El riesgo de pobreza en los hogares monoparentales sostenidos por mujeres duplica al de los encabezados por hombres
Los hogares monoparentales sostenidos por mujeres tienen un riesgo de pobreza que duplica al de los encabezados por hombres: un 52% frente a un 25%. Así lo indica el informe “Madre no hay más que una: monoparentalidad, género y pobreza infantil”, elaborado por el Alto Comisionado Contra la Pobreza Infantil en España y presentado este viernes. La investigación subraya algo ya conocido, que de los 1,9 millones de hogares de este tipo que existen actualmente en nuestro país, el 80% están compuestos por mujeres solas con hijos. Y aunque los datos disponibles hasta ahora ya mostraban que el riesgo de exclusión social es mucho más elevado en los hogares con un progenitor que en los que cuentan con dos, el informe incluye ahora cifras desagregadas por el sexo de la persona que encabeza la familia.
El detallado análisis realizado por el Alto Comisionado muestra que el concepto de ‘hogar monoparental’ esconde realidades sociales muy distintas en las que juega un papel muy importante el sexo del progenitor, pero también otras características de su estructura como por ejemplo el número de convivientes en el hogar, que pueden ser o no parientes, o el número de hijos que viven en la misma casa. En cualquiera de los casos hay un denominador común: son los hogares encabezados por madres aquellos que sufren las mayores tasas de pobreza y exclusión, impidiendo que puedan hacer frente a las facturas, alimentar correctamente a los hijos, poner la calefacción en los meses de invierno o disfrutar de una semana de vacaciones.
Uno de los datos que destaca el informe como “especialmente preocupante” es que el 9,2% de los menores en hogares monoparentales encabezados por mujeres no puede consumir alimentos proteicos cada dos días, un porcentaje tres veces superior que en hogares monoparentales con varones al frente. La diferencia es muy significativa también cuando se trata de mantener la casa caliente en invierno: entre el 10% y el 15% de los que niños que viven únicamente con su madre sufre esta carencia, frente a un 5% de los que lo hacen con su padre.
Detrás de estos datos están las dificultades de las mujeres para acceder al mercado laboral, la temporalidad de los empleos que desempeñan, la parcialidad de sus contratos, el paro, o los problemas para conciliar vida familiar y laboral, que aún pesan principalmente sobre las mujeres. A pesar de tener una formación educativa similar o superior que ellos, las mujeres siguen siendo las más perjudicadas en este terreno, según indica el informe, que evalúa también el nivel de estudios de los progenitores según el sexo. “Sufren una doble discriminación por su condición de madres y mujeres”, explica el Alto Comisionado.
La vía de entrada más frecuente a la monoparentalidad es la ruptura de la pareja, ya sea por separación o por divorcio. Pero también el fallecimiento de uno de los padres o la transformación del hogar unipersonal por nacimiento, acogida o adopción de un menor.
La presencia de terceros en el hogar
Para acercarnos a la realidad de estas familias cabe conocer primero la distinción entre aquellos que están formados únicamente por el padre o la madre y los hijos, y aquellos en los que conviven además otras personas, sean o no parientes. Los primeros son nombrados como ‘hogares monoparentales simples’ y los segundos como ‘núcleos monoparentales con otros convivientes’. Es preciso especificar esta diferencia porque la presencia o no de esos terceros convivientes en el hogar repercute en los datos.
El informe señala que si el riesgo de pobreza de los menores en hogares monoparentales ya es superior a la media española en los llamados ‘simples’ -20 puntos por encima, un 47,3% frente a un 27,4%- esta diferencia se acentúa cuando se trata de ‘núcleos con otros convivientes’ (un 52,3%). Además, en este último grupo la presencia de mujeres que encabezan las familias es aún mayor que en el primero y el número de hijos que tienen a cargo es también superior.
Tienen en común ambas categorías que la edad media de los padres que encabezan estas familias es mayor que la de las madres. Sin embargo, expone el Alto Comisionado Contra la Pobreza Infantil, lo relevante a efectos de los datos aportados es que los progenitores (independientemente del sexo) de ‘núcleos monoparentales con otros convivientes’ son más jóvenes que sus pares en los ‘hogares simples’. Esto apunta a una maternidad y paternidad más tempranas en el caso de la monoparentalidad, lo que implica un factor de vulnerabilidad añadido y un mayor riesgo de abandono temprano de la educación o una posible interrupción de las carreras laborales que apenas habían iniciado. Esto nos lleva al siguiente punto clave en el riesgo de pobreza: el nivel educativo.
El nivel educativo de los progenitores
En general, las mujeres que encabezan familias monoparentales tienen estudios iguales o superiores a los varones. El informe desgrana en este sentido los siguientes datos: son los padres en núcleos monoparentales con otros convivientes quienes presentan un nivel educativo más bajo (el 61% alcanza como máximo estudios primarios frente a un 49% de las mujeres en la misma situación). En el caso de los hogares simples, tanto padres como madres presentan porcentajes más altos de acceso a educación universitaria o Formación Profesional. En una comparación por sexos, un tercio de ellas alcanzaron los estudios primarios, una cifra levemente inferior a la de los padres.
La conclusión es que a pesar de partir casi del mismo punto (o incluso a veces superior), tal y como se apuntaba en líneas anteriores, son los hijos de familias monoparentales encabezadas por mujeres quienes siguen padeciendo mayor riesgo de pobreza. ¿Por qué? La respuesta está en las dificultades que encuentran en el mercado laboral.
El desempleo castiga a las mujeres
Es aquí donde se dan las mayores diferencias entre familias dependiendo del sexo del progenitor a cargo. Las madres de hogares simples sufren tres veces más la parcialidad que sus pares varones (solo el 55% de ellas trabaja a tiempo completo) y casi el doble de paro. La situación se agrava cuando se trata de núcleos con otros convivientes: el desempleo afecta al 28% de las madres, diez puntos más que a los padres, mientras que solo una de cada cuatro trabaja a tiempo completo.
Estos datos demuestran que las madres solas se enfrentan a mayores dificultades en el mercado laboral. Los problemas para conciliar crianza y trabajo y la necesidad de apoyos de redes sociales y profesionales para poder desarrollar su carrera se suman a la discriminación por sexo que las mujeres sufren de por sí en este ámbito. Los sectores de actividad más feminizados suelen ser aquellos peor pagados. Se ha acuñado el término ‘suelo pegajoso’ para hablar de la desigualdad que impide a las mujeres alcanzar puestos de mayor responsabilidad y mejor remunerados. Estas brechas de género en el mercado laboral repercuten en la prevalencia de la pobreza y la privación material en hogares monomarentales.
La consecuencia: mayor riesgo de pobreza
El informe es tajante en este sentido: “la pobreza afecta especialmente a los menores que viven en hogares monoparentales con madres solas”. Si bien, puntualiza, aunque para las madres en núcleos con otros convivientes las dificultades en el mercado laboral pueden tener que ver con el menor nivel de estudios, para las mujeres que encabezan familias monoparentales simples el principal escollo está en las elevadas tasas de parcialidad, la temporalidad, el paro y las dificultades para conciliar. Todos estos factores conducen a las madres solas, que son la única fuente de ingresos del hogar, a percibir salarios más bajos, lo que repercute directamente en el bienestar de sus hijos e hijas.
“El impacto de estas circunstancias en las tasas de pobreza infantil es alto”, explica el informe. En el año 2019 la tasa de pobreza infantil moderada en España alcanzó el 27,4%, siendo la infancia el único grupo de edad en el que este indicador creció desde el año previo y colocando a nuestro país como el tercero con mayor tasa de pobreza infantil de la Unión Europea solo por detrás de Rumanía y Bulgaria. En hogares monoparentales simples y núcleos con no convivientes encabezados por mujeres esta tasa se eleva hasta el 47% y el 52% respectivamente (el doble). Como contraste, en el caso de familias encabezadas por varones solos el porcentaje se sitúa incluso por debajo e la media (un 25%).
Hay otro indicador que sirve para dar cuenta de estas diferencias: la privación material infantil, que mide la capacidad de acceso a determinados bienes y servicios en el hogar. Se entiende que un hogar está en situación de carencia material severa cuando no puede acceder por razones económicas a al menos cuatro de los nueve ítems que recoge el indicador, entre los que se encuentran la dificultad para llegar a fin de mes, no poder mantener la vivienda caliente en invierno, no poder permitirse consumir proteínas cada dos días, no poder permitirse una semana de vacaciones, retrasar el pago de suministros, el pago de la hipoteca o la incapacidad para afrontar gastos imprevistos.
Uno de los más preocupantes, indica el informe, es la incapacidad para consumir alimentos proteicos cada dos días: el 9,2% de los menores en hogares monomarentales simples no pueden permitírselo, 3,4 veces más que en hogares monoparentales, y levemente superior al 8,3% de los núcleos monomarentales con otros convivientes. Señala por otro lado a otro ítem “especialmente relevante por su impacto en el bienestar infantil”, como es la incapacidad para mantener la vivienda a una temperatura adecuada en invierno. Esta situación afecta a un 16% de los menores de los núcleos monomarentales con otros convivientes, a un 10% de los que viven únicamente con su madre y a un 5% de los que lo hacen con su padre.
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