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Ansiedad, rechazo y otros sentimientos frecuentes tras el parto: “Todo el mundo celebraba la llegada de mi hija menos yo”

Al introducir las palabras “foro postparto” en el buscador de Internet, la pantalla devuelve miles de resultados. Son mayoritarios los mensajes que hablan de depresión o de ansiedad, mucho menos frecuente es encontrar a mujeres que acudan a los foros para hablar de las maravillas de las primeras semanas de la maternidad. Es fácil visualizar a las miles de autoras de estos post, somnolientas y tristes, doloridas y desconcertadas, frente al ordenador, buscando una respuesta al malestar que sienten en las experiencias de otras mujeres desconocidas que de pronto parecen muy cercanas. Preguntándose si lo que les pasa es normal, enfrentándose a emociones que no se corresponden a las esperadas.

Así estaba Elena al poco de ser madre a los 23 años recién cumplidos. En un momento estaba embarazada y al despertar de la anestesia, tras una cesárea programada, ya no lo estaba. “Siempre me ha dejado un poco de marca, despertar y ver a mi hija ahí en una lámpara de calor alejada de mi”. Al principio solo conseguía cogerla para darle el pecho. “Al segundo día de haber nacido la niña empecé a sentirme triste y con bastante ansiedad, era incapaz de dormir de noche ni de día, lo achaqué a la estancia del hospital, así que al darnos el alta nos fuimos a casa, pero seguía sin librarme de esa sensación, tenía una niña preciosa, sana, maravillosa, todo el mundo me felicitaba y celebraba el nacimiento de mi hija, menos yo”.

Cuenta Elena que no entendía dónde estaba la felicidad prometida, por qué en lugar de eso había arrepentimiento, ganas de volver atrás y recuperar su antigua vida. “Me limitaba a fingir con una sonrisa falsa que todo estaba bien y a llorar desconsoladamente cuando estaba sola”, dice.

Lucía Martínez y María Teresa Villar son, respectivamente, la presidenta y vicepresidenta de la Asociación de Matronas de Madrid (AMM). Las matronas, cuentan, son el referente en el sistema de salud de las madres y familias, a ellas llegan muchas de las dudas que surgen durante embarazo y postparto. “Es normal que las mujeres tengan sentimientos contradictorios en esta época, labilidad emocional, o dudas sobre su capacidad para cuidar. Estas emociones, sin duda, están influenciadas por el entorno, los consejos que reciben, y los roles de género”.

“En consulta, las matronas hacemos una valoración del estado emocional en el postparto y, si a los 10-14 días tras el parto, no se han resuelto síntomas como el llanto, la ansiedad o el estado de ánimo bajo, evaluamos la posibilidad de una depresión postparto y valoramos derivación a otros profesionales”, comentan las matronas. “El Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad elaboró en 2014 una Guía de Práctica Clínica de atención en el embarazo y puerperio, con recomendaciones basadas en evidencia científica, entre las que se incluye el estado emocional”, explican.

La psiquiatra especializada en salud mental perinatal Ibone Olza piensa que habría que empezar, más allá de protocolos, por “escuchar a las mujeres, preguntándoles cómo se sienten y qué ayuda necesitan. Los obstetras, por ejemplo, casi reducen toda su atención a la evolución física del embarazo y a veces meten un miedo infundado a la embarazada, lo que se conoce como 'efecto nocebo'. El papel de las matronas es clave en todo esto, pero muchas mujeres ni siquiera conocen a la suya”.

La psiquiatra da algunas claves sobre cómo saber que ha de pedirse ayuda: “Si una madre no está bien, si se preocupa en exceso, si no duerme apenas, si no disfruta de la maternidad o tiene miedo a hacer daño a su bebé, si se siente fracasada como madre, si ha habido un parto traumático, o el bebé permanece hospitalizado por prematuridad u otras causas… En todas estas situaciones sería recomendable buscar ayuda profesional. Pero lo ideal es que los psicólogos perinatales sean parte de los equipos de la atención perinatal, que la atención sea integral”.

“El contexto de crianza en nuestras sociedades occidentales es el resultado de la soledad física, de la falta de referentes y del desconocimiento real de la maternidad”, contextualiza la antropóloga especializada en maternidad María José Garrido. “Uno de los problemas en nuestra cultura es que llegamos a la maternidad con unas expectativas bastantes irreales y un enorme desconocimiento sobre los bebés: en la mayoría de los casos, la primera vez que tenemos un bebé en brazos, es el nuestro”, añade.

Cuando el parto es un trauma

“La niña se quedó muerta en la tripa”, rememora Luna. Hace casi tres años de aquello, cuando casi 15 días después de salir de cuentas, y después de varias idas y venidas al hospital, con la sensación de que algo no iba bien, el equipo médico no captó el latido de su hija. Tras una cesárea de emergencia, Luna despertó y su hija no estaba allí, la habían trasladado en helicóptero a un hospital con mayores recursos. Había sufrido taquicardia, tragado meconio. Pasó una semana en la UVI, los primeros días fueron una batalla de la madre para que la trasladaran al mismo hospital que su hija.

Las semanas siguientes tampoco fueron fáciles: “Estaba siempre muy preocupada, con las hormonas revolucionadas, cualquier cosa que le pasara a la niña me ponía muy mal”. Con la convicción de que si hubiese seguido las instrucciones de los doctores que insistían en esperar, la niña no hubiera sobrevivido, le costó varios meses superar ese miedo a que le sucediera algo. Para ello, contó con el apoyo de su familia y con ayuda psicológica.

Según cuenta Ibone Olza, las experiencias traumáticas durante el parto están entre las causas de consulta más comunes. “Se estima que probablemente un 20% de las madres recientes sufran algún trastorno mental, y en la mitad esto ya estaba ahí durante el embarazo. La prevalencia varía según el tipo de trastorno: la ansiedad y la depresión son frecuentes tanto en el embarazo como el postparto, el estrés postraumático es frecuente tras el parto, las psicosis puerperales y los trastornos obsesivo compulsivos son mucho menos frecuentes”.

Un factor de riesgo para atravesar este tipo de problemáticas, explica Olza, es tener antecedentes psiquiátricos. Este fue el caso de Marta, madre de una niña muy deseada, fruto de un embarazo conseguido tras cuatro años de búsqueda y seis procesos de reproducción asistida.

“Yo siempre pensé que el día que consiguiera que progresara el embarazo se me iban a quitar todos los miedos. Mentira. Durante todo el embarazo sentí mucho miedo”, recuerda Marta. En aquellos primeros meses de gestación, tuvo una amenaza de aborto y su vesícula empezó a generar piedras y barro. Al miedo se le sumó el dolor. “Al final del embarazo fui avisando a mi familia de que probablemente tendría depresión postparto. Lo veía venir porque soy paciente psiquiátrica desde los 20 años”, relata.

No solo eran las complicaciones del embarazo, también se sentía sola, le faltaba apoyo emocional por parte de su pareja, le sobraban conflictos y diferencias con la familia. Ibone Olza destaca dos aspectos de la salud mental perinatal: “Por un lado, su enorme impacto. Cuando una embarazada o madre reciente padece un trastorno mental y no recibe el tratamiento adecuado, no sólo lo sufre ella, le afecta muchísimo al bebé y seguramente también a la pareja, y este impacto puede durar años o incluso de por vida. Por otro lado, en muchos casos debido al estigma que rodea la enfermedad mental, sumado a la idealización de la maternidad y el desconocimiento social, muchas madres no expresan su sufrimiento ni reciben un tratamiento adecuado”.

El parto de Marta fue bien, pero al poco tiempo la situación la desbordó. “¿Qué coño he hecho con mi vida? ¡Yo no quiero esto!”, se decía, ya en casa, con aquella bebé que lloraba y lloraba sin parar. “Le gritaba, ¡cállate! ¿Por qué lloras? Me volví loca, no sabía qué estaba pasando, solo quería volver atrás. Me costó como un mes y medio hacerme cargo de la situación”.

Terrorífica soledad

“La soledad en el postparto es terrorífica. Las madres necesitan ayuda, compañía, escucha, no sentirse juzgadas, y darse mucho tiempo para reencontrarse consigo mismas y con sus cuerpos… Las familias pueden ofrecer mucha ayuda práctica, pero creo importante también que las madres aprendamos a nombrar nuestras necesidades sin juzgarlas, a pedir y a recibir”, defiende Olza. Las matronas coinciden en que el rol de la familia es fundamental: “Lo más importante es que la mujer se sienta acompañada y apoyada” afirman Martínez y Villar.

“El nacimiento de un bebé y su llegada a casa es una 'revolución' de pareja y familiar. Por muy preparado que se esté casi siempre surgen dudas y disparidad de opiniones en el entorno, que propician la aparición de momentos tensos y difíciles. En el caso de la madre, esta situación se agrava con el cansancio y la falta de sueño”, añaden.

Pero no se trata de una problemática individual ni que se resuelva en el marco de las familias, coinciden Olza y Garrido. La experta en salud mental perinatal recuerda que “lo importante es reconocer que en muchos casos la causa del trastorno es psicosocial: desde la violencia de género y la violencia obstétrica hasta el estrés laboral, pasando por el perfeccionismo o la soledad. Es decir, la salud mental perinatal es un reflejo y un indicador de cómo trata cada sociedad a las madres”.

Por su parte, la antropóloga apunta a las presiones sociales que deben enfrentar las madres y que se suman a esta soledad en la crianza. “Se espera de las madres que vuelvan a su vida normal lo antes posible, a salir con su pareja o amigos, al gimnasio, a realizar todo lo que hacían antes de ser madres, como si nada hubiera cambiado, como si la maternidad no fuera importante”.

Para encontrar salidas

Más allá del apoyo familiar o la ayuda profesional, muchas madres integran espacios virtuales o presenciales, formados por otras madres para compartir esas vivencias. “A la semana de nacer la niña me incorporé a un grupo de lactancia, y fue ahí dónde empezó el cambio. Empecé a aceptar que era normal, que eran las hormonas, que no era yo la que sentía ese rechazo, que quería a mi hija”. Para Marta, este espacio fue fundamental para la superación de su depresión.

Maria José Garrido es autora del libro 'Redes de Maternidad y Crianza', de reciente publicación. La antropóloga entiende estos espacios como “una versión actualizada de los grupos de mujeres tradicionales alrededor de la crianza. Sus funciones más relevantes destacan el asesoramiento y la resolución de problemas y dudas, compartir vivencias o el apoyo mutuo y el sostén emocional: son madres que sostienen a otras madres estableciendo redes afectivas de crianza”.

Incluir mayor información sobre el puerperio en los cursos de preparación al parto, la posibilidad de compartir experiencias con otras madres que hayan pasado por este proceso, el apoyo psicológico como parte de la atención de la seguridad social a las nuevas madres, o la garantía de que los padres puedan usar íntegramente los permisos de nacimiento que les corresponden, son algunas de las ideas que proponen las mujeres que ofrecieron su testimonio para este reportaje. Iniciativas que, en su opinión, facilitarían el tránsito por estas primeras semanas de soledad y desconcierto que, muy frecuentemente, siguen al parto.