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Lyona, ilustradora: “Aceptar que tienes problemas de fertilidad duele y hacerlo en público no es fácil”

Sara Luque

25 de noviembre de 2021 22:32 h

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En el quinto episodio de la tercera temporada de Sex Education, Jean Milburn -interpretada por la actriz Gillian Anderson- está en el hospital sometiéndose a una ecografía rutinaria. Está embarazada, tiene 47 años y el médico le pregunta: “En las notas dice que no quiere saber el sexo, ¿ha cambiado de opinión?”. “No quiero, gracias. Prefiero esperar”, contesta Jean. Entonces, con tono paternalista y condescendiente, el doctor afirma que es lo que eligen muchas mujeres mayores, “quieren concentrarse en un embarazo seguro”, añade y le hace un repaso de las posibles dificultades a las que se puede enfrentar por un embarazo tardío. Ella le asegura que ya le han contado esto muchas veces y que sabe a lo que se enfrenta. El médico apostilla: “Es fácil olvidar que ser un progenitor mayor puede afectar negativamente a la vida de los hijos”. “¿Tiene hijos, doctor?”, pregunta ella. “Sí, dos”, responde él. “¿Y piensa que tener un padre que es un gilipollas habrá tenido un efecto negativo en sus vidas?”, concluye Jean.

Sobre ser madre a partir de los 40 reflexiona en su nuevo cómic la ilustradora y realizadora Marta Puig, más conocida como Lyona, que cuenta su proceso personal hacia la maternidad tardía, los tratamientos de reproducción asistida y todas las dificultades que conllevan en Madr¿eh? (Random Cómics, 2021). Desde el humor, la cotidianidad y con la intención de acercar una realidad cada vez más frecuente a todo tipo de públicos, Lyona narra una historia llena de altibajos, de incertidumbre y, muchas veces, de soledad.

En los últimos diez años, la edad media de la primera maternidad en España ha aumentado de los 29 a los casi 32, según datos del INE. Las razones para no ser madre están relacionadas con la precariedad, la falta de estabilidad económica y el deseo de las mujeres de desarrollarse en otros aspectos vitales que no tengan que ver con la crianza. Los tratamientos de reproducción asistida o la congelación de óvulos han hecho que las posibilidades de ser madre más allá de los 40 aumenten. Pero el camino puede ser largo y complicado.

Enfrentarse al tabú de la infertilidad

Lyona sabía que quería ser madre desde que tenía 18 años pero sus circunstancias personales, el trabajo y un entorno en el que veía cómo otras mujeres lo iban retrasando y lo conseguían, la llevaron a esperar hasta los 38. Es en ese momento en el que, tal y como ilustra en este cómic, empieza a conocer mejor cómo funciona el aparato reproductor femenino. Descubre los test de ovulación, que las mujeres tienen una ventana fértil de cinco días al mes, que la reserva ovárica cae en picado a partir de los 37 años y la prueba de la hormona antimülleriana, que sirve para determinar la capacidad de una mujer para producir óvulos fértiles.

“Vas viendo que todo el mundo tiene hijos cada vez más tarde y piensas que no tendrás problemas. Yo estaba súper tranquila. Siempre que iba a revisiones ginecológicas, preguntaba si estaba todo bien y me decían que sí; te miran con una ecografía y ahí parece que está todo bien. Pero cuando te haces la antimülleriana y te dicen en números cómo está tu reserva ovárica, ves que no vas a poder. Creo que nos falta mucha información”, explica.

Lyona, como tantas otras mujeres que deciden quedarse embarazadas alrededor de los 40, descubre que solo va a poder hacerlo con ovodonación -los óvulos de otra mujer- y técnicas de reproducción asistida. Además, en su caso, sin la posibilidad de someterse a los tratamientos a través de la sanidad pública, que pone el límite de edad en 40 años. “Aceptar que tienes problemas de fertilidad duele y hacerlo en público no es fácil. Cuando era pequeña, recuerdo que si había alguien en la familia que no podía tener hijos era algo que se escondía. Llevamos en el ADN la sensación de que una mujer tiene que ser fértil y tiene que poder procrear. Si no, no está entera. Y aunque ya estamos deconstruidas y sabemos que no es así, hay algo que duele, que te frustra y cuesta mucho”, cuenta Lyona.

Aunque en su caso ha contado con el apoyo de familia, amigas y de su pareja, también reconoce haberse sentido sola en muchos momentos por lo difícil que resulta comunicar cómo te encuentras durante el proceso. “A raíz del libro, me he encontrado a muchas mujeres que me explicaban que no lo habían compartido con sus familiares. Creo que todavía falta mucho apoyo emocional y psicológico a todos estos procesos, porque vas a la clínica, te sueltan un montón de información y tienes que procesarla. Ha sido el proceso más duro de mi vida, pero a la que vas superando obstáculos, te vas curtiendo y vas aprendiendo a relativizar y a autoconvencerte de que, si no funciona, no pasa nada. A mí me ha ayudado mucho hablarlo con mis amigas y con mi familia”, apunta.

Endometriosis e infertilidad

Una de las complicaciones a las que Lyona debe enfrentarse cuando decide que ha llegado el momento de quedarse embarazada es su endometriosis. A pesar de haber sufrido a lo largo de su vida fuertes dolores menstruales que consultaba con los médicos, nadie le nombró nunca esta enfermedad. “El dolor de regla es normal. Puedes tomar un antiinflamatorio si te duele mucho”, le dice un médico que ilustra en el cómic. Hasta que, con 37, acude al traumatólogo por un fuerte dolor en las lumbares que no le permite ni tan siquiera moverse de la cama, le hacen una resonancia magnética y detectan un nódulo que coincide con un foco profundo de endometriosis.

Tal y como se explica en el libro Endometriosis. La guía para entender qué es y cómo cuidarte (Grijalbo, 2021), escrito por el Doctor Francisco Carmona e ilustrado por la propia Lyona: “En la endometriosis, el endometrio se implanta fuera de su lugar habitual. Desde ese lugar, se prepara cada mes para un posible embarazo. Como el endometrio no está en su sitio, la regla no tiene salida y por tanto se queda en el interior del cuerpo. Estos restos de menstruación son los responsables del dolor y producen adherencias, es decir, que órganos como los intestinos y los ovarios se quedan pegados entre sí, lo que contribuye aún más al dolor y a la infertilidad.”

La endometriosis tarda en diagnosticarse entre cinco y diez años de media. A muchas mujeres, nunca les llegará el diagnóstico debido a la normalización de los dolores que se padecen durante la menstruación. “Se ha investigado muy poco y hay muy poca información. De hecho, hay muy pocos ginecólogos que sepan sobre endometriosis. Me encuentro con muchas mujeres que me escriben, que no viven en Madrid o en Barcelona, y no tienen la posibilidad de ir a un especialista; les toca ir a un ginecólogo que a lo mejor sabe de endometriosis o a lo mejor no. Hay poca investigación porque es una enfermedad que afecta solo a mujeres, o a personas con útero, y hasta ahora no había interesado o se menospreciaba. Es normal que la regla moleste porque hay una inflamación, pero no es normal que no te puedas levantar de la cama y que llores de dolor. En ese momento tienes que exigir que te revisen bien”, explica Lyona.

La infertilidad también es cosa de hombres

En Madr¿eh? Lyona ilustra su historia como una montaña rusa emocional marcada por una importante inversión económica y muchas esperas con final desconocido tras comenzar el proceso de fecundación in vitro. Para encontrar una clínica que le dé la confianza que ella y su pareja necesitan recurre a su primo Jordi, que también tuvo que pasar por esto debido a un diagnóstico tardío de varicocele, la dilatación de las venas dentro de la piel que sostiene los testículos y que no permite la movilidad óptima de los espermatozoides.

Las mujeres tenemos al nacer entre uno y dos millones de ovocitos. Con el paso de los años, los vamos perdiendo en cada ovulación. En el caso de los hombres, no hay un número limitado de espermatozoides, pero sí alteraciones en su carga genética y envejecimiento según pasa el tiempo. “Muchas veces los problemas no son solo de la mujer; también hay un problema en los espermatozoides que, con la edad, puede que no tengan movilidad o suficiente calidad. Hay una idea de que los hombres no tienen esa prisa o ese reloj biológico pero sí existe. Creo que los hombres no son demasiado conscientes de que también les afecta a ellos, no solo a las mujeres”, apunta Lyona.