Cuando Elena le contó a Sonia que su hijo es transexual y que quería ser tratado como un chico, esta tuvo claro que debían hacer todo lo posible por ayudar a Tyler en la transición. Lo que no tenía claro del todo era cómo hacerlo. Sonia Santana es la tutora de un grupo de bachillerato de Ciencias Sociales en el instituto público Los Tarajales, en Las Palmas de Gran Canaria. También es un ejemplo de que, pese a la voluntad del profesorado, como ella misma indica, “falta orientación”.
Para intentar salvar este escollo, diferentes entidades pro derechos LGTB+ organizan talleres y charlas con las que llegar a toda la comunidad educativa: alumnado, profesores y familias. Por ejemplo, desde la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales pusieron en marcha, hace ya 12 años, la Red Educa, a través de la cual se financiaban este tipo de programas, que impartían una decena de organizaciones en diferentes puntos del país y que llegaron a unos 9.000 alumnos el pasado curso. Con el cambio en el modelo de financiación, que ahora depende de la asignación tributaria del 0,7% en el IRPF, son las propias comunidades autónomas las que dotan de presupuesto a las entidades, pero los contenidos y los objetivos continúan estando cohesionados.
Tras hablar con el chico, Sonia Santana activó en el centro el protocolo oficial de la Consejería de Educación canaria, que incluye, entre otras cosas, emplear el nombre sentido en los documentos del centro. El siguiente paso fue ponerse en contacto con el Colectivo Gamá para solicitar asesoramiento y talleres con el resto de alumnos para apoyar a Tyler en su salida del armario.
“Lo primero que me dijeron fue que empezarían corrigiéndome”, explica. “Yo le decía a Tyler que lo haríamos como él quisiera, pero que necesitaba tiempo por el tema burocrático. Tanto Domingo Vizcaíno, el técnico de educación de la entidad, como la psicóloga me dijeron que si el chico había decidido decirlo, no había más tiempo, que no esperásemos por ellos”.
Cuando Domingo llegó a la clase a impartir los talleres, ya tenía parte del camino andado. Acompañado de su tutora, Tyler ya les había contado a sus compañeros que era un chico. “Yo estaba un poco asustada, porque es una clase de 22 chicos y nueve chicas, en la que llevábamos mucho tiempo trabajando el tema del machismo. Cuando él terminó de hablar se produjo un silencio y uno de los alumnos dijo: ‘Profe, si te parecíamos muchos chicos, ahora tienes uno más’. Sin que yo dijera nada se levantaron, comenzaron a aplaudir y fueron a darle un abrazo”, recuerda Santana.
En este colegio se impartieron talleres tanto en la clase de Tyler, como al resto de grupos de ese curso, aunque de forma más genérica. En el primer caso, el taller comenzó abordando “qué es la diversidad, qué significa ser trans y cuáles son los derechos de este alumnado, como ir al baño sentido o que les cambien el nombre”, indica Domingo. Después, la dinámica es sencilla: “Vamos haciendo preguntas, van respondiendo y, en base a esas respuestas, construimos el taller”. “Es fundamental resolver todas las dudas. Por ejemplo, es muy importante dejarles claro que la transexualidad no tiene nada que ver con operarse, o desmontar eso de que son personas que nacen en el cuerpo equivocado”. Esto, además, sirve para empoderar a la persona, “que muchas veces siente que debe someterse a intervenciones de reasignación por la presión social”, recalca el técnico.
Acoso
La situación en la clase se complica cuando ya se ha producido acoso y los talleres se imparten para tratar de revertir esa situación. Sara Guilló es técnica de educación y atención a jóvenes LGTB+ de COGAM, una entidad que trabaja en la Comunidad de Madrid y que el pasado año impartió talleres a cientos de alumnos a través del programa ‘Por una escuela sin armarios’. Aunque para proteger la identidad de los menores prefiere no dar nombres ni mencionar al centro, si explica su intervención en el único instituto público de un pequeño pueblo madrileño. “El acoso se producía contra un niño gay con pluma, es decir, que muestra una expresión de género no normativa. Ya lo había sufrido en primaria y, al vivir en un pueblo pequeño, también fuera del colegio. Esto hace que, al llegar al instituto, se produzca una situación de absentismo”.
“En este caso, la clase comienza siendo muy reactiva, porque los propios alumnos son conscientes de que existe el acoso. Intentamos hacerles ver que no vamos a castigarles, pero nunca les decimos que lo sabemos, ni señalamos a la víctima”, señala Guilló. Aquí, el primer objetivo es explicar qué es el bullying, visibilizar el sufrimiento y “empoderar a los compañeros para que sepan que cuando son observadores pasivos también participan del acoso”, explica.
Además, a través de material audiovisual, con el vídeo ‘Levántate contra el bullying LGTBfóbico’, y de preguntas a la clase, se propicia el debate, en el que los chicos y chicas suelen mostrarse “muy participativos”. ¿Qué os parece que un gay y un bisexual puedan tener hijos? ¿Y que ejerzan determinadas profesiones? ¿Qué os parecería si vierais a dos compañeros besándose en el patio? “Con sus respuestas, positivas o negativas, vamos desmontando mitos y modulando el debate”, indica la técnica.
En otros casos, explica Sara, las peticiones por parte de los centros educativos se producen ante la llegada de un alumno que ya ha sufrido un caso de LGTBIfobia en otro colegio o instituto y quieren evitar que se vuelva a repetir en el nuevo. Una de esas solicitudes llegó a COGAM desde un instituto de una localidad de más de 100.000 habitantes que acababa de incorporar a sus aulas a una chica trans de 4º de la ESO.
“Aquí consideramos más relevante destacar aspectos como la realidad trans y la identidad de género, para visibilizar el tema. También hablamos de términos como la disforia de género, una etiqueta de las instituciones médicas con la que muchas personas no se sienten cómodas, o el proceso por el que pasan, que es muy duro y en ocasiones les hace un mayor daño psicológico”, explica. El objetivo es que la clase empatice para que “se den cuenta de que no es un capricho ni una moda”.
El empoderamiento es también un factor clave. “Nosotros nunca señalamos a ningún alumno, pero en este caso ella se identificó como trans. Es en ese momento cuando la empoderamos reconociendo su valentía o pidiéndole que nos cuente su historia”. Eso sí, “el debate nunca se genera alrededor de la persona”, explica la responsable de COGAM, quien señala que “en ese centro ya no tuvo problemas” y que fue “más fácil, porque no se había generado una situación de acoso”.
Formación
Precisamente, la formación en estos temas es fundamental para evitar casos de LGTBIfobia. Por eso, algunos colegios imparten estos talleres antes de que aparezca un caso concreto para mostrar al alumnado realidades no tradicionales. Las iniciativas pueden surgir también de las madres y padres, como ha ocurrido hace unos días en el colegio mallorquí Son Basca. La vicepresidenta de la Asociación de Padres y Madres del centro, Xisca Mir, es trabajadora social y está vinculada a colectivos vulnerables. “Tuve conocimiento de un programa del Govern sobre atención a la diversidad sexual y nos pusimos en contacto con la asociación Benamics para que impartieran talleres tanto a niños y niñas como a las familias”, explica.
Se trata, fundamentalmente, de “concienciación”, recalca Mir. “Es un tema poco habitual en las sobremesas y pensamos que esta es una forma de ayudar a visibilizar a un colectivo que tiene sus derechos”, explica. “Conocemos casos de personas a las que les ha costado salir del armario porque es un tema tabú en la familia y, a raíz de eso, surgen problemas familiares, personales, de salud…”, por eso, “si podemos ayudar a que un niño pueda hablar en público de estos temas y que los demás lo recibamos como algo normal, creo que ya habremos hecho mucho”, razona.
Tras esta iniciativa, en Son Basca los talleres se impartieron de 3º a 6º de primaria. Es decir, en un rango de edad de entre 8 y 12. Y de una a otra, las cosas cambian. “En 3º trabajamos desde el concepto de la diversidad de todo tipo –familiar, cultural, social…-, para que cada niño reflexione y vea que todos tenemos algo que nos hace diferentes. A partir de ahí, lo aunamos con tipos de diversidad familiar y afectiva y tocamos la diversidad sexual”, explica Sheyla Núñez, técnica de educación de Benamics. En este caso también se emplean recursos audiovisuales. Uno de ellos es el corto de animación ‘In a heart beat’, en el que dos chicos se enamoran.
“A esas edades, trabajamos desde las emociones, así que les planteamos qué emociones han identificado en el corto: ¿amor? ¿en qué momento? Y, a partir de ahí, vamos hablando. Es verdad que a veces se genera un poco de confusión. Un niño te dice que no lo entiende, que hay dos chicos; pero otro enseguida dice que sí, que él sabe que eso pasa. Y a veces te preguntan si pueden decirlo, porque es un tema tabú, así que vamos trabajando en función de lo que conocen y las realidades que ya tienen”, indica.
En los cursos superiores ya se incluye terminología y se desglosan las siglas LGTBI y las problemáticas en el mundo en torno a la orientación sexual y la identidad de género. “A estas edades (10-12 años) ya se notan los roles de género y te encuentras más prejuicios sobre qué hacen los niños y qué hacen las niñas, por lo que tenemos que ir identificando cuáles son las realidades de cada grupo e ir adaptando el taller”, indica Sheyla.
Lo más importante es la normalización del colectivo LGTBI. “Un niño de sexto de primaria comentaba, de manera positiva, que le sorprendía que estuviéramos hablando de estos temas, que suelen ser tabú, en el aula. Ves que hay mucho desconocimiento, pero que quieren aprender”, se alegra Sheyla. Para la madre de Tyler, este tipo de talleres también son una buena iniciativa. “Yo creo que los institutos van abriendo los ojos a otras realidades”, señala antes de indicar que a su hijo “le ha venido muy bien, salió muy contento, se ha abierto más, han hecho un grupo de Whatsapp con los compañeros y se han compenetrado más”.
Pero aún quedan cosas por hacer, como en el caso en el que intervino Sara: “Las cosas en el aula fueron más fáciles, pero el problema era el momento del recreo, los pasillos… ¿La situación mejoró tras los talleres? Sí. ¿Todo lo deseado? No, pero al menos el niño se sentía más cómodo yendo al instituto”.