La maternidad descubre ante muchas mujeres una realidad llena de condicionantes, discriminaciones y renuncias. También que términos como “conciliación” o “corresponsabilidad” se mueven a menudo en el plano teórico pero no han llegado a la vida real. “Recibimos muchos mensajes de mujeres que tienen miedo de contar en sus empresas que están embarazadas porque lo que se les transmite es: mira, todo esto es lo que te pasa cuando te quedas embarazada”, ha contado Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres, durante la presentación este martes de la encuesta “Las invisibles”, en el marco de las jornadas por la conciliación “Yo No Renuncio”, los próximos 30 de septiembre y 1 de octubre. Hay voces que han puesto nombre a este acoso sistemático a la mujer embarazada en el entorno laboral: ‘mobbing maternal’.
De las casi 95.000 mujeres que respondieron a la encuesta en todo el país, el 75% dijeron haber visto afectada su vida laboral al convertirse en madre, de ellas un 37% sufrieron discriminación de forma directa. Cambios en las funciones de la empresa a otras con menos responsabilidad, imposibilidad de crecer profesionalmente o sufrir algún tipo de discriminación por parte de sus compañeros son algunas de las consecuencias más comunes, según este estudio. Emilia de Sousa, abogada experta en familia y conciliación, explica que “el mobbing maternal es mucho más habitual de lo que se piensa y en la mayoría de los casos queda impune porque las mujeres embarazadas o de posparto tienden a estar más vulnerables, acaban priorizando su situación personal a la laboral y de esto se aprovecha la empresa”.
El mobbing maternal, dice, comienza incluso antes de que la mujer esté embarazada o tenga hijos. De Sousa habla de “discriminación estadística” cuando no se contratan a tantas mujeres como hombres porque pueden llegar a ser madres, aunque no piensen en serlo nunca.
“Las mujeres no están obligadas a comunicar que están embarazadas en una entrevista de trabajo. No comunicarlo no puede suponer castigo alguno salvo que la empresa pueda acreditar digamos mala fe en esa actuación. Sí es recomendable ponerlo en conocimiento del empleador cuando puede haber riesgos para la mujer o el feto por las características del trabajo, necesita adaptar las funciones, tener opción a horas para ir a revisiones…”, aclara De Sousa.
Desde el Club de Malas Madres y la Asociación Yo No Renuncio creen que una forma de atajar estas discriminaciones “son medidas de conciliación que satisfagan de verdad nuestras necesidades. Además de la flexibilidad de horarios, que es clave, una de las medidas más efectivas se ha comprobado que es la compactación de jornada”, afirma Laura Baena. Sin embargo, solo un 16% de las mujeres que han respondido a la encuesta dicen tener jornada intensiva durante todo el año, con una diferencia significativa entre el sector privado (13%) y el sector público (23%). “Esto hace imposible la conciliación, apunta Baena, porque acabas reduciéndote la jornada, pidiendo una excedencia o simplemente te echan del trabajo”.
El informe refleja que un 22% de las entrevistadas ha perdido su empleo al convertirse en madre, bien porque no se le renovó el contrato o porque se le despidió al quedar embarazada, y que una de cada diez renunciaron al empleo al no poder compaginarlo con los cuidados. De Sousa cuenta que ha trabajado con mujeres a las que al llegar del permiso de maternidad fueron relegadas de su puesto, o a las que se les ofrecieron condiciones “que son imposibles de aceptar si tienes que cuidar, obligándolas así a la renuncia”.
Madres y cuidadoras
La encuesta “Las invisibles” evidencia que la maternidad destapa también una cadena de desigualdades dentro del hogar, donde se mantienen los roles de género que responsabilizan a las madres de las tareas domésticas y de la educación y crianza de los hijos. Maite Egoscozabal, socióloga experta en conciliación y autora del informe, asegura que “el cuidado tiene rostro de mujer” y que en ese proceso “las mujeres experimentan soledad”.
La encuesta mide por un lado las estructuras de apoyo con las que cuentan las familias y por otro cómo las madres gestionan emocionalmente el peso del hogar. La conclusión es que siete de cada diez mujeres se sienten solas en la crianza por falta de corresponsabilidad y apoyo, y seis de cada diez se sienten culpables porque “no llegan a todo”.
Mientras en las primeras semanas, coincidiendo con la baja paternal, el principal apoyo de la madre es el padre (75% de los casos), en la etapa de 0 a 3 años el principal apoyo pasa a ser la abuela. El 37% del cuidado a los niños queda al cargo de las escuelas, pero cuando se trata de miembros de la familia, quienes más se ocupan de la crianza son las madres (29%), las abuelas (18%) y, por último, las parejas hombres (6%). La misma dinámica cuando el hijo se pone enfermo un día laborable: quienes más se ausentan del trabajo son las madres y las abuelas con más de un 35% ambas frente al 8% de la pareja.
Es esta falta de estructuras de apoyo, tanto en la familia como en la empresa, el principal motivo por el que el 60% de las mujeres entrevistadas que son madres no tuvieron más hijos, aunque querrían. “Vemos a menudo cómo se asocia la decisión de no ser madre con el egoísmo y se puede analizar si hay un cambio de valores en ese sentido que responden a la capacidad de decisión de la mujer, pero la realidad que subyace es una discriminación y precariedad laboral que lleva a la mujer a desistir de lo que sería su ideal”, concluye Maite Egoscozabal.