Ibone Olza: “Donde antes había un grupo de lactancia y comadres ahora hay cuatro consultoras que te cobran”
Cuenta la psiquiatra infantil y perinatal Ibone Olza (Lovaina, 1970) que en nuestra cultura la buena madre no es como una loba ni una leona salvaje, sino más bien un animal domesticado que sabe dónde están los límites del sistema y raramente se atreve a traspasarlos. “Al no poder expresarse, ¿qué sucede con esa conducta agresiva? ¿Hacia dónde dirigimos toda esa rabia?” Olza considera que esa agresividad mamífera “en ocasiones la dirigimos contra nosotras mismas transformándola en sentimiento de culpa”.
La autora de Parir (Vergara, 2017) narra en su nuevo libro Palabra de madre (Vergara, 2022), cómo a través de su experiencia maternal, así como de sus tres partos por cesárea y la carrera profesional como médica, ha ido configurando su sentir reivindicativo. Ibone Olza es una de las mujeres que forman El Parto es Nuestro y lleva más de viente años peleando por las mejoras en los derechos reproductivos de las mujeres, así como el respeto de los derechos de los niños y las niñas. Abre buenos debates y apunta cantidad de reflexiones interesantes.
Las bajas laborales antes de parir son una reivindicación suya recurrente. Cuenta que en su segundo embarazo estaba en la semana 37 y continuaba con guardias de 24 horas en urgencias de psiquiatría y una paciente le pegó fuego a una cama.
Lo reivindico muchísimo. Es urgente. Todavía se piensa que trabajar hasta el final del embarazo es una señal de salud y yo creo, y lo digo por mi experiencia y por lo que he visto en todas las madres que he atendido y los bebés que he visto nacer prematuros... que es importantísimo cuidar el final del embarazo. Tendría que ser una baja retribuida para todas las gestantes independientemente de si tienen o no tienen trabajo. Además creo que socialmente sería un ahorro porque que la madre esté bien, descansada y que llegue a término al final del embarazo, previene cantidad de problemas. Gestar es un trabajo físico y psíquico muy importante y poder dedicar el final del embarazo solo a esto tendría que ser incuestionable. La mitad de los partos prematuros se considera que son por estrés materno y hay evidencia científica de que el estrés afecta al neurodesarrollo de los bebés.
“Pasé los últimos dos meses de baja, esta vez sí pude parar. Me sorprendió el cansancio que implicaba gestar”. Estaba usted en su tercer embarazo. ¿Nos escuchamos poco?
Estamos acostumbradas a disimular, a pasar por encima de nuestro cansancio hasta a disimular los dolores de la regla. Hemos interiorizado el modelo de súper mujer, de pensarnos que podemos con todo. Y si somos jóvenes y sanas creemos que lo normal es seguir produciendo y funcionando. Leía en el libro de Diana Oliver que encima, cuando nos ofrecen ayuda, lo primero que nos sale es negarla. Nos cuesta horrores escuchar al cuerpo y pedir ayuda. Estamos acostumbradas a tirar para adelante con todo y al final el cuerpo peta por muchos sitios: la que no acaba teniendo un problema físico tiene uno de salud mental. Estamos absorbidas por la lógica capitalista y no somos conscientes ni del esfuerzo que hacemos ni de la factura que nos pasa.
Usted tuvo tres hijos por cesárea de urgencia. ¿Por qué algunas mujeres en la misma situación sienten que les han robado el parto?
Es que en muchos casos nos roban literalmente el parto. Muchas tenemos la sensación de que nuestro cuerpo quería parir y solo necesitábamos acabar el trabajo a nuestro ritmo, pero no nos dejaron. La sensación de que nos han asaltado, nos han abierto el vientre y se han llevado a nuestro bebé. Y nuestro cuerpo se queda con la sensación de querer acabar el parto. Solo hay que ver las cifras de cesáreas que denuncia la OMS para ver que es cierto, que muchos son partos robados. En muchos casos con otro tipo de atención y de cuidado, muchas hubiéramos podido parir perfectamente. Y luego, a nivel intelectual, somos conscientes de que algunas cosas en nuestros partos no lo han hecho bien y es muy doloroso.
¿Por qué psicológicamente es tan importante parir como deseamos?
Hay todo un proceso neurohormonal. El parto en la especie humana está preparado para que tenga un impacto psicológico muy potente en nosotras mismas. Desde el punto de vista médico siempre se veía como una cuestión mecánica y física, pero en las últimas décadas hemos visto que también es un proceso psicológico. Y si el parto va bien, no solo facilita el encuentro con el bebé, sino que todo va más rodado: tanto el puerperio, la lactancia, como la crianza. El parto es un estado alterado de conciencia y hay un escenario neuroquímico muy específico, y cualquier cosa que vivimos estando de parto nos afecta muchísimo más que no estando. Por ejemplo, una frase de desprecio o una mala mirada. Sin estar de parto puede que no nos afecte, pero estando en el estado de vulnerabilidad del parto esto queda profundamente grabado y encima nos vuelve constantemente a la cabeza. El entorno muchas veces nos dice que no le demos más vueltas y nos centremos en el bebé, pero aunque quieras no puedes. La cabeza sigue repitiendo la película.
Cuando estaba usted haciendo el trabajo de parto del tercer niño, ya con la mente en el “planeta parto”, dice que en esa intensidad necesitaba cerrar algunos “duelos pendientes” como si fuera “la traca final del trabajo psíquico propio de la gestación”.
El proceso psíquico del embarazo es precioso: igual que el cuerpo hace un trabajo físico al gestar, la mente se prepara para criar a ese bebé. Consiste en “lavar los trapos sucios”. La mente limpia, es lo que se llama 'transparencia psíquica', así que durante el embarazo vienen a la mente los traumas pendientes o los duelos. Por eso es un momento muy bueno para hacer psicoterapia. Es por esto que muchas mujeres durante el proceso tienen malestar o se encuentran con síntomas psicológicos que muchas veces tienen que ver con su infancia. En el parto a veces pasa que se detiene, y si la matrona acompaña bien, justo antes de empujar, solo se necesita pegarse una llorera y dejar que afloren historias. Si la matrona es capaz se escuchar y la mujer llorarlo y soltarlo, ya está, luego ya el parto va con normalidad. Es un momento muy especial y que cura. Eso me pasó a mí: en mi tercer parto me vino una pena enorme de no haber podido abrazar a mis bebés recién nacidos.
Creó un espacio donde mujeres hablaban sobre sus cesáreas con dolor o rabia. Poco a poco el proyecto fue haciéndose grande y acabó siendo la asociación El Parto es Nuestro. Ya no es solo cesáreas sino todo tipo de partos y la actividad va mucho más allá de reivindicar el buen trato en paritorio.
Empezamos con El Parto es Nuestro hace veinte años, apoyando a mujeres que habían tenido cesáreas, pero también empezaron a llegar madres que explicaban sus partos horribles con fórceps, por ejemplo. Nos dimos cuenta que muchísimas practicas estaban desaconsejadas por la OMS. Esta rabia nos movió al activismo. Los primeros años fueron muy duros porque era como ver una realidad que nadie más veía. Por eso me alegro tanto de que se hable de violencia obstétrica en los medios, ya que durante muchos años se nos tachaba de locas. Creo que estamos viviendo un momento muy duro. Todas las asociaciones y los grupos de apoyo estamos viviendo algo muy parecido. Ahora hay un fuerte movimiento de influencers y mujeres que están haciendo la labor de forma muy individual. Esto es una jugada del capitalismo. Ahora la vocación de ayudar a otras se está mercantilizando. Hay instagramers de la crianza y consultoras que buscan una profesionalización, y creo que el trabajo altruista y de apoyo mutuo es muy muy importante. Así que profesionalizar estas funciones es una trampa. Donde antes había una grupo de lactancia y era un grupo de comadres que se juntaban charlaban y hacían meriendas... ahora hay cuatro consultoras de lactancia que cobran por consulta.
¿Cómo se pone las necesidades de las madres en el centro? ¿Qué puede hacer la política para que así sea?
Hay que preguntar y escuchar a todas las madres. Y primero a las madres con bebés con discapacidad o de hijos mayores con discapacidad. También a las madres excluidas, a las refugiadas y a las que tienen problemas de salud mental. Así que primero las mujeres más vulnerables. Ellas tienen un montón de ideas y a veces necesitan más flexibilidad y facilidad en cosas sencillas como poder subir en autobús con un carrito hasta permisos de maternidad y paternidad transferibles. Y yo me pregunto: ¿por qué no se nos facilita que usemos los espacios públicos como las escuelas, los centros sociales o los ayuntamientos para encuentros de madres o para que jueguen los niños? ¿Por qué todo tiene que pasar por lo privado o por la pasta? También tendría que mejorar la atención a domicilio: ¿Por qué en el posparto no se prioriza que la matrona o la enfermera vaya a las casas? ¿Por qué no hay una atención psicológica pública? Todo esto implica pensar en qué estamos gastando dinero y repensar las prioridades sociales. En Nueva Zelanda hay un sitio en el que, si estás puérpera, vas allí y unas enfermeras atienden al bebé durante unas horas para que tú puedas dormir o hacer lo que necesitas. Y puede que esto evite que una mujer llegue al borde de un ataque de nervios.
Una de sus batallas ha sido que en las UCI de neonatos puedan entrar 24 horas las madres y padres. ¿Por qué?
Esto es una urgencia absoluta. Se piensa que los bebés no se acuerdan de nada y no se enteran. Y no es así: los bebés perciben y sienten. Lo que hemos vivido siendo bebés, en esos primeros dos años de vida, queda profundamente grabado e impacta de por vida. La cuestión de la UCI es una cuestión de derechos humanos. Los bebés necesitan el contacto humano tanto como el alimento. Si no están con seres queridos la vivencia que pueden tener es de abandono, y si dura mucho tiempo puede afectar y dejar secuelas. Los bebés prematuros que están separados de sus madres se mueren más que los que están en canguro. También se necesitan psicólogos y psiquiatras en la UCI neonatal. Hay que cuidar la salud mental de todos: la salud del bebé que llega y la de las familias que crían. Nuestro sistema está deshumanizado y para mí es absolutamente patriarcal. He ahí el patriarcado: romper vínculos y crear jerarquías y desigualdades.
¿Cuándo empiezan a recordar los niños el dolor, la pena y el trauma?
La memoria la llevamos puesta, la llevamos en el cuerpo. Es una memoria corporal. Los bebés tardan hasta los dos años de vida en adquirir el lenguaje. Los primeros recuerdos, las imágenes, son en torno a los tres o cuatro años. Pero de lo que ha pasado antes, aunque no tengamos la palabra y no lo podamos contar, nuestro cuerpo lo recuerda y es como un patrón, como un molde de escayola. En ocasiones, en una persona adulta por ejemplo, cómo reacciona ante distintas situaciones tiene que ver con ese patrón, con esa memoria grabada de los dos primeros años de vida.
¿Cómo vulneramos las madres y los padres los derechos de los menores?
Uy, hay gente que a día de hoy sigue defendiendo hasta el cachete. Esto es una violencia y una vulneración absoluta. Si doy un tortazo a una persona adulta esto puede llevarme al juzgado, ¿por qué no puedo pegarte a ti y a un hijo de cinco años sí? ¿Resulta que ser madre o padre nos da la autoridad de infligir una lesión física a un hijo? Vulneramos los derechos cuando pensamos desde el adultocentrismo, creyendo que por ser menores tienen menos derechos. El derecho a la integridad física y psíquica y el derecho al buen trato es universal. En ocasiones vulneramos sus derechos sin darnos cuenta porque venimos de esa idea de que no se enteran o que como adultos tenemos que ejercer un poder sobre ellos. Y no es poder, es un cuidado y una responsabilidad.
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