Durante años ha sido complicado hablar públicamente de la infertilidad, que siempre se ha considerado un tema tabú. Últimamente, la conversación se ha ido normalizando, y cada vez son más las mujeres que se atreven a compartir sus procesos y a buscar apoyo en otras personas en la misma situación. Endometriosis, reserva ovárica, fecundación in vitro u ovario poliquístico son términos que ya resultan familiares a quien se acerca a esta realidad. Pero todavía existe un aspecto de la infertilidad del que no se habla, o se habla muy poco: la infertilidad masculina, que sigue siendo el tabú dentro del tabú para las parejas heterosexuales.
“Siempre se ha pensado que si una pareja no podía tener descendencia, era por algo de la mujer y que el hombre no tenía problemas. Se tendía a culpar de la falta de descendencia a la mujer, pero poco a poco vamos superando esa creencia gracias a los datos”, explica la embrióloga y psicóloga Nagore Uriarte. Los datos a los que se refiere hablan por sí solos: según la Sociedad Española de Fertilidad, un 30% de los casos de infertilidad están relacionados con factores femeninos, otro 30% con factores masculinos, otro 30% corresponde a factores mixtos –una combinación de factores femeninos y masculinos– y un 10% se reserva a la esterilidad de origen desconocido. Es decir: existe el mismo porcentaje de hombres que de mujeres que tienen problemas para tener hijos.
A pesar de los datos, son pocos los hombres que se atreven a hablar públicamente de lo que les pasa –de hecho, de los cuatro que hablan en este reportaje, solamente uno ha accedido a hacerlo con su nombre real–. El desconocimiento, la vergüenza y la culpa suelen estar detrás de este silencio. Para el psicólogo y coach Carlos Postigo, que acompaña a pacientes con este problema, la infertilidad masculina sigue siendo un tabú. “Los hombres lo viven con vergüenza en su círculo más cercano, porque se nos educa para ser el macho fértil. Así que cuando se tienen problemas para ser padre, aparecen sentimientos como la vergüenza, el miedo a la risa fácil por parte de otros hombres. Muchos no lo cuentan por no aguantar ciertos comentarios”, cuenta este profesional.
Es el caso de Carlos –nombre figurado–, que a sus 36 años lleva más de siete buscando descendencia. Su experiencia encaja dentro de las causas mixtas de infertilidad, ya que su pareja también tiene dificultades. Su entorno no sabe nada, excepto dos familiares cercanos a los que se lo ha contado ella: “Prefiero llevarlo en privado, no lo cuento a nadie. Para mí sigue siendo un tabú, mucha gente sigue instalada en la ignorancia y para pasar un mal rato es mejor que no lo sepan, porque se pueden reír. Por ejemplo, el típico comentario de otro tío que te dice: ‘No puedes tener hijos, ¿eh? Pues no eres un machote. Mira yo, que tengo tres…’”.
Desde la Red Infértiles, una asociación que agrupa a pacientes para abordar el problema desde lo colectivo, confirman este estigma. Helena Fernández es su presidenta. “Dentro de la infertilidad, que ya es un tabú, la infertilidad masculina es el tabú dentro del tabú. A día de hoy seguimos pensando que la esterilidad masculina afecta a la virilidad. Hay un estigma que hace que no se atrevan a contarlo por miedo a recibir todo tipo de chascarrillos o comentarios hirientes: el ‘déjame a tu mujer que ya la embarazo yo’ o el ‘vaya hombre eres si no puedes tener hijos’”, denuncia. De hecho, a la asociación se adhieren mayoritariamente mujeres. “Todavía hay muy poquitos hombres que se acercan a nosotras para buscar ayuda, y es que sigue habiendo un gran desconocimiento de esta enfermedad, aunque las causas afecten por igual a hombres y mujeres”, asegura la presidenta.
Uno de los hombres que sí habla abiertamente de su situación es Gerardo. Tiene 42 años y vive en Madrid. Para él, hablar de lo que estaba pasando le ayudó a superar el mal trago. “Es importante hablar de este tema, a nosotros nos ayudó mucho conocer gente con el mismo caso. Y luego incluso amigas nuestras que han decidido ser madres solteras nos han consultado. Fue hace tiempo ya y no recuerdo bien mi diagnóstico, pero después de un año intentando nos hicimos las pruebas y salió que mi esperma era una mezcla entre vagos y mutantes”, cuenta.
Causas de la infertilidad masculina
Los espermatozoides “vagos y mutantes” de Gerardo son, técnicamente, astenozoospermia –con mala movilidad– y teratozoospermia –con morfología alterada–. Son dos de los problemas más frecuentes de infertilidad masculina, junto con la oligozoospermia –un bajo número de espermatozoides en el semen–. Todos ellos suponen una alteración en los parámetros seminales, y la causa no siempre se conoce.
Desde el Instituto Bernabéu de Medicina Reproductiva llevan años investigando este tema, y apuntan además que hay dos tipos de infertilidad en el hombre: “La absoluta, que supone la imposibilidad de tener descendencia, y la relativa o subfertilidad, en la que el hombre necesita más tiempo del normal para que se produzca el embarazo”. En cuanto a las causas, apuntan a las congénitas –con las que se nace–, como es el caso de trastornos anatómicos u hormonales, malformaciones de los órganos sexuales masculinos; o a causas secundarias, como el consumo de drogas, infecciones genitales, fármacos, radiaciones o contaminantes ambientales.
Una de sus líneas de investigación es la progresiva bajada de la calidad del semen en los últimos años. Hace unas semanas, presentaron un informe en el que se explica así: “Una de las principales causas que ponen en jaque la fertilidad es que tanto la calidad como la concentración de esperma se han reducido drásticamente en un 51% a nivel mundial. El ritmo de descenso es enorme: desde 1973, la concentración de esperma ha disminuido a un ritmo anual de 1,16% y, con el cambio de siglo, a una velocidad de 2,64%”. La doctora Cristina García-Ajofrín es la coordinadora médica del Instituto Bernabéu en Madrid, e incide en esta idea: “La calidad del semen ha tenido una bajada general en los últimos años, incluso en los hombres fértiles. Esto se debe a los cambios en los hábitos de vida, con más sedentarismo y peor alimentación, así como el consumo de tóxicos como el tabaco, el alcohol y otras drogas, o los factores ambientales”.
La doctora reconoce que de la infertilidad masculina se sigue hablando menos a nivel social, pero asegura que a nivel médico sí se aborda: “En el estudio básico de la pareja infértil, una de las primeras cosas que pedimos es un seminograma –una prueba que evalúa la calidad del semen–”. Su compañera Leyre Herrero, coordinadora de laboratorio en el Instituto Bernabéu, ahonda en la misma idea. “Cuando una mujer y un hombre vienen a consulta, hay que abordar al hombre también. De hecho, en muchos casos las causas de la infertilidad son mixtas. Además, en el hombre la patología es menos limitante, en laboratorio podemos hacer muchas cosas: preparar el semen, hacer lavados de la muestra seminal y seleccionar los mejores espermatozoides, algo que estamos mejorando incluso con técnicas de inteligencia artificial”, detalla.
Cuando Urko –que también prefiere utilizar un nombre figurado– recibió su diagnóstico, lo pasó mal. “Me dijeron que tengo un factor masculino severo, es decir, que tengo pocos espermatozoides, lentos y con mala morfología. Eso tiene un nombre muy largo que no me sé, y tampoco conozco las causas, porque no han dado con ellas. O sea, que tiene poca solución. Y se pasa muy mal, siento mucha impotencia de no poder hacer nada para prevenirlo ni para solucionarlo”, cuenta. Tampoco en su entorno lo habla abiertamente, aunque asegura que no le importaría que se enteraran: “Lo sabe muy poca gente, pero no porque sea un tema tabú, sino porque queremos llevarlo en secreto para dar la sorpresa si lo conseguimos”.
Acompañamiento psicológico
Tampoco la familia de Ignacio –otro nombre ficticio– conoce su situación. Habla de ella su mujer, Teresa, que también prefiere ocultar su nombre real para no ser reconocible. “En nuestro caso el factor determinante era el masculino, ya que mi marido padece azoospermia. A su familia seguro que no le ha dicho nada, y a la mía tampoco, pero creo que algunos de sus amigos sí lo saben. Aunque ni siquiera tengo claro lo que les ha dicho exactamente”, dice. Para ellos, igual que en el resto de los casos consultados, el acompañamiento psicológico ha sido fundamental. “Nos ha ayudado a permanecer unidos como pareja, a hablar abiertamente entre nosotros de nuestros sentimientos y a saber qué esperar de todo este proceso”, cuenta Teresa.
La psicóloga y embrióloga Nagore Uriarte acompaña, entre otros, a dos de los hombres que han hablado para este reportaje: Urko y Carlos. “Tanto con hombres como con mujeres, trabajo mucho la aceptación de la situación y para ello es clave poder entender bien el proceso que se está viviendo, los detalles y lo que se puede esperar de cada tratamiento para poder gestionar las expectativas. Es verdad que la gran mayoría de las personas que me contactan son mujeres heterosexuales y que, en la mayoría de los casos, suelo ser yo la que abre la puerta a hacer sesiones en pareja o con ellos solos. Pero también hay casos en los que desde el principio acuden ambos a terapia o que son ellos mismos los que dan el paso de acudir al psicólogo por su cuenta, y diría que cada vez más hombres dan ese paso”, explica. Para el psicólogo Carlos Postigo, una de las claves del acompañamiento también consiste en ayudar a aceptar el duelo. “Igual que en toda pérdida, hay que pasar un duelo para aceptar lo que te está pasando, y trabajar desde ahí”, asegura.
Desde la Red Infértiles, Helena Fernández apunta otra clave: “Cambiar la mentalidad y concienciar socialmente”. “Como sociedad, debemos saber de dónde venimos, conocer a fondo esta enfermedad y normalizar que esto no es un problema solo de nosotras, que de hecho afecta igual a hombres y a mujeres. Debemos dejar de vivirlo desde la culpa, que no es culpa de nadie, y empezar a normalizarlo”, concluye.