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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Niñas y niños también entran en campaña: “El árbitro es de Podemos”, “mi madre es de Vox”, “dejarán Andalucía sin árboles”

Sábado por la mañana, banquillo de un campo de fútbol de la Comunidad de Madrid, segundo tiempo de un partido de categoría infantil (12 y 13 años). “¡No me jodas, el árbitro es de Podemos!”, protesta un niño mientras se pone su sudadera tras ser sustituido. Su equipo pierde 1-0, se queja de las polémicas decisiones arbitrales tomadas durante el encuentro. Se sienta. Con una media sonrisa, uno de sus compañeros le responde: “¡A ver si los echan a todos, como dice mi madre!”, dando por sentado que el colegiado, por sus rasgos, no es español.

Se inicia un debate. “¿Pero tú que sabes de política?”, dice un tercero entre risas. A quien, en seguida, responde el anterior: “Mi madre va a votar a Vox. Yo soy de Vox”. Otro le replica: “Que sepas que van a dejar Andalucía sin árboles, solo va a haber edificios y fábricas”. “Yo soy del PSOE”, dice sin querer quedarse al margen el último que quedaba por pronunciarse. En la banda, de espaldas a los chicos y observando el transcurso del juego, aunque con una oreja puesta, sus dos entrenadores, sorprendidos, se miran entre ellos y ponen fin a la ingenua mesa redonda indicándoles que ciertos comentarios no tienen lugar. Los niños vuelven a prestar atención a los compañeros que disputan el partido.

Queda poco para las elecciones generales del próximo 28 de abril y estos instructores les han escuchado hablar de política en diferentes ocasiones, un hecho sin precedentes desde que comenzó la temporada en agosto del año pasado. En su lista de temas de conversación han aparecido los “Vox”, “PP”, “PSOE”, “Ciudadanos” y “el de la coleta”. La mayoría desconocen los nombres de los candidatos.

“Va a ganar el PSOE”. “¿A ti que más te da?”. “Yo espero que no gane Podemos ni el PP”. Como si de la final de un concurso televisivo o de cualquier deporte se tratase, tienden a manifestarse a favor de alguno de 'los finalistas'. “Están evolucionando, desarrollando su propia personalidad, por lo tanto intentan tener sus favoritos y sus ideas, aunque no son del todo suyas”, dice Carlos Díaz, profesor de educación infantil y primaria en un colegio de A Coruña.

Antonio Ortuño, psicólogo infantojuvenil y terapeuta familiar, explica que “es a partir de los 11 o 12 años” cuando se inicia el “consumo conversacional” de los niños con los 'temas de adultos'. “Lo que ocurre con la política es que se trata de referencias muy lejanas para ellos, algo con lo que se van quedando poco a poco, pero que no construyen. Simplemente lo retienen y, si oyen algo relacionado, responden con lo escuchado previamente. Esto ocurre incluso en personas que tienen edad para votar”, asegura.

“Ahora se habla mucho más de política en las casas que hace años. Desde el fin del bipartidismo, el panorama político tiene 'más chicha' y ellos pegan la oreja. Las conversaciones empiezan a girar en torno a cosas que les suenan”, cuenta Díaz, que recientemente escuchó a dos niños hablando sobre las pensiones. Una conversación en la que uno le explicaba al otro que a ellos ya no les compensaría trabajar porque “van a quitar el dinero de cuando dejas de trabajar”, como el que le daban a su abuelo.

Los niños captan información de aquí y de allá y sus cabezas tratan de procesar ideas que les resultan complejas para su edad. A las imágenes y comentarios que escuchan a través de los medios de comunicación, se suman las opiniones de los adultos que les rodean y que a veces van cargadas de odio, rabia e incluso insultos. 

'Un mando a distancia'

Ortuño señala que, aunque los niños son como esponjas y hay otras fuentes de información, “los padres son los guías y maman sus actitudes”. Es en la “educación en valores” donde hay un primer plano actitudinal, de predisposición aprendida, en el que los tutores son el foco más importante. Aquí, se produce lo que él denomina 'el mando a distancia': “Lo que escuchan lo repiten fuera de casa”.

“He visto a chavales subidos en mesas cantando el Cara al sol  y decir que con Franco se vivía mejor, niños nacidos en 2004, 2005 y 2006. Obviamente, lo han escuchado en casa”, relata Miguel A. Flores, profesor de secundaria en un centro concertado de Madrid.

“Los niños interiorizan lo que dicen, aunque sea inconscientemente, si sus padres son referentes significativos para ellos”, continúa el psicólogo infantojuvenil. Es decir, si cumplen sus funciones, los hijos compartirán en mayor grado sus valores y su forma de ver el mundo.

Maricruz Lao, profesora de educación secundaria y bachillerato en Murcia, sostiene que “los niños no se interesan por nada porque los padres les hacen y les compran todo lo que quieren, incluso lo que no necesitan”. De ahí, justifica, que cada vez desarrollen de manera más tardía un pensamiento crítico: “Están muy poco interesados en lo que sucede a su alrededor y transmiten lo que escuchan en la tele, las redes sociales y en casa sin ningún tipo de reflexión”.

“Salvo que tengan en casa a alguien implicado directamente en política, como es el caso de una niña en clase que hace preguntas de interés personal, dicen un poco lo que les llueve”, narra David, tutor de último curso en un colegio de educación primaria en el que los niños desde hace unas semanas “cantan continuamente una versión de Los Morancos de la canción Ya No Quiero Ná de Lola Índigo”, que dice: “Con Abascal, os vais a cagar... Con Abascal, os vais a cagar...”.

Los entrevistados coinciden en que, para que los niños puedan construir sus ideas políticas, el objetivo educativo debe ser que los hijos adquieran su propio sistema de valores. Ahora bien, son sus padres quienes deben poner las circunstancias para que ellos valoren qué es lo deseable y qué no. De la metodología que utilicen los adultos para ayudarles a valorar, a ser personas más responsables y a asumir las consecuencias de sus decisiones, dependerá que estos vayan a ser más o menos infantiles e influenciables para adoptar una postura. “Hay chicos que con unos referentes adecuados maduran mucho antes. Otros, con 17 o 18 años, parece que tienen 14. Esto tiene que ver claramente con las pautas educativas”, asegura Ortuño.