“¡Árbitro, maricón!”, “¡Machácala, que eres mejor que ella”, “Si ganáis hoy os invito a comer fuera”. Este tipo de comentarios se pueden escuchar habitualmente en partidos, competiciones o carreras infantiles. Incluso en entrenamientos. Son espacios donde los niños y niñas asisten para practicar deporte y divertirse, pero en ocasiones acaban sometidos a presión por parte de los adultos. Padres y madres o entrenadores proyectan a veces una exigencia que puede perjudicar mucho a la experiencia deportiva de los más pequeños.
“Claro que lo hemos vivido, muchísimas veces, y eso que siempre hemos apuntado a mi hijo a escuelas más respetuosas. Pero aun así ocurre. Sin ir más lejos, el fin de semana pasado, en un partido de fútbol infantil, donde los papás y las mamás del equipo contrario insultaron al árbitro y al entrenador de nuestro equipo”. Quien habla es María, madre de Luis, de 12 años. Él ha practicado otros deportes, como vóley o baloncesto, pero el peor ambiente se lo encontraron en el fútbol.
Coincide con ella Aniuzka Alejos, madre de tres niños de 11, 6 y 5 años. En su caso, la familia decidió apartar a los niños de un ambiente que no les gustaba: “En los partidos había muchísima violencia –asegura Aniuzka– así que lo cambiamos por el ciclismo”. Ahora están mucho más contentos, creen que sobre la bicicleta los valores son diferentes: “Aquí lo importante es disfrutar, pasárselo bien, aprender y tratar con respeto a los rivales. La deportividad y el compañerismo se potencian mucho, y eso es fundamental”, cuenta.
El profesor de la UOC Xavier Pastor, experto en resolución de conflictos e impulsor de proyectos de mediación deportiva, es crítico con la hiperexigencia hacia los deportistas más jóvenes: “Si nos concentramos en los resultados, es posible que el estímulo se mantenga si estos son positivos. Pero cuando no se obtengan buenos resultados, aparecerán pensamientos y comportamientos negativos, que se concentran en la búsqueda de culpables”, explica.
Según él, la clave para conseguir que niñas y niños disfruten del deporte está en enfocarse en lo lúdico: “Cuando ponemos el énfasis en la práctica del juego, en el cómo y no tanto en el qué, el estímulo es constante, porque se busca la superación deportiva, personal, de equipo, y el crecimiento de los deportistas, del equipo y del entrenador”, asegura el experto.
Buen trato
Marta es entrenadora de natación desde hace años. Cuando empezó a entrenar, reconoce, reproducía los métodos que habían utilizado con ella cuando competía: hiperexigencia, tensión e incluso descalificaciones a niños y niñas bastante pequeños. Sin embargo, con el paso de los años fue ganando experiencia y cambió su manera de relacionarse con los alumnos. Ella también sostiene que un buen trato y una motivación sin presión mejoran el ambiente y los resultados: “Reconozco que yo misma soy muy exigente y les pido bastante a mis niños y niñas, pero creo que hay que hacerlo con respeto y sin enfados. Si no, la presión es insostenible”.
Desde que es madre, además, ha rebajado esta exigencia. “No me gustaría que mi hija sintiese la presión de un entrenador muy exigente o de unos padres que proyectan en ella sus aspiraciones, aunque sé que esta segunda parte para mí es la más difícil, ya que yo misma lo viví así”, asegura.
Para Neus Nuño, profesora responsable del máster universitario de Psicología Infantil y Juvenil de la UOC, el papel de familias y entrenadores es fundamental en el desarrollo de las actividades infantiles. “El problema cuando hay entrenadores exigentes y padres obsesionados con que su hijo sea el mejor o juegue más minutos es que el niño sufre las consecuencias. Desde físicas, ya que se disparan las lesiones y aparece el síndrome del deportista quemado, hasta psicológicas, con cambios de humor bruscos, irritabilidad, cansancio excesivo, pérdida de interés o bien obsesión por el deporte y pérdida de confianza en sí mismo”, enumera la experta. Aunque a veces sea difícil encontrar un equilibrio, Nuño propone establecer bien el límite entre el apoyo al niño y la presión excesiva: “Mostrar interés por su afición es fundamental, pero un exceso puede traducirse en presión y expectativas demasiado altas que pueden aumentar el estrés”, asegura.
En ese punto se encuentra Esther, cuya hija, de nueve años, practica gimnasia rítmica desde los cinco. Lo hace a alto nivel, compite en categoría nacional. “Mi hija entrena mínimo cuatro días a la semana, entre tres y cuatro horas diarias, en temporada normal; si tienen que preparar algo, entrenan incluso más. Esto requiere un esfuerzo altísimo de las niñas, pero también de las familias. Por ejemplo, no tenemos ningún fin de semana libre, siempre hay competiciones. Las niñas son muy pequeñas y tienen mucha presión. Por eso nuestro papel como padres, y también el de la entrenadora, es muy importante. En su club tienen incluso una psicóloga para ayudarlas a canalizar los posibles problemas. Los adultos debemos acompañarlas en su esfuerzo y ayudarlas a llevar mejor la presión. Al final, no dejan de ser niñas”, asegura.
Decálogo de buenas prácticas
Los dos expertos de la UOC citados han elaborado un decálogo de buenas prácticas en la práctica deportiva infantil, para conseguir que niños y niñas establezcan una relación sana con el deporte. Las recomendaciones pasan por priorizar la formación y el aprendizaje sobre los resultados; poner en valor el compromiso, la disciplina, el respeto, la empatía, el trabajo en equipo y la superación; animar y acompañar al menor en la práctica deportiva sin presiones; disfrutar en familia y no sufrir con el deporte; escuchar al niño, proporcionarle un espacio seguro y de confianza donde pueda expresar cómo se siente; apoyarlo, sea cual sea su rendimiento, valorando su esfuerzo y comunicándoselo; y dar importancia a la práctica del deporte de por sí, desvinculado de los triunfos o las derrotas.
También el Ministerio de Sanidad ha editado una “Guía para padres sobre actividad física y salud”, en la que se incluyen una serie de pautas para que la práctica deportiva sea positiva para niños y niñas. Las recomendaciones coinciden en buena medida con las anteriores: pasárselo bien, compartir experiencias con la familia, jugar entre iguales y probar diferentes modalidades. También señalan una serie de prácticas no recomendables: es negativo para los niños y les desmotiva sentir presiones e imposiciones externas, dar más importancia a ganar que a jugar o sentirse ridiculizado.