Sucedió en mayo pero acaba de salir a la luz: la Organización Mundial de la Salud (OMS) tenía previsto aprobar entonces, en su Asamblea celebrada ese mes, una resolución para “proteger, promover y apoyar la lactancia materna” y limitar la promoción de la leche de fórmula y la publicidad engañosa. A pesar del consenso internacional, basado en más de cuatro décadas de investigaciones, EEUU cambió repentinamente su postura y Ecuador, que era quien iba a presentar el proyecto, se echó atrás. Esta decisión in extremis se debió, según ha revelado The New York Times, al interés de la administración Trump por apoyar a la industria de la alimentación infantil, que mueve miles de millones de euros al año.
Finalmente, la resolución salió adelante gracias a Rusia y ante el desconcierto de los delegados internacionales presentes. El sector de la alimentación infantil genera unos 60.000 millones de euros al año y se espera que crezca un 4% en este ejercicio, según Euromonitor, principalmente a costa de los países más pobres, donde la implantación de este tipo de productos es menor, lo que dibuja un mercado por explotar.
Citando a diversas fuentes anónimas, el diario americano asegura que EEUU habría dejado entrever que podría retirar su apoyo económico a la OMS (es el país que más invierte en esta organización, un 15% del total) y habría amenazado a otros países para que no firmasen la resolución. Tal sería el caso de Ecuador, encargado de presentarla y que se habría echado atrás ante posibles sanciones comerciales y la retirada de la ayuda militar que le brinda Washington.
El presidente de EEUU, Donald Trump, respondía en Twitter al artículo asegurando que “EEUU. apoya firmemente la lactancia” pero defendiendo que “no creemos que a las mujeres se les deba negar el acceso a la fórmula” porque “muchas necesitan esta opción debido a la desnutrición y la pobreza” y calificaba la exclusiva de “fake news”. Las fuentes consultadas por The New York Times aseguraban, sin embargo, que lejos del interés de las mujeres que no quieren o no pueden amamantar, la decisión de EEUU estaba motivada por los intereses económicos y comerciales.
La respuesta de Trump provocó que la directora de políticas del grupo activista británico Baby Milk Action, Patti Rundall, publicara el pasado viernes en su blog una entrada en la que afirmaba que “no eran noticias falsas”. “Lo sé porque yo estuve allí”, afirma Rundall, quien ha estado presente en las reuniones de la Asamblea durante décadas. “No tiene nada que ver con presionar a las mujeres para amamantar”, destaca. De hecho, la resolución persigue también “ayudar a mejorar los ingredientes del producto (reducir el azúcar, controlar los aditivos en las leches de fórmula, etc.)” y “garantizar que los padres no sean engañados con los mensajes de marketing”.
Publicidad: 40 euros por bebé nacido
Precisamente, un informe elaborado por Save The Children a principios de año destaca que las seis principales compañías que comercializan leche de fórmula invierten 5.600 millones de euros al año en publicidad, unos 40 euros por bebé nacido. Las compañías son las europeas Nestlé, Danone, RB y FrieslandCampina y las americanas Kraft Heinz y Abbott. Esta última habría contribuido a la ceremonia inaugural de Trump, según The Guardian.
La organización denuncia que las prácticas publicitarias que se emplean, “en su mayoría, violan el código de la OMS, creado para frenar este tipo de promociones engañosas”, al equiparar las propiedades de la leche de fórmula con las de la lactancia, dando como resultado “que madres sin la información correcta limiten o abandonen por completo la lactancia materna” y que “millones de familias, muchas de ellas con bajos ingresos, están alimentando a sus bebés con leche de fórmula que no necesitan y a menudo no pueden pagar, poniendo en peligro la vida de innumerables niños”.
En el post, Rundall ejemplifica la defensa de los intereses comerciales de EEUU en la Asamblea con un discurso del subsecretario de Estado de Comercio y Asuntos Agrícolas Extranjeros, Ted McKinney, en el que “argumentaba que el Codex (cuyo objetivo es proteger la salud de los consumidores y asegurar prácticas leales en el comercio de alimentos) tiene que seguir siendo ‘relevante’ para sus ‘clientes’, es decir, las corporaciones multinacionales. Su temor era, claramente, que si era demasiado estricto, estos ‘clientes’ se alejarían”.
The New York Times explica que el de la lactancia materna no es el único caso en el que EEUU ha cambiado su postura para apoyar a la industria frente a la salud o el medioambiente. Citan, por ejemplo, su negativa a colocar etiquetas de advertencia en determinados productos y bebidas azucaradas durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio en América del Norte, con Canadá y México; o que eliminase las declaraciones que respaldan los impuestos a las bebidas gaseosas en un documento que aconseja a los países en la lucha contra la obesidad.
Por eso, el cambio de postura de Trump respecto a su antecesor, Barack Obama, y contra el consenso general, tiene un efecto negativo en una resolución que afecta a todo el mundo y que tiene gran impacto en los países en vías de desarrollo, donde no toda la población cuenta con los recursos no solo para acceder, sino para preparar la fórmula, por ejemplo, por la falta de agua potable.
“Sabemos que EEUU no tiene intención de promulgar leyes para controlar el marketing, por lo que esta amenaza a los países menos poderosos con términos comerciales menos favorables y la retirada de otro tipo de apoyo si se niegan a aceptarlos es simplemente inaceptable. No tiene nada que ver con si el presidente Donald Trump se preocupa por amamantar o no. Se trata de la necesidad de las empresas de comercializar productos altamente procesados a nivel mundial y persuadir a todos los países del mundo de abandonar los enfoques más saludables y sus culturas alimentarias tradicionales”, explica Rundall.
Por ahora, según un estudio de UNICEF, es en esos países donde menos leche de fórmula se consume. En concreto, en los países de ingresos medios y bajos tan solo un 4% de los bebés no han sido nunca amamantados. Un porcentaje que asciende al 21% en los países con ingresos altos.