Cuatro familias cuentan cómo fue la elección de colegio para sus hijos
Llega el momento de elegir colegio: para muchas familias estas semanas toca ponerse al día, tomar decisiones, echar solicitudes. ¿Cómo elegir colegio?, ¿en qué fijarse?, ¿qué nos preocupa? Cuatro familias cuentan su experiencia.
En el caso de Carla sus expectativas de llevar a su hija a un colegio público que le gustara no se cumplieron. Auditora de Sevilla, con una hija y un hijo y como tantos padres y madres, atravesó el curso pasado el tedioso camino de la búsqueda de colegio para la niña, que ahora tiene cuatro años. Salió airosa y contenta, pero habiendo tenido que renunciar por el camino a algunas de las condiciones de partida, como que fuera un centro público y laico. La oferta educativa del barrio donde vive no le daba mucho margen de maniobra: cuenta con cinco colegios, dos de ellos son concertados, uno público y otro privado.
Explica con desparpajo que acabó matriculando a la niña en un centro concertado, religioso, a pesar de que “choca” con sus convicciones, porque el estado del colegio público que le correspondía según el mapa escolar era “vergonzoso”. No es creyente, su hija no está bautizada y no le gusta que reciba clases de religión, pero acabó priorizando la calidad de las instalaciones, el comedor y el posible acceso a las “aulas matinales”, un servicio de apoyo a las familias que ofertan algunos colegios y que consiste en ocupar a los niños con actividades antes de que comience el horario lectivo, desde las 7 hasta las 9 de la mañana.
Descartó la idea de “probar a ver qué tal le va a la niña unos años en el público, y si no está bien se le cambia” porque algunas de sus amigas siguieron esa estrategia y “ni están contentas, ni les han podido mover de centro”. No hay más que una escuela pública en la zona, insiste, y las concertadas están masificadas.
España es el cuarto país de Europa donde menos escuela pública hay en Secundaria y el tercero por la cola en Primaria; y ocupa el cuarto lugar en cuanto a presencia de colegios concertados, según datos Eurostat de 2015. La escuela concertada no sólo recibe cada vez más alumnos, también más inversión. Según el último documento proporcionado por el Ministerio de Educación, también de 2015, el gasto público en conciertos alcanzó ese año el máximo de toda la serie histórica.
“El sistema no avanza al mismo ritmo que los tiempos”
Mónica sí matriculó hace siete años a su hija en el colegio público que le “tocaba” según el mapa escolar, en Oviedo. Al empezar el curso no estaba contenta con el centro, trató de buscar una alternativa, pero se topó tantas veces con el muro de las plazas que desistió. Ahora, la niña ha superado el último curso de Primaria y tiene que volver a cambiar a un instituto de Secundaria. Han elegido uno público y esta vez Mónica sí está satisfecha porque, dice, es de calidad. “No sé por qué por elegir un colegio público tienes que renunciar en la mayoría de casos a la calidad. Muchos tienen las instalaciones obsoletas y el sistema está adaptado al Oviedo de hace 20 años, no ha avanzado con la sociedad”, se queja.
“Tampoco el reparto por distritos es proporcional, se queja, la distribución de las ciudades está cambiando, y el reparto de centros en Asturias no se corresponde con nuestras necesidades”.
Es más fácil conciliar si está cerca de casa
La cercanía de la escuela con el domicilio familiar o con el lugar de trabajo es uno de los requisitos que más valoran las familias a la hora de escoger colegio para sus hijos, una razón que pesa mucho más en ciudades grandes. Patxi Linaza es periodista y padre de dos niñas, vive en Madrid y cuando tuvo que elegir colegio no dudó que debía estar cerca de casa. “No tiene sentido recorrer 20 kilómetros para llevar al niño al cole o tener que pagar una ruta”. Además, cree que es beneficioso para la socialización de las niñas porque “pueden jugar con sus amigos en el parque más cercano todos los días, se relacionan en el colegio y fuera del colegio”.
Para Carla, la madre sevillana, la proximidad también fue determinante. “Le di mucha prioridad a la zona porque yo trabajo. Mi madre también vive cerca y si tengo alguna urgencia puede ayudarme, es cómodo para todos”. Esto sucede en muchas familias españolas: padres y madres para los que recurrir a la ayuda de los abuelos es lo más parecido a conciliar que conocen.
El otro (y único) recurso del que pueden echar mano para dejar a los niños en horas de trabajo son las clases extraescolares. Para Patxi Linaza las clases extraescolares son importantes: “No dejaría nunca de apuntarles, aunque no queden plazas en la actividad que a nosotros nos gustaría. Si no la hay, otra”. Hay padres que, por horario, se enfrentan a la dificultad de qué hacer con sus hijos a primera hora de la mañanas y valoran los servicios que muchos centros ponen a funcionar temprano: en torno a las siete, muchos colegios dan desayunos y ofrecen actividades hasta el comienzo de las clases.
“El bilingüismo no es determinante”
Yobana Ramón vive en Ponferrada (León). Cuando tuvo que elegir colegio para su hijo se aseguró de que tuvieran clases extraescolares dedicadas a aprender idiomas desde bien pequeños. Para ella fue determinante. Sin embargo, no lo fue para Patxi y Carla. Ambos han coincidido en que quizá el “concepto” de bilingüismo en los colegios españoles es demasiado “amplio”. Carla cree que “además existe una especie de moda u obsesión” en torno a los colegios bilingües. Reconoce que es necesario que los niños aprendan idiomas “pero quizá se empieza demasiado temprano”; se plantea apuntar a su hija a extraescolares de inglés cuando sea un poco más mayor, “tiene sólo cuatro años”.
Patxi tiene claro que “tienen que aprenderlo, porque, además, si en el futuro quieren entrar en un instituto bilingüe necesitarán hacer una prueba de acceso. Por lo tanto, hay que tomarlo en cuenta, como una carrera de fondo. Está bien que los colegios den esa opción. Mis hijas no van a un colegio bilingüe pero hablan inglés en casa”.
El programa de los centros bilingües suele combinar clases en inglés y en español. Cada vez son más los padres que los eligen, según los datos de Educación, que indican que en cinco años (entre 2011 y 2016) los alumnos se han duplicado en estos colegios. De la misma forma se multiplicaron los centros que lo ofertan: un 127% (de 2.300 en 2011 a 5.200 en 2016, la mayoría de ellos concertados).
Jornadas de puertas abiertas
Durante el periodo de inscripción, muchos colegios realizan jornadas de puertas abiertas. Es la mejor oportunidad para que las familias entren en el lugar donde van a pasar las horas, aprender y formarse sus hijos. Qué hay en las paredes, ¿son dibujos hechos por ellos mismos?; cómo están distribuidos los pupitres, la mesa del profesor (si la hay), las clases. Si es grande (como prefiere Mónica) o pequeño (como prefiere Carla). Cómo son los profesores: jóvenes, mayores, agradables, ariscos.
“Mi mujer es profesora de educación Primaria en un colegio público -explica Patxi- ha participado en las jornadas de puertas abiertas y me cuenta que a los padres les preocupa mucho si tiene catering o comedor propio; si tiene clases extraescolares lúdicas que se salgan de los idiomas, o que tengan precisamente clases extraescolares dedicadas a ello; y los profesores, aunque nunca se sabe cuál te va a tocar”.
“Mi hija está contenta, concluye Carla, igual que en la guardería. Al final yo creo que es eso lo que buscamos todos los padres, que los niños, además de aprender, se encuentren a gusto en el colegio, que hagan amigos y se diviertan”-