Arturo Pérez-Reverte ha lanzado una colección de libros infantiles llamada 'Mi primer autor'. La iniciativa la forman algunos libros inéditos, y otros ya editados en 2010 en una colección llamada 'Mi primer Pérez Reverte' o 'Mi primer Vargas Llosa' o 'Mi primer Enrique Vila-Matas'. Las “prestigiosas plumas”, como dice el anuncio de la nueva colección, no son otras que los autores best seller de ficción para adultos. Las “15 joyas literarias que despertarán las ganas de leer de los más pequeños” están escritas por Vargas Llosa, Manuel Rivas, María Dueñas, Julia Navarro o Eva García Sáez de Urturi. Sin embargo, la novedad ha levantado un mar de críticas en el sector editorial infantil: ¿qué saben los escritores de novelas para adultos del imaginario infantil?
Uno de los escritores que más crítico se ha mostrado con el nuevo lanzamiento es el profesor de infantil con más de veinte años de experiencia Miguel Ángel López, conocido como El Hematocrítico: “El concepto de la colección y que lo llamen 'Mi primer autor' me pareció un desprecio muy grande a los autores de infantil. Es como si lo que han leído los niños hasta ahora no estaba escrito por autores o escritores de verdad”. Olga Portella lleva nueve años trabajando como editora infantil, ahora en Duomo Ediciones, y se muestra clara: “La literatura de adulto no tiene nada que ver con la literatura infantil. Son dos mundos totalmente distintos, incluso dentro del gran saco al que llamamos LIJ (Literatura infantil y juvenil), no es lo mismo hacer un texto juvenil que un cuento para niños de tres años”. Portella considera que “por mucho que sea una marca o tenga prestigio un autor de adulto no tiene por qué ser bueno creando para niños, no es ninguna garantía y venderlo así es un craso error. He ahí una de las críticas que hay que hacerle a la colección que coordina Pérez-Reverte”.
Olga Portella dice que creció con 'Bambulo', el perro protagonista del mítico cuento de Bernardo Atxaga: “Atxaga también está en esta colección. Tiene tanto talento que hace bueno todo lo que escribe, tanto en adulto como en infantil. Seguro que lo que hace Mendoza también es maravilloso. Está claro que para valorar hay que leerlos”. Pero Portella afirma que es cierto que “la colección da pie a preguntarse por qué todo el mundo se atreve con la literatura infantil y cómo hay una clara infravaloración. Se considera que es fácil, que al ser textos cortos y al incluir diminutivos hacer cuentos es sencillo. Y no, los niños se aburren fácilmente, llamar su atención y tenerlos enganchados no es tarea fácil”. La editora de Duomo Ediciones asegura que esta percepción es una visión adultocéntrica y esnobista, y que “lo primero es mostrar un respeto a los y las niñas”.
Cuando en 2010 se lanzó la primer parte de la colección, Vargas Llosa y a Pérez-Reverte fueron entrevistados y sus respuestas resultaron muy polémicas. Decía Pérez-Reverte: “Los dos son cuentos muy políticamente incorrectos. El de Mario es una historia en la que un niño quiere besar a una niña. ¡Por algo así en Estados Unidos lo meterían en la cárcel por acoso sexual! En el mío un niño habla de morir, de luchar, de guerra, de buenos y malos”. Se trata de 'Fonchito y la luna' de Vargas Llosa y 'El pequeño hoplita' del escritor de Cartagena. Prosigue el autor de 'Alatriste': “Son materias serias. No es el pirata garrapata y la gallina turulata sino cosas que pueden dar que pensar”.
A El Hematocrítico le llamó especialmente la atención las declaraciones del autor de 'Patria', Fernando Aramburu, en un texto de 'El País' sobre la colección: “La aplicación de un filtro didáctico-moral es conveniente, a menos que el escritor desee propagar entre los lectores jóvenes el gusto por el odio, el crimen, la maldad”. A lo que reflexiona El Hematocrítico: “Podemos hacer libros educativos pero no son necesariamente mejores que los que solo pretenden divertir”. Y ¿qué malo hay en leer y divertirse con historias como 'el pirata garrapata' y 'la gallina turuleta' con las que se mostraba crítico Pérez-Reverte? “Los libros son para fascinar, para imaginar, para fantasear, para asustar y emocionar. Algunos son buenas herramientas para educar o reflexionar, pero la literatura es mucho más”, señala Olga Portella.
Los libros de Roald Dahl son un desmadre de niños intentando envenenar abuelas, de brujas y de señores que maltratan al personal en fábricas. “No creo que haya nadie en el mundo que diga que Dahl no tenía altura moral porque no trataba de educar”. Y sobre el filtro didáctico-moral que propone Aramburu, se pregunta El Hematocrítico: “¿Dónde está en el cuento de Vargas Llosa? Un niño que quiere un beso y la niña no quiere, y el niño empieza a maquinar cómo hacer para tener un beso. Esto de los besos es, cuanto menos, una visión distorsionada de lo que les interesa a los niños”.
“No es un subgénero”
El Hematocrítico acaba de publicar los dos primeros libros del divertidísimo 'Max Burbuja' (B de Blok, 2021) y señala que “en Corea hay un musical de un cuento mío, de 'Feliz feroz', que en España ha vendido unos 50.000 libros. Gané un premio internacional, compraron los derechos en Corea y ahora es lectura obligatoria en todos los colegios. Imagino que pasa esto con una obra de adulto y saldría en algún medio”. Al escritor le preocupa la invisibilidad y el ninguneo, “parece que no existimos, que los libros para niños se hacen solos. Nunca salimos en prensa, ni nos invitan a ningún lado, nos tratan a menos”. Considera que los escritores de infantil empiezan a ser visibles si escriben novelas para adultos, “es el caso Leticia Costas, Premio Nacional de Literatura Infantil con 'Escarlatina', que vendió 70.000 copias, y sin embargo no la conoce nadie porque no sale en medios. Pero hace un año escribió su primera novela para adultos y apareció en cantidad”.
Antònia Justícia es la responsable de libros del suplemento cultural de 'La Vanguardia', una apasionada de la literatura infantil, que desde su periódico pelea con amor para darles visibilidad: “Hay que reivindicar que no es un subgénero, que no es de un nivel menor a los libros de adulto”. La crítica literaria afirma que en los últimos años ha florecido una cantidad de editoriales de muchísima calidad: es el caso de Zahorí Books o del Gato sueco. “Me da rabia poner sus libros 'para niños' porque es encasillarlos y son totalmente universales. Reivindico el papel de las libreras y sus recomendaciones, entiendo que tienen que ir marcados por recomendaciones de edad, pero lo ideal sería solo dos etiquetas: buena literatura y mala literatura”.
Justícia lleva ocho años escribiendo sobre LIJ y apunta: “Los niños y las niñas leen lo que llega a casa, y el filtro son los padres. Son ellos los que deciden. Es por eso que toda la industria juvenil e infantil está enfocada en parte a las escuelas y de otra a captar a los padres”. Los libros infantiles venden, y venden cantidad, como señala Antònia Justícia: “Los padres queremos que nuestros hijos lean mucho, aunque los padres no lo hagan. Hay una cultura importante en educar en que los niños sean críticos, y una de las maneras es mediante los libros”. La editora Portella afirma: “La colección de Pérez-Reverte no está compuesta por los mejores escritores para los niños, sino por los mejores escritores que consideran los padres, o por lo menos por los escritores que conocen los padres. Al fin y al cabo son ellos los que van a comprar los libros”.
A la catedrática de Literatura Española Rosa Navarro Durán la idea de la colección 'Mi primer autor' le parece muy buena porque “un escritor hábil e inteligente, si sabe acomodar la lengua para un niño, amoldar su forma de expresión y sabe encontrar una idea atractiva puede enriquecer también la literatura infantil o juvenil. Lo que esperamos es que no sean unas birrias, no les voy a dar toda la confianza hasta que leamos los resultados”. Rosa Navarro lleva más de cuarenta años adaptando clásicos para niños y niñas a partir de 7 años, y en otra colección para estudiantes de 14: “No hay que hablarles de forma distinta, tienen la misma capacidad intelectual que nosotros pero indudablemente su competencia lingüística es menor, así que hay que emplear una sintaxis adecuada a la edad y palabras de uso corriente para que no tengan que buscarlas todas en el diccionario, porque si no acaban abstrayéndose de la historia y aburriéndose”.
Rosa Navarro Durán ha 'jibarizado' libros como 'La Eneida', 'La Biblia' o 'El Quijote' (publica su trabajo en la editorial Edebé). Jibarizar, explica la experta, consiste en reducir los textos armónicamente en proporción a la edad del lector, es “hacer pequeño guardando la escala como si fuera grande, eso es lo que hacían los indios jíbaros con las cabezas”. Navarro Durán siente un auténtico amor por los niños y confía en volver pronto a dar charlas en los colegios: “Son muy inteligentes y despiertos, son filósofos en potencia. ¿Qué hacemos mal como sociedad para que en la adolescencia les entre la niebla en la cabeza? Es ahí cuando pierden el entusiasmo por los libros”.