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Análisis

Es el Día de la Madre pero podría ser el Día de la Culpa

¿Día de la Madre, Díaa de la Culpa?
30 de abril de 2022 21:34 h

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¿No es ser madre lo más maravilloso que has hecho nunca?, me preguntó esa mujer al teléfono. Pues no –respondí, conteniendo las lágrimas– De hecho me siento triste y agotada –dije tapándome la boca para detenerme antes de que fuera demasiado tarde–.

Jane Lazarre El nudo materno

Si hay una experiencia atravesada por la culpa, esa es la maternidad. La duda constante sobre si lo que haces y cómo lo haces estará bien y será bueno para la prole, la sensación de no llegar a todo, la angustia porque lo que sientes no se corresponde con lo que se supone que deberías sentir, el nudo en el estómago porque te subes a un avión y tienes un hijo de seis años y quizá no deberías, la certeza de que cuidas como puedes pero quizá no cómo te gustaría...Todo deriva en culpa.

“Por no ser la madre perfecta que pensaste, por no tener paciencia suficiente, por no dar el pecho o por darlo demasiado tiempo, por no apuntarle a piano a los tres años, por colechar, por no pasar suficiente tiempo con ellos o porque dedicas demasiado tiempo a ellos cuando querrías dedicar tiempo a un proyecto que te entusiasma, porque has decidido hacer un viaje, por tener pensamientos impuros y querer huir... Hagas lo que hagas es culpa”, resume Laura Baena, fundadora del Club de MalasMadres.

Este domingo es el Día de la Madre, pero podría ser el Día de la Culpa: la emoción parece casi intrínseca al hecho de ser madre, mientras que no parece que atraviese de la misma manera la experiencia de los padres. ¿Por qué? “Hay un imperativo patriarcal que hace a las madres responsables principales de los hijos, más aún, ese imperativo establece que la buena madre pone a los hijos por delante de ella misma. La buena madre es, por tanto, sacrificio, sacrificarse por los hijos, por eso es también tan venerada en el Día de la Madre”, explica la socióloga Constanza Tobio. No es difícil encontrar estos días anuncios y promociones que, bajo la intención de loar a las madres, hacen apología de la entrega y el sacrificio por los demás.

Beatriz Gimeno, escritora feminista y diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid, apunta que la institución maternal está planteada así para que no podemos liberarnos de la culpa: “La culpa te llega si lo haces de una manera o si lo haces de la contraria, si eres muy protectora o si no, no hay manera de hacerlo bien”. Por contra, el papel del padre “no tiene unos límites fijados, tiene un papel muy flexible al que cualquiera se puede adaptar y hacerlo bien”. “Hace falta poco para poder ser un buen padre, en cambio es imposible ser buena madre y cuando no lo eres, te alcanza la culpa”, afirma.

A la propia Gimeno le asaltó una especie de culpa retroactiva. Aunque vivió los primeros años de su hijo bastante liberada de culpas, sus investigaciones para escribir acerca de la maternidad y la lactancia la llevaron a conocer y escuchar a mujeres con experiencias muy diferentes a la suya “y algo de culpa se me terminó proyectando”. “Con casi 60 años y mi hijo con 30 y algo empecé a preguntarme si había hecho cosas mal”, reconoce.

“Formas de erosión”

La periodista Diana Olivar acaba de publicar 'Maternidades precarias' (Arpa), en el que dedica todo un capítulo a la culpa. Las llama “formas de erosión”. Por ejemplo, por no poder sostener el ánimo, por no poder seguir sus ritmos vitales, la culpa por lo que no se está haciendo (jugar, divertirse, hacer manualidades...), o la culpa por la ambivalencia, es decir, por experimentar sentimientos tan opuestos como la ternura y la ira, el resentimiento y la satisfacción, algo de lo que ya hablaba Adrienne Rich en Nacemos de mujer (Traficantes de Sueños).

Oliver también tiene su propia lista de culpas maternas. “Siento culpa sobre todo cuando sé que no estoy haciendo las cosas con mis hijos como me gustaría. Y dentro de ese ”como me gustaría“ en realidad hay otras cosas: hay mucha hiperexigencia propia, pero también externa. Y hay también unas circunstancias y un contexto que no siempre acompañan. Pienso en momentos que me producen una culpa enorme: no jugar casi nunca con mis hijos; tener siempre que hacer algo y no poder disfrutar plenamente de ellos; estar agotada permanentemente; el mal humor que me produce el agotamiento, el insomnio y las preocupaciones; no entender muchas veces lo que necesitan; la ambivalencia constante; gritarles; vivir con esa sensación de hacer todo a medias; estar con ellos pero no estar. Me he sentido culpable hasta de sentirme culpable”.

Ibone Olza es psiquiatra y autora de varios libros, el ultimo Palabra de madre. Cuenta que como psiquiatra, cuando se convirtió en madre empezó a ser consciente de cómo “la medicina en general y la psiquiatría en particular” culpaban a las madres de “casi todo lo que les pasa a los hijos”. “En psiquiatría infantil era especialmente llamativo como los padres casi nunca acompañaban a los hijos a las consultas y, sin embargo, siempre se encontraba un problema en las madres, no en los padres”. Olza reconoce haberse sentido culpable hasta de que alguno de sus hijos repitiera curso escolar o enfermara, y otras personas la han culpado hasta de que tuvieran piojos.

Politizar la culpa

Esther Vivas publicó hace unos años Mamá desobediente, un libro que ha llegado a decenas de países. La culpa, dice Vivas, nos acompaña como madres porque tiene que ver con el ideal de buena madre del sistema en que vivimos: “Negada y sacrificada, sin vida propia, que no puede fracasar ni equivocarse, siempre disponible para sus hijos... que al mismo tiempo convive ahora con la super woman que llega a todo, con el cuerpo normativo perfecto, siempre disponible para el empleo”. “Ese ideal en el que nos miramos no responde a la experiencia real de las mujeres que somos madres y nos hace sentir culpa. Ser madre implica fracasar, equivocarse, implica ambivalencia...”, agrega.

Hablar de nuestras experiencias, politizar la maternidad y la culpa puede ayudar a liberarnos de ella, “porque entendemos que tiene que ver con este sistema patriarcal y nos ayuda a entender que el problema no somos nosotras”, dice Vivas. Ibone Olza está de acuerdo: “Cuando vemos y comprendemos como la sociedad patriarcal se ensaña con la maternidad, eso nos alivia la culpa”.

Para Laura Baena, conectar las culpas con el sistema es también parte de la solución. Liberarnos de la culpa implica “romper normas no escritas”, atrevernos a ser la madre que nosotras queremos ser, pero también reivindicar un nuevo modelo social de maternidad, de cuidados y de corresponsabilidad. “Necesitamos corresponsabilidad, padres corresponsables que hagan las tareas bonitas y las menos bonitas, las que se ven y las que no, que asuman carga mental... Pero también necesitamos políticas públicas y compromiso político, que se valore económicamente y socialmente la maternidad”, afirma la fundadora de MalasMadres, que recuerda que se llega a cuestionar el amor de una madre en función del tipo de madre que se sea.

En el cuidado y la corresponsabilidad ve también la socióloga Constanza Tobio una clara línea de acción: “La conciliación es un problema no resuelto y tiene mucho que ver con la culpa. Hasta que no se asuma el cuidado compartido de la población infantil por parte de mujeres, hombres, familias y Estado seguirá pesando la culpa sobre las madres como un sentimiento difuso”.

Mientras termino de escribir este artículo me asalta la culpa. Mi hijo está en el salón jugando y reclamando mi atención, y yo tecleo y le grito “ahora voy”, mientras elucubro sobre sus futuros traumas. Siempre podremos decirles: fuimos las madres que quisimos pero, sobre todo, las que pudimos.

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