La pandemia ha hecho emerger de nuevo el problema de la conciliación en España y ha vuelto a demostrar que las mujeres siguen siendo las principales perjudicadas. Durante la crisis de la COVID, la renuncia al empleo o la reducción de horas de trabajo se han destapado como las únicas soluciones para muchas de ellas, que han tenido que hacerse cargo del trabajo también dentro del hogar. Según el último estudio realizado por el Club Malas Madres a través de su Asociación Yo No Renuncio, en base a una encuesta a más de 7.000 mujeres voluntarias con y sin hijos, una de cada cuatro mujeres (22%) ha renunciado a todo o a parte de su trabajo para cuidar de los hijos e hijas durante el último año. La mayoría de ellas lo ha hecho gastando días de vacaciones para atender a los menores durante las cuarentenas preventivas (74%), pero también reduciéndose la jornada (11%) o cogiendo excedencias y días no remunerados (21%).
La fundadora de Malas Madres, Laura Baena, hace una lectura muy crítica de estos datos y asegura que “de ellos se deduce que son las madres las que están costeando, en detrimento de su economía, con sus sueldos, las cuarentenas preventivas de los niños y niñas y los cuidados”, por lo que uno de los objetivos de esta encuesta es reclamar a las administraciones “medidas de apoyo a las familias, como el teletrabajo obligatorio o bajas para padres y madres”.
Ya lo hicieron el pasado mes de octubre en una reunión con la Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, a la que acudieron con un una petición firmada por 280.000 personas en la campaña lanzada en Change.org #Estonoesconciliar, en protesta por la ausencia de ayudas durante la pandemia. “A las más de 4 millones de familias con hijos que hay en España se nos dejó solas ante la problemática de conciliar la vida familiar y laboral”, explicaba el equipo de Malas Madres en ese momento. Cuatro meses después, la situación sigue siendo la misma, aunque hay pendiente en el horizonte una mesa de conciliación con el Ministerio de Igualdad para avanzar en las medidas de la que confían obtener resultados positivos.
“Falta regulación, faltan protocolos de apoyo, flexibilidad en las empresas y, por supuesto, la corresponsabilidad en el hogar”, añade Maite Egoscozabal, socióloga y experta en conciliación del Club Malas Madres. El informe denuncia que las empresas no han implantado suficiente teletrabajo, ni lo han hecho bien. Por un lado, a un 37% de las mujeres encuestadas se les ha denegado el teletrabajo a pesar de ser compatible con su puesto, y por otro, a nivel cualitativo, las investigadoras han recogido comentarios que reclaman la “flexibilización de los horarios para poder cuidar aunque el trabajo se realice desde casa”.
Porque dentro de casa, son más las madres que padres las que se responsabilizan del cuidado de los hijos. El estudio revela, por ejemplo, que cuando un niño o niña está obligado a mantener cuarentena preventiva son las mujeres las que se encargan de cuidarlos en el 80% de los casos. “Quitándose para ello días de vacaciones o asumiendo horas que no se van a pagar”, añade Baena.
“La falta de corresponsabilidad es clave aquí también”, señala Egoscozabal, “aunque esperábamos que este contexto lo facilitase, hemos visto que sigue recayendo sobre los hombros de las mujeres el reparto de tareas en el hogar”. Según los datos de la encuesta, para el 73% de las mujeres que conviven con su pareja la corresponsabilidad se ha mantenido igual, incluso ha empeorado para el 11%, y un 14% ha experimentado una mejoría. “Todos los ingredientes estaban sobre la mesa para revertir esto”, lamenta Baena.
Cambio de paradigma en las empresas
También han participado en la presentación del informe Carolina Pecharromán, editora de Igualdad de RTVE, y Nuria Chinchilla, profesora de dirección de personas en el IESE Business School y experta en conciliación. Pecharromán ha impulsado en la televisión pública ‘Objetivo Igualdad’, un programa feminista que ha tratado en uno de sus capítulos precisamente lo que llama “el mito de la madre abnegada” que, bajo su punto de vista, ha sobresalido especialmente durante la pandemia. “Es algo que atraviesa la vida de las mujeres: de pequeña jugando con muñecas, de joven te preguntan si quieres ser madre o te dicen que se te va a pasar el arroz, y luego cuando tomas la decisión de ser madre es cuando empiezan los problemas y las renuncias laborales”.
Por este motivo, asegura, no le han sorprendido los resultados de la encuesta, “este es un problema estructural que redunda en la desigualdad laboral. Toda desigualdad laboral tiene mucha base en lo que se trata aquí”. Habla de mujeres a las que no ofrecen puestos de responsabilidad porque la empresa da por hecho que no va a poder compaginarlo con los cuidados, u otras son rechazadas en trabajos que requierenn de disponibilidad para viajar porque entienden que si tienes un hijo no puedes separarte de él.
Muy ligada al sector empresarial, la profesora del IESE Nuria Chinchilla da algunas sugerencias de lo que podrían hacer las compañías para avanzar hacia la conciliación. “Se podría mejorar el teletrabajo con una cultura de dirección por objetivos, en vez de una dirección por tareas como la que impera, ya que facilitaría la flexibilidad. Por otro lado es importante la formación a directivos y cargos intermedios para que vean que es posible y además productivo implantar este modelo de teletrabajo. Y por último también formar al empleado para que sea capaz de aportar soluciones en la realización de un trabajo serio y productivo”. Aunque reconoce que es un cambio cultural difícil, cree que la pandemia ha servido para demostrar que se puede ejecutar y que puede contribuir a sustituir la idea de “privilegio” que tenemos del teletrabajo por la de “normalidad”.
Familias monoparentales
Una de las grandes batallas que el Club Malas Madres ha intentado liderar es la de las familias monoparentales, compuestas en el 80% de los casos por mujeres. “Ellas han tenido que decidir realmente entre seguir con su trabajo adelante por necesidades de sustento económico, o seguir cuidando a su hijo o hija”, cuenta la fundadora. La consecuencia es que muchos niños se han quedado en casa solos o han sido cuidados por sus abuelos que, cabe recordar, son población de riesgo. Baena, que se refiere a estos recursos como “redes informales de apoyo”, advierte de que no pueden sustituir a las “redes formales establecidas desde las instituciones”. No habla solo de recursos económicos: “legislar para que herramientas como el teletrabajo sean obligatorias o se puedan flexibilizar los horarios también son importantes”, dice.
Cuando las redes informales se cayeron en pandemia –colegios, abuelos, guarderías…- dejaron al aire esta evidencia a menudo olvidada. Baena invita a imaginar la capacidad de acción de un solo progenitor si ya parece imposible cuando están los dos. Recuerda Carolina Pecharromán que las familias monoparentales “llevan años reclamando una ley estatal que les facilite la vida: flexibilización de horarios, plazas en guarderías, bonos de asistencia en el hogar… Es decir, medidas muy específicas que hacen falta y que no han llegado”.
La Asociación Yo No Renuncio pide un Pacto de Estado que cuente con el consenso de todos los partidos, sindicatos, empresas y familias, del que “finalmente emane un plan con medidas concretas”. Quedan a la espera de fijar la fecha para la mesa de conciliación con Igualdad e insisten a las administraciones que “las familias ya han puesto la parte de responsabilidad que se les ha pedido y ahora les toca a ellos garantizar a las mujeres que ninguna tenga que renunciar a su trabajo por ser madre, ni a ser madre por su vida profesional”.