Conductores que no abren la puerta o pasajeros que increpan: varias madres relatan cómo es coger un bus urbano con un carrito de bebé

Patricia Gea

0

“Mi carro del bebé no entra por la puerta delantera del autobús urbano, así que me tienen que abrir la de atrás. El mes pasado, cuando estaba llevando a mi hijo al colegio, un conductor se negó a permitirme el acceso el autobús, me dijo que si mi carro no entraba por la puerta delantera, pues no podría entrar”, cuenta Sonia Encinas, sexóloga y madre de un niño de un año y medio. “Entonces me estás diciendo que no puedo llevar a mi hijo al colegio porque no quieres abrirme la puerta”, respondió Sonia al conductor de uno de los autobuses urbanos de la EMT de Madrid. Al escuchar esa frase decidió permitirla subir, pero no dejó de increparla a lo largo de todo el trayecto hasta llegar al destino, donde el acoso continuó.

“Se pasó todo el trayecto insultándome y amenazándome con bajarme del autobús. Se acercó a mí en alguna ocasión chillándome y señalando violentamente la normativa”. La norma, recogida en el Decreto 1/2008 y aprobada en el Reglamento de Viajeros de la Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT), reconoce la accesibilidad de los carritos de niños a los autobuses por la puerta central o trasera. Así que Sonia continuó subrayándole que “me estaba discriminando al negarme el uso del transporte público cuando la normativa ampara mi necesidad”.

Ante la mirada pasiva del resto de pasajeros, Sonia continuó recibiendo amenazas. “Seguía insultándome, así que decidí sacar el teléfono para hacerle una fotografía al autobús y poner una reclamación. Me dijo entonces que estaba prohibido hacer fotos y amenazó con llamar a la policía y me dijo que me estaba grabando”. A Sonia le pareció “perfecto que grabase a una madre llevando a su hijo al colegio y llegando tarde al trabajo”. La respuesta del conductor sumó tensión a la escena que estaba viviendo además en presencia de sus hijos: “Tú qué vas a trabajar. Pues ya me dirás dónde trabajas para ir a buscarte”. Ella recuerda como sin darse cuenta se vio pidiendo perdón a los pasajeros. “Fue doloroso darme cuenta de que me culpabilicé, y las disculpas salieron de mi parte y no de toda esa gente que simplemente se quedó mirando”.

Finalmente acabó llamando a su pareja para que la fuese a buscar a la parada. “Cuando llegamos varias señoras se acercaron a decirme por lo bajo que me apoyaban y que iban a poner una reclamación, pero no se habían atrevido a decirlo en alto”. Al llegar, la policía me dijo que no podía denunciarlo porque no había amenazas violentas.

Sonia decidió compartir su historia en redes sociales y muchas otras mujeres madres le escribieron contándole situaciones similares que habían vivido en autobuses urbanos. Uno de los mensajes que le llegó a Sonia a través de redes sociales tras contar su historia fue el de Ana. En este caso el acoso no vino de parte del conductor, que permaneció ajeno a la situación que se estaba produciendo en su autobús, sino de parte de uno de los pasajeros, también en un vehículo urbano de la capital. “Mi peque tenía dos años, llevaba el carrito y como no había casi gente en el autobús lo dejé desplegado y me situé en uno de los asientos verdes”. Para un trayecto de una hora, buscó el lugar más cómodo posible y que también está reservado, además de para embarazadas y personas con movilidad reducida, para viajar con niños o niñas.

“Los asientos verdes se fueron llenando. Entró un señor mayor con un bastón, se puso a mi lado y junto a otros pasajeros empezó a increparme, a decirme que debería haber plegado el carrito. Y yo les explicaba que tenía derecho a llevar a mi hijo a contramarcha. El conductor no intervino, así que por presión me levanté”. La normativa recoge que “los niños de hasta tres años de edad podrán viajar en coches, sillas o carritos desplegados, contando con zonas habilitadas al efecto, siempre que estas no estén previamente ocupadas, valoración que será realizada por el conductor del vehículo”. Sin embargo esta norma no siempre se cumple.

Otra madre, Laura, que ya vivió hace dos años una situación similar en la que le obligaron a plegar el carro a pesar de llevarlo cargado de cosas para el niño, lamenta que se perciba tan poco cambio en este terreno y se pregunta “si las criaturas no son ciudadanas, no tienen derechos y si el transporte público no es también suyo y nuestro”.

El género es un diferenciador importante en la movilidad dentro de las ciudades. Los roles aún pesan y hacen que llevar a los hijos al colegio o actividades extraescolares sea una tarea mayoritariamente de mujeres. Mientras se avanza en la corresponsabilidad, todavía hay mujeres que sufren discriminación en estos espacios públicos y “sus necesidades se ven subestimadas en las evaluaciones del transporte convencional”, dice la 'Declaración de mujeres en movimiento', una iniciativa que nació en la Cumbre del Foro Internacional de Transporte en 2018, cuyo objetivo es incluir la perspectiva de género en las políticas de movilidad.  

“Como si fuera un capricho”

De Isa, otra de las mujeres que contactaron con Sonia para compartir su experiencia, el conductor de la línea 55 de la capital pasó de largo cuando ella se colocó en la puerta trasera esperando a que la abriese para subir con el carrito. “Entró un señor por la puerta central y yo hice aspavientos para avisarle y que me viera, golpeé la puerta, grité con ganas, era imposible que no me viese. Cerró todo y me dejó allí”. En otra ocasión tuvo que sufrir las miradas y los comentarios quejosos de los pasajeros cuando tuvieron que moverse de sitio para que ella pudiera meter el carro. “Como si fuera un capricho mío”.

Las denuncias y reclamaciones que ponen las mujeres que viven estas situaciones en los transportes públicos suelen caer en saco roto, no solo en la Comunidad de Madrid. Rocío cuenta como en la ciudad de Badalona y tras vivir escenas similares a las relatadas por el resto de mujeres en este artículo, puso una denuncia de reclamación contra la empresa TUBLSA (Transportes Urbanos de Badalona Laboral, SA) que “no sirvió para nada”. Es más, recuerda que hasta en cinco ocasiones los hechos se han repetido y los conductores se han negado a abrirle la puerta para acceder con el carrito o la han increpado cuando finalmente se han visto obligados a hacerlo.

Todas van más allá de los hechos aislados. “La discriminación se percibe en muchas cosas, no sólo en que te dejen o no subir al autobús”. Y cita, por ejemplo, las miradas y comentarios de los pasajeros al dar la teta. “El transporte público debería ser un espacio seguro para la lactancia”. También la conducción brusca “antes de que hayas podido colocarte con el carrito”, la posibilidad de entrar por la puerta de atrás siempre y que no te pongan problemas con los carritos gemelares –con espacio para dos niños y por lo tanto más grandes-, que tengas prioridad en ciertos asientos, y que los conductores se aseguren de que se cumpla…“.

A raíz de su denuncia, Sonia pide revisar las medidas para que realmente acojan las necesidades de las personas que utilizan el transporte público: “Los autobuses urbanos deberían de ser un espacio seguro para las madres”.