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“¿Para cuándo el hermanito?” Qué es la infertilidad secundaria y cómo abordarla

La infertilidad secundaria, no poder tener un segundo hijo, es una gran desconocida.

Lucía M. Quiroga

4 de marzo de 2023 22:38 h

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La infertilidad es un tema presente en casi todas las conversaciones sobre maternidad y crianza. Afecta a un porcentaje muy elevado de parejas: se calcula que entre el 16% y el 20% de las personas tienen o van a tener problemas para tener un bebé, según datos de la Sociedad Española de Fertilidad. Y la incidencia real podría ser superior, ya que esos datos se calculan en base a las personas que piden ayuda, pero mucha gente no lo hace.

Si la infertilidad es todavía un terreno desconocido, donde abundan los mitos y las falsas creencias, la infertilidad secundaria lo es todavía más. Según la definición de la Organización Mundial de la Salud, la infertilidad secundaria se refiere a la imposibilidad de conseguir un embarazo después de una concepción previa (o varias). Puede ser que la pareja no logre la fecundación, o bien que se produzcan abortos de repetición. Afecta, según datos de la organización internacional, a un 10% de las parejas. Y una de las diferencias fundamentales en su abordaje es que, en los casos de infertilidad secundaria, si la pareja quisiera acceder a tratamientos de fertilidad, la sanidad pública no los cubre, salvo excepciones contadas y algunas variaciones entre comunidades.

En plena búsqueda de un segundo embarazo se encuentra Isabel, que fue madre por primera vez en 2019. Ella tiene claro que no va a pasar por un tratamiento de fertilidad, así que, si no se queda embarazada de manera natural, se plantará. “Tengo 42 años y la sensación de que se me acaba el tiempo. Con mi primer hijo tuve un posparto muy complicado, con depresión. La primera vez tardé poco en quedarme embarazada, pero ahora llevo más de ocho meses y no consigo quedarme, lo estoy pasando mal. Pero además parece que como ya tienes un hijo no sufres, cuando eso no es verdad. Tengo un deseo que no se cumple, me gustaría que mi hijo tuviese un hermano. Pero tengo muy claro que no voy a ir a ningún tratamiento de fertilidad. Si me quedo por medios naturales bien, y si no, pues nada”, zanja.

Ana Belén Castrillo es periodista. La infertilidad secundaria se convirtió en un tema a investigar cuando la padeció en primera persona. “Es un problema que está mucho más presente de lo que se cree. La infertilidad secundaria es la hermana pequeña de la infertilidad, un tema todavía muy desconocido”, explica. “Después de un primer embarazo muy rápido y normal, cuando me puse a intentar el segundo no lo conseguía. Pasó tanto tiempo que me empecé a preguntar qué podía estar pasando, y tenía la sensación de que los médicos se quedaban en el ‘sota, caballo, rey’. Así que leí y aprendí mucho sobre el ciclo menstrual, la nutrición, las hormonas, las enfermedades autoinmunes o el estilo de vida, todas ellas cosas que pueden influir en conseguir o no un embarazo”, explica. Accedió a tanta información habitualmente desconocida que terminó resumiéndola en un libro, Todo lo que aprendí, en el que narra en primera persona su experiencia.

Mismas causas, pero más edad

La ginecóloga Carol Strate, con consulta en A Coruña, explica que las causas de la infertilidad secundaria son multifactoriales. “Hay muchas causas posibles, y tienen que ver tanto con el hombre como con la mujer. El problema añadido en la infertilidad secundaria es la edad, ya que si por ejemplo has empezado a buscar el primer embarazo con 35 años, puede que te estés planteando el segundo con 38 o 39, y ahí la edad sí que cuenta”, explica Strate. La ginecóloga propone un abordaje integral de este tipo de casos, teniendo en cuenta la perspectiva médica pero también la psicológica y la social.

Nagore Uriarte es embrióloga, sexóloga y psicóloga, y también ha estudiado los motivos de la infertilidad secundaria: “Las causas suelen ser las mismas que en la infertilidad primaria. Pueden ser por un factor femenino, asociadas a los óvulos; por un factor masculino, relacionadas con la calidad seminal; o bien por factores mixtos, del hombre y de la mujer. La diferencia es que estos factores se agudizan con el paso del tiempo, y pueden surgir problemas que no había unos años antes en el primer embarazo. Por ejemplo, si la calidad seminal del hombre era justita cuando tuvieron un primer hijo, cuando van a buscar el segundo puede ser más floja; y la reserva ovárica de la mujer puede haber empeorado o haber desarrollado una endometriosis, por ejemplo”, cuenta Uriarte.

Tanto Uriarte como Strate sugieren que se abra el foco y se investiguen bien las causas, no fijándose solo en la mujer, como suele hacerse, sino en la pareja: “La infertilidad afecta a todas las personas, independientemente de su sexo o género. Hace unos años se tendía a culpar de la falta de descendencia a la mujer, pero poco a poco vamos superando esa creencia gracias a los datos. Y es que, a grandes rasgos, un 30% de los casos de infertilidad están relacionados con factores femeninos, otro 30% con factores masculinos, otro 30% serían factores mixtos (esto es, tanto factores femeninos como masculinos) y luego nos quedaría un 10% que sería la esterilidad de origen desconocido”, explica Uriarte, citando datos de la Sociedad Española de Fertilidad.

Mitos y presión social

“Bueno, tranquila, si ya tienes otro bebé”. “Os resultará fácil conseguir un embarazo si ya tenéis más hijos”. “¿Para cuándo el hermanito?” Son algunos de los tópicos que han tenido que escuchar miles de veces las parejas que han sufrido este problema, del que se habla poco pero cuya incidencia es alta en las consultas de ginecología. “Tenemos que dejar de decir ya ese tipo de frases, ya que la búsqueda del embarazo es igualmente válida y se vive de una manera muy profunda en esas parejas o mujeres que no pueden tener más hijos después de uno o varios embarazos”, explica Carol Strate, quien reconoce que recibe muchas visitas en su consulta por este motivo.

Desde el punto de vista psicológico, la vivencia puede ser muy diferente a la de la infertilidad primaria –porque ya hay hijos previos, porque se confiaba en la facilidad del proceso, por la presión social– pero es también compleja. Para Strate, los casos son diferentes pero comparten rasgos: “Psicológicamente, una mujer con infertilidad secundaria es un perfil un poco distinto a una mujer que no tuvo ningún bebé. Buscan consuelo en ese primer bebé, no sé si porque lo dicen los demás o porque lo piensan ellas. Pero se les añade la presión de que el tiempo se les acaba, de que es ahora o nunca. Por eso son casos que hay que tratar igualmente con empatía, entendiendo la frustración y la presión social que sufren”, asegura.

Estíbaliz se quedó embarazada “fácilmente” con 23 años, pero cuando buscó el segundo hijo sufrió tres abortos espontáneos. “Psicológicamente me afectó mucho. Y la gente le quitaba importancia, me decían: 'Pero si ya tienes uno, ¿de qué te quejas?'

Nagore Uriarte, que también es psicóloga, insiste en la necesidad de validar la frustración que puede generar una situación como esta: “El duelo de la fertilidad perdida lo tienes que hacer igual. Todos nos presuponemos súper fértiles, y si luego resulta que no lo logramos es duro también. Cada camino de búsqueda de un embarazo es muy difícil, aunque se dé en distintas intensidades y situaciones. Por eso es tan importante cuidarse pero no solo a nivel de salud física, sino también de salud emocional y a nivel social”, asegura.

Una de las cosas que peor llevó Estíbaliz, una alicantina de 37 años, fue que le preguntasen continuamente que cuándo le iban a dar un hermanito a su hijo. Después de quedarse embarazada “fácilmente” con 23 años, cuando trató de buscar el segundo hijo la cosa se complicó: sufrió tres abortos espontáneos en cinco años. “Psicológicamente a mí me afectó mucho, habrá mujeres que lo vivan de otra manera pero yo sufrí. Y la gente le quitaba importancia, me decían: ”Pero si ya tienes uno, ¿de qué te quejas?’. Poco después de un aborto, una cuidadora de la guardería de mi hijo me preguntó que cuándo iba a tener el segundo, que mi hijo se hacía mayor. E incluso una amiga cercana, al saber que yo lo estaba pasando mal, me dijo que creía que estaba exagerando“, cuenta Estíbaliz.

“Parece que no te puedes quejar”

Comentarios muy parecidos y una angustia semejante es la que cuenta que vivió Ana, 37 años, que fue madre por primera vez hace cinco años. “El aborto secundario es un tema tabú absoluto. Tenemos que hablarlo de manera natural y hay que normalizarlo porque ayudaría mucho a llevarlo mejor”, comienza. Cuando intentó quedarse embarazada por primera vez, lo consiguió rápido: “Fue un embarazo normal, todo bien y todo felicidad. Pero cuando decidimos volver a intentarlo ahí sí hubo problemas. Van pasando los meses y no lo consigues, y eso te angustia mucho porque parece además que no te puedes quejar. En nuestro caso empezamos un tratamiento de fertilidad en clínicas privadas, porque como teníamos otro hijo no nos lo cubrió la Seguridad Social. Y hasta muchos meses después, de casualidad, no dimos con la tecla, que en nuestro caso descubrió un inmunólogo al que nos derivaron. Yo tenía anticuerpos antiembrión que eran lo que me impedía quedarme embarazada, así que empecé a tomar unas pastillas inmunodepresoras que me permitieron quedarme embarazada de manera natural al mes y medio”. Después de ese tratamiento, Ana está ahora mismo en la décima semana de su segundo embarazo.

Una prueba de inmunología fue lo que resolvió también el problema de Arantxa –nombre ficticio–. Así lo cuenta ella: “El nuestro es un caso resuelto. Después de un hijo y tres abortos, dimos con el problema y tuvimos dos hijos más. Visitamos a cinco ginecólogos, que no encontraban las causas de la infertilidad, y me daban como única solución la ovodonación. Pero alguien me supo orientar bien y me sugirió ir a un inmunólogo. Después de tratar mi problema de inmunología, de forma muy simple, nacieron mis otros hijos de forma natural”, cuenta Arantxa.

A pesar de que está en pleno crecimiento, las expertas señalan que la inmunología no es la solución para todos los casos. “Es un aspecto de la reproducción asistida que está en auge y puede ser la clave en algunos casos, pero no podemos decir que sea la clave de todos ya que, como decíamos, las causas de la infertilidad son muchas”, explica la embrióloga Nagore Uriarte.

Carol Strate recomienda siempre hacer una valoración individualizada del contexto de la pareja, estudiar los múltiples factores que pueden estar afectando. La ginecóloga sugiere que, en lugar de esperar el tiempo estipulado para empezar a preocuparse –un año en las parejas menores de 35 años, seis meses para las que superan esa edad–, conviene anticiparse y hacer una visita preconcepcional en ginecología: “En este tipo de consultas podemos hacer un abordaje integral del problema: estudiar el contexto de la pareja, sus hábitos de vida, encargar una analítica general donde se vea si hay problemas de tiroides, déficit de vitamina D, y en el caso del hombre hacer un seminograma, saber si es sedentario, si fuma… Son cosas sencillas que se pueden solucionar y que pueden estar afectando a la fertilidad. Pero en lugar de eso lo que se suele hacer es derivar a unidades de fertilidad que no tienen por qué ser la mejor solución para todas las parejas”, explica.

Inge es de Donosti, y su vivencia es un poco diferente a las demás. En su caso asegura no haber sufrido presión social, porque siempre ha contado abiertamente lo que le pasaba, en el trabajo y a las personas más cercanas. “Tuvimos una hija en 2019, y nos ha costado dos años quedarme embarazada del segundo. Entre los dos embarazos he tenido cuatro o cinco abortos, me hacían pruebas y no encontraban nada. Ahora estoy embarazada de 23 semanas, y por ahora va todo bien, aunque no acabo de estar tranquila por todo lo que pasé”, cuenta. Aun así, reconoce que consiguió el embarazo cuando estaba a punto de “tirar la toalla”. “Es muy duro y agotador, pero en mi caso el último intento funcionó”, reconoce.

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