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Historia (artística) de la lactancia materna: los cuadros que mostraron cómo es dar la teta

‘Butchershop Bliss’, de Esther Sarto

Déborah García

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Hay quien todavía piensa que la lactancia debe ser un acto relegado al espacio doméstico y muchos siguen llevándose las manos a la cabeza cuando ven a mujeres dando el pecho con naturalidad en el espacio público. A lo largo de la Historia del Arte, dar el pecho ha sido tan representado que no hay momento en el que no encontremos una obra que explique cómo se percibía entonces. Una imagen clásica junto con una de carácter religioso demarcan este tipo de representaciones.

La primera es la de la loba capitolina amamantando a Rómulo y Remo, la segunda, la de la Virgen dándole el pecho al niño Jesús, en una iconografía llamada Virgen de la leche, pero será sobre todo a partir del siglo XIX cuando el hecho de amamantar comience a ser profusamente pintado. Durante los siglos XVII y XVIII, pocos cuadros son reseñables desde el punto de vista de la innovación u originalidad. Mención especial para el cuadro no normativo de José de Ribera, donde pinta a la mujer barbuda Magdalena Ventura dando de mamar a su hijo delante de su marido.

El espacio doméstico

Casi todas las escenas que la Historia del Arte ofrece a partir de este momento comparten varias características. Primero, son presentaciones íntimas, asociadas a lo cotidiano, muy del gusto de las corrientes pictóricas del momento. Dar el pecho era algo propio del espacio doméstico y de la esfera de lo privado. La casa es el espacio asignado a las mujeres y por ende, para la maternidad. La mayoría de las representaciones tienen como trasfondo el hogar y los patios traseros de las casas. El cuadro de Renoir en el que se ve a su esposa Aline amamantando a su hijo Pierre en el jardín de su casa es arquetípico.

Para hallar durante el siglo XIX a otro tipo de mujeres dando el pecho en un espacio público, debemos esperar a cuadros en las que son representadas mujeres no europeas, ni blancas. Esas son las representaciones de las mujeres llamadas “exóticas”, que viven en un estado próximo al primitivismo, y en escenas como las que legó Paul Gauguin.

En Maternity II, varias mujeres observan como otra da de mamar a un bebé en plena calle. Es en este cuadro de Paul Gauguin, marcado por todo el exotismo y por todo el prejuicio de quién representa a los “salvajes”, donde encontramos hoy algo de contemporaneidad. En este tipo de representaciones es también habitual encontrar a las mujeres desnudas o semidesnudas y el tratamiento es menos pudoroso y convencional.

Autorretrato dando el pecho

Un caso digno de mención sería el de la artista alemana Paula Modersohn, que fue la primera pintora que dibujó su autorretrato desnuda y lo hizo, además y en varias ocasiones, dando el pecho. También fue junto a Mary Cassatt, que lo hizo en 1906, una de las primeras mujeres en pintar a otra mujer amamantando. A diferencia de sus coetáneos, Modersohn no tiene reparos en situar las escenas al aire libre, en posturas nuevas para el arte pero no para las mujeres, escenas llenas de verdad y no puesta en escena.

Muy interesante es el cuadro Madre y su hijo arrodillados, en el que una mujer de formas pronunciadas, se arrodilla en un círculo blanco, rodeada de manzanas caídas. Estar de rodillas no es una posición natural para amamantar: la pintura funciona en un orden simbólico. La mujer sostiene a su hijo cerca de su pecho igual que el árbol puede sostener sus manzanas: es un sistema de vida cerrado. El rostro de la madre está en sombra, mientras que sus pechos están iluminados, lo que sugiere que lo que importa es su cuerpo separado de su individualidad.

A menudo se dice y se repite que todo el siglo XIX está marcado por ese carácter íntimo y privado de la mujer confinada que da de mamar en casa.

Hacerlo en otro contexto es algo solo reservado a las llamadas “salvajes”, a los no-civilizados, o a mujeres como Paula Modersohn, que representan la maternidad de primera mano. No deja de ser curioso que este tipo de representaciones más libres hayan sido tachadas de primitivas, cuando no hacen sino mostrar un acto natural. Los colegas pintores hombres seguirán asociando lactancia al espacio doméstico y a lo primitivo. Los únicos testigos de estos momentos suelen ser niños, como se ve en el cuadro de Evert Pieters o en el de Konstantin Makovsky.

Hombres que lactan

En el siglo XXI cuesta encontrar escenas y cuadros en los que otras realidades asociadas a la lactancia sean representadas. En el año 2019, en el Times apareció una de las primeras ilustraciones en abordar sin tapujos la lactancia masculina. El artículo con la ilustración de Eleanor Davis hacía referencia a esas nuevas realidades: hombres trans que daban el pecho, hombres cis que tras hormonarse serían capaces de amamantar, o el caso estudiado por Tamar Reisman de una mujer trans que bajo su supervisión había podido dar el pecho tras someterse a un tratamiento hormonal.

Cuando se tuvo conocimiento del caso, otra vez aparecieron los sectores más críticos y conservadores calificándolo de antinatural, pero no deja de ser curioso que algunas de las primeras imágenes que surgen en la Historia sobre lactancia alternativa se encuentren perfectamente descritas en los textos de Aristóteles, en el Talmud, o incluso la Biblia. En el siglo IV a.C., el filósofo Aristóteles observó que algunos hombres podían producir leche apretándose los senos. En algunas traducciones de la Biblia, en el versículo de Job 21-24 los pechos del desnutrido Job se describen como llenos de leche. Y también, en el Talmud de Babilonia, encontramos la historia de un hombre viudo cuyos pechos se abrieron para amamantar a su hijo.

De hecho, una de las imágenes más potentes que ha legado la Historia del Arte relacionada con la lactancia y la piedad es la llamada Caritas romana que aparece a lo largo de los siglos como Cimón y Pero. En estas representaciones, una mujer, por piedad da el pecho a su propio padre para evitar que muera de inanición. Este motivo ha sido encontrado tanto en los frescos de Pompeya como en las obras de artistas diversos como Rubens, Vermeer e incluso Caravaggio.

Un dispositivo para dar la teta

Para terminar, hay que señalar dos obras que dialogan a la perfección con las rupturas que se han dado en el contexto de la lactancia y de los roles asociados a la lactancia. La primera es la de Esther Sarto, que establece un contraste simbólico entre el hecho de amamantar y la carne. Esa especie de fondo cárnico, donde el rojo es protagonista y se opone al blanco puro y típico con el que es asociada la leche, reflexiona de manera genuina sobre la lactancia como una pequeña muerte, quizá para la madre, y que las aves colgadas y los cachos de carne no dejan de resaltar. Es fundamental también que se muestre el hecho de amamantar en un momento ordinario, parece que está haciéndolo durante la jornada laboral e intenta conciliar su maternidad con el trabajo.

El segundo cuadro, también muy revelador, es Tupperware Party de Lexi Strauss (2013). En el cuadro, un hombre oriental de mediana edad se dispone a amamantar a un bebé con unos pechos artificiales que lleva sujetos al cuello. Un cuadro que es ya una realidad y que la empresa japonesa Dentsu ha comercializado. 

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