Casi la mitad de delitos de odio registrados en España en 2022 tenían motivación racista. Tres de cada cuatro inmobiliarias aceptan que la propiedad de un inmueble les exija excluir del alquiler a personas racializadas. Casi un 20% de niñas y niños con origen extranjero han recibido golpes o empujones en el ámbito escolar, cifra que solo baja cinco puntos si la criatura nació en España de padres migrantes. Precisamente porque el racismo está muy presente en la realidad cotidiana, hay familias y docentes que buscan educar en igualdad apoyados por referentes cada vez más visibles y con recursos más accesibles.
La activista afrofeminista Adriana Torroella lleva tiempo trabajando estos temas en las aulas. En los talleres en colegios que hace desde 2020 se centra en aterrizar la complejidad del racismo en los prejuicios y estereotipos “que podemos tener todas las personas hacia todos los colectivos”, cuenta. Desmonta bulos y hace hincapié en la diversidad racial presente en la sociedad —y muchas veces en la propia clase— para naturalizarla.
“El antirracismo implica, además de no tener actitudes o prácticas racistas, detectarlas en otras personas o espacios y combatirlas”, explica Torroella, que señala la importancia de que estos conceptos lleguen también –y se traten– dentro de las familias.
En eso coincide con Demelza, cuyo hijo mayor, Roc, de 11 años, acudió a uno de los talleres que Torroella impartió en su colegio. “Algunas familias no acabaron de entender la finalidad del taller”, explica esta madre, que cuenta que varios progenitores mostraron su desacuerdo y hubo que celebrar una reunión con las familias “para explicar que la dinámica solo era para sacar a la luz los prejuicios”.
La charla comenzó con imágenes de personas de diferentes etnias y preguntó al alumnado a quién de ellas confiarían a su bebé. Todo el mundo señaló a la persona blanca, cosa que descolocó a Roc. En su hogar intentan desmontar estos prejuicios que afectan a las personas racializadas. Tienen cuentos que hablan de que “no por ser diferentes dejamos de ser iguales” y las barbies que los Reyes han traído a las criaturas han sido indistintamente blancas o negras. Además de hacia adentro, la familia de Demelza quiere fomentar el conocimiento de la diversidad racial en su entorno: a la hora de regalar libros, por ejemplo, tratan de que sean “lo más inclusivos posibles” y que aparezcan personas de diferentes etnias y culturas. “Como familia no normativa —son dos madres— consideramos muy importante educar en igualdad, y eso supone educar en antirracismo”, explica Demelza.
El mal llamado color carne
Visibilizar la diversidad racial es clave para educar en antirracismo, subraya Torroella. Y por ello celebra que cada vez haya más recursos pedagógicos, cuentos, películas o juguetes diversos; incluso revistas que den elementos y orientación a las familias sobre cómo hacerlo. Un ejemplo es la publicación en catalán Namaka, una revista infantil con un enfoque feminista y de diversidad , que ha dedicado su penúltimo número al antirracismo.
Desirée Bela-Lobedde, escritora y activista antirracista, pone el acento en la importancia de la representación, tanto para que peques racializados vean que es posible llegar al ámbito profesional que deseen como para que niñas y niños blancos normalicen su existencia en esas esferas. Para ello, ofrece ejemplos de referentes españoles racializados: Salma Paralluelo en el deporte, Quan Zhou en la novela gráfica, y Boré Buika, Silvia Albert o Hajar Brown en el cine.
Demelza tiene claro que para avanzar en antirracismo con sus hijos e hija debe transmitirles dos grandes premisas: “Vive y deja vivir” y “No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”, cuenta. Sus criaturas entienden, mediante el diálogo y la empatía, la necesidad de tratar bien a todo el mundo. El mayor problema que ha tenido Demelza es que dejaran de llamarle color carne al rosado “porque en el colegio le llamaban así”. Cada vez que alguna de sus criaturas lo hace, la madre responde que el color carne no existe: “Es tu color carne, pero ¿es también el de tu amiga?”, pregunta.
El mal llamado color carne ha traído de cabeza a Núria, madre de una niña de nueve años nacida en Madagascar. En su escuela no se le llama así a esa tonalidad porque lleva muchos años insistiendo en que no se haga, pero su hija, que es negra, estaba apuntada a ballet y la profesora insistía en que todas las niñas debían llevar las medias “color carne”. “Mi hija llegaba a casa y me decía que ese no era su color carne. Lo intenté hablar con la profesora, pero no pude convencerla [de buscar una alternativa para su hija]”, relata.
Núria ha leído algún artículo o libro sobre antirracismo, pero donde más aprende sobre el tema es hablando con familias que, como la suya, han hecho una adopción internacional. También aprende de la mano de su hija: “Hemos hecho muchas actividades relacionadas con sus raíces”, dice.
En la escuela
Criar a una niña racializada le ha hecho ver a Núria realidades de las que no era consciente. “Nos creemos muy libres de prejuicios, pero hay algunas cosas que tenemos muy dentro por nuestra crianza e historia familiar”, confiesa. Y enumera algunos síntomas del racismo en la sociedad: falta de referentes en televisión, el racismo de expresiones como “me pone negro” o que las personas negras aparezcan en productos culturales mayoritariamente como gente pobre o peligrosa. “Antes igual se me hubiesen escapado estas cosas, pero ya no puedo dejar de verlo”, cuenta Núria. En el colegio en el que es docente ha sido siempre la persona en señalar el racismo cotidiano y, cuando vio la oportunidad de recibir una formación en antirracismo para el profesorado, la pidió. Esto provocó “una reflexión brutal”, relata.
Además de talleres para Primaria, Torroella imparte sus formaciones en Secundaria, ciclos formativos o al claustro de los centros. Todos empiezan de forma similar: planteando una situación aparentemente inocente que pone en evidencia las prácticas, actitudes o pensamientos racistas que tenemos. Usa esto como puerta de entrada para decir “si de aquí han salido prejuicios, seguramente haya muchos más detrás”, explica. En la formación para profesorado ofrece datos sobre el racismo y explica cómo diferenciar conceptos como interculturalidad crítica, educación antirracista e interseccionalidad.
Después, pide a profesoras y profesores que sean conscientes de su privilegio blanco o desde qué rol acompañan a los alumnos. Habla también de intervención socioeducativa y ofrece recursos: guías profesionales, lecturas complementarias o materiales para usar en el aula. Ahora bien, no basta con el esfuerzo desde una única persona docente. “Una persona puede visibilizar referentes y dar soluciones a conflictos racistas, pero también hay que descolonizar la educación”, sostiene.
Desirée Bela-Lobedde también aboga por la pedagogía para cambiar la sociedad. Imparte formaciones a particulares e instituciones con este fin y, en el caso de la educación, dice que el primer paso para una enseñanza antirracista es “llamar al acoso racista por lo que es” y admitir que ocurre en los centros. “En tanto que la escuela reproduce las dinámicas sociales, reproduce el racismo”, explica. Por ello, opina que la formación antirracista no puede ser algo opcional, sino que debe estar presente en la capacitación del profesorado. Además, pide que se desarrollen protocolos para atender el bullying racista y programas de sensibilización para el equipo docente, el alumnado y las familias.
De generación en generación
Nos han educado en el racismo, aunque sea por omisión, pero podemos evitar dejar un legado de estereotipos a las siguientes generaciones. La infancia es el mejor momento para empezar a trabajar los prejuicios racistas porque “aún no han interiorizado tanto racismo”, explica Adriana Torroella. Si tienen algún comportamiento de discriminación racial, la educadora recomienda señalarlo como una falta de respeto “sin culpabilizar de un sistema [racista] mucho más grande”. “A nivel madurativo, es complicado hacerles entender lo que es el racismo. Es más importante que se queden con la idea de que hay que tratar bien a sus iguales más que comprender si es racismo o no”, valora.
Por parte de las personas cuidadoras, es necesaria una labor de revisión y deconstrucción de las prácticas discriminatorias, que puede suceder en paralelo a la crianza, cuenta la educadora. Para este proceso, Torroella recomienda escuchar activamente a personas racializadas, como al humorista Lamine Thior en su podcast de racismo cotidiano No hay negros en el Tíbet. Para quienes prefieren leer, la educadora social pone sobre la mesa Ser mujer negra en España (Plan B, 2018), de Desirée Bela-Lobedde, una biografía política que señala el racismo —o Color Carne (Penguin Kids), también suyo, para peques—. Un público más joven tal vez prefiera ver a la tiktoker Hanan Midan comentando situaciones de racismo de forma cercana.