Sí, yo destacaría cuatro claves: la presencia, estar con los niños y acompañarlos el mayor tiempo posible; un buen liderazgo por parte de los padres, saber a dónde vas y ponerlo en práctica sin acudir a técnicas hostiles; tener una estructura muy clara, unas pautas y unas rutinas que se conozcan por parte de niños y adultos y que se cumplan siempre sin que haya arbitrariedad; y la última, y quizás más importante, construir un buen vínculo dentro de la familia, ser parte del mismo equipo. Cuando hay hostilidad y agresividad, habrá mucha más resistencia por parte de los niños.
Un concepto del que habla es el de la disciplina juguetona, una especie de evolución de la disciplina positiva. ¿En qué consiste?
La disciplina positiva es toda una filosofía completa, mientras que la disciplina juguetona de la que yo hablo son solo algunas herramientas que sirven en determinadas ocasiones, no en todas. Son estrategias para resolver los conflictos usando herramientas como el buen humor, las canciones, los cuentos y los juegos. Es una forma de inyectar emociones positivas en una situación de conflictividad con la que se consigue restar resistencia y rebajar tensión. Es una estrategia pacífica que fortalece el vínculo con los niños y los hace sentirse atendidos, respetados y queridos mientras se les guía hacia conductas positivas.
¿Podría ponernos algún ejemplo de esto?
Sí, cuento muchos en el libro. Por ejemplo, yo practiqué taekwondo muchos años, así que cuando uno de mis hijos se pone agresivo, me pongo en posición de combate y le doy un par de instrucciones en coreano. Me miran, se ríen y dicen: “¡Qué rara eres!”. Y la agresividad se les pasa.
La estructura de su libro es sobre todo práctica, lo ha construido en base a preguntas frecuentes de padres y madres a los que asesora: rabietas, celos entre hermanos, comidas, sueño... ¿Cuáles son las dudas más frecuentes?
En todas las etapas, una de las dificultades más habituales son los conflictos entre hermanos, es quizás el tema más transversal. También están los momentos diarios de transición, sobre todo levantarse y acostarse. Luego están las explosiones emocionales, las pérdidas de control, que son diferentes según la etapa del desarrollo pero que se repiten siempre. Y otro clásico son los temas de higiene personal: lavarse los dientes y ducharse.
Y cuando gestionamos este tipo de dificultades diarias, ¿es normal que como padres y madres también nos frustremos y aparezcan reacciones hostiles, como los gritos o los castigos?
Todos tenemos una serie de herramientas, muchas de ellas heredadas de nuestros padres y de nuestros abuelos. Y a veces esas herramientas están viejas, oxidadas, no sirven. Hay que cambiarlas por herramientas de última generación, más modernas. Pero no basta con querer hacerlo: es difícil decir adiós a las formas antiguas, hay que tener herramientas para hacerlo. Pero la buena noticia es que se puede, mucha gente lo consigue.
Propone un cambio de foco, dejar de pensar que nuestro hijo tiene un problema y enfocarlo como una dificultad en la que debes ayudarle.
Sí, esto es muy importante. Hay que entender que nuestra responsabilidad como adultos es tratar a nuestros hijos siempre con respeto, incluso, y sobre todo, en los momentos más complicados. Y este cambio de mentalidad -no pensar en nuestros hijos como un problema- es una de las herramientas que a mí más me han ayudado en mi vivencia como madre. A veces pensamos en los niños como un problema. Por ejemplo, una niña que no quiere hacer los deberes. Lo convertimos en un problema y pasa a ser el centro de la vida familiar. Pues ese es un mal enfoque del tema. Tenemos que pensar en que esa niña tiene una dificultad, que es hacer los deberes, y ayudarle a que lo consiga. Acompañarla hasta que la dificultad desaparezca o, si no desaparece, aprender a convivir de la manera más positiva con ella.
¿Y cómo podemos evitar enfadarnos o gritar cuando estamos cansados, frustrados o estresados?
Cuando recibimos un estímulo los adultos tendemos a reaccionar de manera inmediata y a veces agresiva. Por ejemplo, que mi hijo me insulte o que los hermanos se peleen. Pero entre el estímulo y nuestra reacción hay un lapso de tiempo pequeño, unas milésimas de segundo que se pueden dominar si se entrena bien, para conseguir acudir a las herramientas que tienes en lugar de reaccionar de manera agresiva e impulsiva. Cuanto más entrenas esa habilidad, el cansancio y el estrés dejan de ser tan determinantes en tu respuesta, hay más posibilidades de resolver los conflictos de manera positiva. Y esto no solo funciona con los niños, sino también en otros ámbitos como la pareja o el trabajo.
¿Qué papel juega en todo esto el auto cuidado de los padres y (sobre todo) de las madres?
Es fundamental, deberíamos abordar el auto cuidado como una responsabilidad, no como una opción. En la crianza positiva tendemos a enfocarnos en los niños, pero hay que poner el foco también en los adultos. Tú tienes que estar bien de manera individual, tener tiempo para ti, cuidarte. Debes hacerlo por ti y por los demás. Los adultos somos el árbol en cuyas ramas se sostiene toda la familia. Pero si ese árbol no está bien cuidado, se va a quebrar y todo lo que hay en sus ramas se va a caer. Solo si nos cuidamos podemos sostener a toda la familia.
Defiende que es importante que todas las herramientas se adapten a las particularidades de cada familia. ¿Por qué?
Yo creo que cada uno debe educar de acuerdo con sus valores, sus intuiciones y su carácter, porque es la única manera de ser auténticos. Si seguimos modelos que nos son ajenos, nos va a resultar extraño, la relación con nuestros hijos será más difícil porque no nos sale de manera natural. Existen una serie de herramientas que se han demostrado eficaces y dentro de ellas cada padre o madre debe usar las que le funcionen, adaptándolas a su familia e incluso a cada uno de sus hijos, que pueden ser diferentes. Yo siempre digo: “Haz tuyas las herramientas, incorpora las que te vengan bien y cambia lo que no te funcione”.