Desde que nació, Carmen se despertaba todas las noches entre 15 y 20 veces, tantas que su madre, Laura, perdía la cuenta. Cada veinte minutos o media hora, rompía a llorar y reclamaba brazos, o teta, o las dos cosas. Su familia lo probó todo: colecho, cuna, rutinas antes de acostarse, ruidos blancos, teta, biberón, porteo. Nada parecía funcionar. Entonces, la madre empezó a formarse y a leer sobre sueño infantil. Comprendió que había cosas que eran normales para su edad, aprendió algunos pequeños trucos, se fueron relajando todos y poco a poco el descanso familiar mejoró. Eso sí: tuvieron que pasar casi dos años “agotadores, extenuantes”, en palabras de Laura. “Ahora lo pienso y no sé ni cómo era capaz de trabajar, hacer ejercicio o salir de casa. Por suerte ahora ya descansamos todos mucho mejor”, asegura.
El sueño infantil es una de las principales preocupaciones para madres y padres. Según el Grupo de Sueño de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, un 30% de los niños y niñas presentan trastornos del sueño a lo largo de su infancia. Y es que, además, incluso un sueño infantil normal, sin patologías, sigue patrones diferentes a los del sueño adulto, y va evolucionando en función de la edad.
Gonzalo Pin es pediatra especializado en sueño. Forma parte de varios grupos de investigación a nivel nacional e internacional y ha publicado artículos científicos y tres libros relacionados con el tema –el último, El sueño es vida (Planeta, 2023)–. Para él, la clave está en entender cuánto, cómo y cuándo duermen los niños: “Tenemos que acompañar la maduración del sueño infantil, saber cómo evoluciona y qué podemos esperar en cada etapa. No hay una respuesta exacta a la pregunta de cuánto deben dormir los niños, sino que es un equilibrio entre la calidad, la cantidad y el ritmo. El termómetro para saber si un niño o niña duerme lo suficiente es el día: que se encuentre bien, tenga buen rendimiento escolar, esté de buen humor y vaya ganando peso”, explica el pediatra.
Para este experto es importante diferenciar los problemas con el sueño (patrones de sueño insatisfactorios para padres, niños o pediatras) de los trastornos del sueño, que son alteraciones reales de la función fisiológica. “Los problemas del sueño son tratables y se pueden prevenir, sobre todo a través de unos hábitos de vida saludables”, explica. El pediatra aporta algunas recomendaciones: “Exponerse a la luz solar, evitar la luz del móvil antes de dormir, ajustar bien los horarios de comida y hacer ejercicio físico, pero no antes de dormir. La vida saludable es cuestión de ritmos, por eso a los niños les sientan tan bien las rutinas”, asegura.
Precisamente en los ritmos diarios encontró la solución a los problemas nocturnos la familia de Juan –que cumple cinco años este mes–. Los horarios de trabajo de los padres hacían que el niño pasara mucho tiempo en la escuela y con los abuelos, y a veces había un poco de “descontrol de horarios”, como reconoce su padre, Felipe. Al principio no le dieron importancia, pero había noches en que el niño tardaba en dormirse más de dos horas, al filo de la madrugada. “Entonces decidimos ser más estrictos con los horarios y las rutinas: por las mañanas, marcar una hora de levantarse y desayunar, y por las tardes, una rutina fija de cena, ducha y cama. Lo cumplimos a rajatabla y nos funcionó tan bien que ahora lo cumplimos incluso en fin de semana y vacaciones”, cuenta este padre.
Conocer el sueño infantil de antemano
Uno de los mayores expertos en esta materia es Álvaro Bilbao, neuropsicólogo, investigador y padre de tres niños. Además de ser un referente en la disciplina positiva o crianza con respeto, Bilbao ha investigado también el sueño infantil y ha plasmado una serie de recomendaciones en su libro Todos a la cama (Plataforma Editorial, 2017), que va ya por su décima edición. Para él, “el sueño es fundamental para el bienestar emocional de los niños y los adultos”, e incide en la importancia de que funcione todo el sistema familiar, no solo los niños o no solo los adultos. “Tenemos que entender que los ritmos de sueño de los niños, que han pasado nueve meses en el vientre materno durmiendo sin ritmos ni horarios, no tienen mucho que ver con los ritmos de sueño de los adultos, que nos hemos acostumbrado a dormir a unas horas concretas. Es una cuestión práctica que los niños vayan aprendiendo poco a poco a regular el sueño en unos horarios concretos. Hay que comprender las necesidades del niño, tanto fisiológicas como emocionales, pero también prestar atención a nuestras necesidades como padres, y compaginar las necesidades del niño y las de los padres de la manera más amable posible para todos”, asegura.
En esta línea se mueve Irene, madre de una niña de ocho meses con la que hace colecho y lactancia materna a demanda. Para ella, conocer el sueño infantil de antemano le ha ayudado a no problematizar los despertares nocturnos de su bebé. “El sueño infantil sano y normal es a trompicones, no hay que patologizarlo ni esperar que siga patrones que no se corresponden con su desarrollo natural”, explica. Sus noches son así: “No sé decir cuántas veces se despierta mi hija, porque duermo con ella y apenas me despierto. Imagino que hay noches que mama cuatro veces y otras que mama quince. Ella se engancha sola a la teta y yo o no me despierto o, si lo hago, no miro la hora”, asegura.
Blanca, madre de un niño de tres años y una bebé de cuatro meses, no lo llevó tan bien: “Al principio, mi hijo mayor se despertaba cada 40 minutos. Llegó un momento, en torno a los 11 meses, que estábamos tan desesperados que empezamos a investigar. Primero nos recomendaron un libro que decía que había que dejar al niño llorar, pero no nos gustó. Empezamos a informarnos por redes sociales y descubrimos a una asesora de sueño cuyos planteamientos nos encajaban. Nos compramos su libro y gracias a esa lectura empezamos a entender muchas cosas, como las ventanas de sueño o las rutinas. Pero la teoría por sí sola no nos funcionó, así que hicimos un taller con ella y luego una asesoría personalizada”, explica Blanca. Las recomendaciones que les dieron fueron, sobre todo, “fijar unas rutinas claras y cronometradas, apagar la luz a la hora de dormir y acompañar al niño en silencio”, cuenta.
La asesora que Blanca encontró fue Sara Traver, una de las más reconocidas en el ámbito de la crianza. En los últimos años, han ido ganando relevancia este tipo de profesionales, con diferentes formaciones y enfoques, que prestan sus servicios a las familias para ayudarles a descansar mejor. Traver es asesora de lactancia, de alimentación infantil y de sueño. En este último apartado, es autora de varios libros: Dulces sueños para niños despiertos (Vergara, 2020) y Buenas noches en familia (Grijalbo, 2023). Para ella, uno de los primeros pasos es dejar de pensar en lo que es “normal” y lo que no: “Normal es todo. El sueño de los niños es muy fraccionado, otra cosa es que podamos cambiar dinámicas para que sea más llevadero y los niños hagan tiradas de sueño más largas. Pero que se despierten a comer o que necesiten contacto físico es absolutamente normal y habitual”, asegura. En su consulta recibe todo tipo de casos, sobre todo de niños que tienen entre cinco meses y tres años, y el objetivo de su trabajo es analizar las dinámicas que no están funcionando en una familia e ir poniendo soluciones conjuntamente con ellas.
Algunos consejos prácticos
La asesora Sara Traver prefiere no ofrecer consejos genéricos, ya que su trabajo se basa en la personalización: “El exceso de información no personalizada nos puede hacer enloquecer: intentamos hacer todo lo que vemos en Instagram y, si no nos funciona, creemos que somos los únicos que no lo conseguimos y nos frustramos. Como consejo general, siempre digo a los padres que no hagan todo lo posible por dormir a sus niños. El papel de los padres no es dormir a los niños, sino intentar que estén regulados para que puedan dormirse por sí solos. Si un padre o una madre descubre que si se pone de pie y salta a la pata coja, o si canta en bucle una canción, el niño se duerme, empieza a hacerlo siempre, porque le parece que funciona. Ahí se generan situaciones de demanda que a largo plazo no funcionan. Hay que intentar ser pacientes y centrarnos en la regulación. Y si no tenemos herramientas suficientes, acudir a una profesional”, recomienda.
Álvaro Bilbao incide en la necesidad de aportar a los niños “calma y confianza”: “Algunas de las cosas que podemos hacer pasan por establecer una rutina muy estable que favorezca el proceso y la sensación de seguridad; acompañarlos con mucha calma en el proceso de quedarse dormidos; dejar que ellos hagan solos o con mínima ayuda el último paso del trance hacia el sueño y atenderlos siempre que lloran en medio de la noche. Hay muchos matices en este proceso y también es importante señalar que no todos los niños ni los padres son iguales, pero si mantenemos en mente la idea de que es fundamental que el niño o la niña se sienta seguro, el camino es mucho más sencillo”. En cuanto a las cosas a evitar, el neuropsicólogo desaconseja “los facilitadores como el ruido blanco y mucho menos las ayudas como la melatonina, que por mucho que sea un suplemento natural no es segregado de forma natural por el niño”, explica.
El pediatra Gonzalo Pin, que reconoce haberlo pasado mal con el sueño de sus propios hijos, apunta a la necesidad de que funcione todo el sistema familiar, especialmente el binomio madre-hijo: “Son dos sistemas adaptativos que van madurando en paralelo, por eso es importante entender que los niños empiezan a aprender el ritmo vigilia-sueño incluso desde la gestación. El feto duerme en función del estado de la madre, la placenta es una gran transmisora de información al bebé. Por eso es importante un buen estado general de la madre, que esté lo más descansada posible y a poder ser sin mucho estrés”, explica Pin. A partir del nacimiento, el pediatra pone el foco en los buenos hábitos diarios, que son los que van a incidir en un buen sueño nocturno: “Respetar los ritmos del bebé o del niño, dar paseos al aire libre, vivir en un ambiente tranquilo, tener contacto físico y que el adulto tenga también momentos de autocuidado son factores que van a incidir en un buen ritmo del sueño”, concluye el pediatra.