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Diario personal de la cuarentena por coronavirus

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Elena Cabrera

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No tengo coronavirus. Si lo tuviera (¿cómo sé que realmente no lo tengo?), mi vida tampoco sería tan diferente. En realidad, el coronavirus se ha convertido en un virus social, político y económico que nos ha infectado a todos.

Nunca he visto un nivel de impacto semejante. Salvo quizás en el 11-M. No es lo mismo, ya lo sé. El atentado nos dejó en shock, en dolor y, al poco rato, en reacción total. La onda expansiva del coronavirus es diferente: es como si el estallido no llegara nunca.

Ayer por la noche, cuando estaba a punto de llegar a casa del trabajo, se anunció que a partir de mañana se suspenderían las clases en los colegios durante dos semanas. Eso nos sitúa a las madrileñas y los madrileños en algo parecido a un Estado de excepción. Los grupos de WhatsApp y las notificaciones de los medios casi me agotan la batería en pocos minutos. De repente, el virus era real y tenía forma de niña en casa, de colegio cerrado, de vida patas arriba.

En mi oficina, hoy hemos organizado el trabajo (que será teletrabajo) para los próximos quince días. A partir de mañana tengo que traducir un libro de 300 páginas, así que da igual donde esté la silla en la que me siente. El problema de la empresa no es ese. Hay preocupaciones mayores, como la producción que se fabrica en China, que lleva parada desde hace semanas, y las ventas, que previsiblemente harán un destrozo en las previsiones de marzo y abril. Cuando pienso que hay miles de empresas como esta en la que yo trabajo, afectadas de igual manera, me doy cuenta de que esto va a tener consecuencias más graves que las que imaginé en un principio.

Hay conversaciones de todo tipo, pero prácticamente todas tienen al coronavirus como sujeto o como complemento directo o indirecto. Hay teorías conspiranoicas, hay hipótesis y proyecciones más o menos aventuradas, hay datos saltando de mano en mano. Hay mucha ansiedad por saberlo todo, por ser un experto en el tema.

En el metro hoy había más mascarillas que los días anteriores, pero aún así es anecdótico: habré visto unas diez o quince en un trayecto de una hora.

Lo que no descansa es el humor, no paro de recibir audios y memes. A falta de otra vacuna, con esta vamos tirando.

En el momento de escribir estas líneas, de iniciar este diario, hay 1.639 casos confirmados en España (101 ingresados en UCI y 36 fallecidos), 15.651 en Europa y 114.600 en el mundo. De todos esos, conozco dos. No sé si a Ortega Smith lo podemos sumar como un tercero. En Madrid, además de las clases, se han cerrado los polideportivos y las competiciones municipales (adiós la partido del Eijo Garay contra Estudiantes Las Tablas), se han cancelado ferias y encuentros de todo tipo, ¡y hasta la excursión del AMPA que teníamos este domingo!

El encuentro que hemos preparado con Carlos Umaña para este viernes en la Escuela de la Prospe, por ahora, sigue en pie. Del concierto de Sisters of Mercy del 4 de abril me temo lo peor, pues se realizar en un aforo de más de mil personas y entra dentro del periodo de suspensión.

Se han suspendido las Fallas. Ahora sí que se hunde España.

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