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Matriarcado vasco: historia de un territorio en el que ellas han mandado siempre

Mujeres vascas labrando la tierra

Maialen Ferreira

“Una vez me pidieron que escribiera la historia de la mujer vasca en la costa y me quedé asombrada. ¿Qué mujer? Si no existen. Ni en la costa, ni el interior, ni en ningún lado: las mujeres vascas no estamos en la historia. Y eso me dio una idea, escribir la historia de una mujer en cada pueblo de la costa ”. Así surgió Mareas, uno de los libros escritos por Toti Martínez de Lezea, que cuenta diferentes historias a lo largo del tiempo, desde la época prehistórica hasta el año 1960. Fue de pueblo en pueblo investigando hasta lograr rescatar una recopilación de 35 historias de 35 mujeres diferentes que vivían en 35 pueblos de la costa vasca, desde Baiona a Muskiz, a lo largo de veinte siglos.

Por ello, cuando a esta escritora le propusieron realizar el pasado 23 de octubre en Bilbao la conferencia Matriarcado vasco: realidad y ficción, no pudo pasar por alto el mencionar las historias que se esconden tras ese libro, además de los mitos que han acompañado durante años a las mujeres vascas.

En el origen del euskera, como explica esta autora, no hay un Dios, sino una Diosa, la Diosa Mari, “Diosa Madre”, a quienes los vascos rinden culto y quien es la protagonista de las leyendas más importantes (en la mitología vasca los demás personajes, los masculinos, son secundarios en comparación con ella). Para comprender el matriarcado vasco es imprescindible entender que todo lo relacionado con la maternidad, con la familia y con la fertilidad y sus costumbres y formas de vida iban dirigidas hacia esa “madre”, que tenía más importancia que cualquier otra cosa.

Etxekoandre, la dueña de la casa 

Etxekoandre“Una de las cosas que más les llamó la atención a los romanos cuando llegaron al territorio vasco fue que las mujeres se quedaran con la casa -la cabaña, cuatro verjas y la huerta- y que a su vez estas dieran dote a sus hermanos para casarse. Eso, para una cultura como la romana era un escándalo. No podían entender que una propiedad quedara en manos de una mujer y que ella lo repartiera”, ha señalado durante la conferencia Martínez de Lezea. 

Esto ocurría porque cuando los hombres estaban cazando, pescando o en guerra, las que “defendían” el legado familiar eran ellas, que se quedaban en casa. Otra de las cosas que también llamó la atención a los romanos, según los escritos recogidos por esta escritora, son los tocados que llevaban las mujeres en aquella época.

Al plantearse Martínez de Lezea el reto de encontrar restos de la historia de las vascas a lo largo de los años, descubrió que los primeros versos escritos en euskera, están escritos por mujeres. También encontró que en los caseríos, el trabajo de las mujeres era encargarse de los cuidados pero también de trabajar en el campo y atender a todos los que vivieran allí. Y en esos caseríos había una silla con reposabrazos, la única de todas las sillas de la casa que contaba con reposabrazos y pertenecía siempre a la “etxekoandre” (mujer de la casa), la propietaria, los hijos eran quienes quedaban a vivir con ella y no ella con los hijos. Cuando la “etxekoandre” moría, pasaba la silla -una metáfora del poder- a la siguiente mujer, ya fuera hija suya o nuera, la que ella consideraba más importante. La “etxekoandre”, también era la que tenía las llaves de toda la casa, de las habitaciones, de la despensa y sin su consentimiento no se abría nada. Además, era la encargada de guardar los tarros de curación, las hierbas curativas.

“Cada vez que hablamos de las hierbas nos viene a la cabeza el tema de las brujas, pero no había otra manera de curarse. No había médicos. En Bilbao, en el siglo XV había dos médicos, pero en los pueblos ninguno, y los remedios los utilizaban las mujeres que instruían a otras mujeres e iban aprendiendo a usar las hierbas tras siglos de utilización y observación. En esa misma época, comienza una caza de brujas totalmente incomprensible y es principalmente contra estas curanderas”, ha indicado la escritora. 

Caza de brujas: el resultado de mentiras, prejuicios y obsesiones

En todo el territorio español, según Martínez de Lezea, la única caza de brujas que existe fue en Euskal Herria. En su mayoría, se trataba de desencuentros con vecinos en los que terminaban acusando a las mujeres de brujería como modo de vengarse. En otras ocasiones, estas curanderas que trataban de remediar las enfermedades de cualquiera que acudiera a ellas, pero sin olvidar que no tenían conocimientos más allá de los adquiridos por la experiencia de los años, ofrecían algún tipo de hierba que no terminaba curando a su “paciente”, porque este igual tenía cáncer o algún otro tipo de enfermedad que sin su debido medicamento era mortal y este moría. Cuando eso pasaba, lo normal en aquella época era acusar a la curandera de bruja por “envenenar” al paciente, y esta terminaba asesinada.

Lo descubierto acerca de la caza de brujas, Martínez de Lezea lo refleja en su libro La herbolera, en el que cuenta cómo en 1500 tuvo lugar en Durango la primera caza de brujas que se conoce en el País Vasco, “la misma que llevó a la hoguera a miles de personas en toda Europa por causa de las mentiras, los prejuicios y las obsesiones de las clases dirigentes políticas y religiosas”.

Toti Martínez de Lezea lleva más de 20 años escribiendo y es un referente de la novela histórica en España. La mayor parte del trabajo de su vida lo ha dedicado a descubrir al mundo el papel de la mujer vasca a lo largo de la historia, algo que le “apasiona”; como todo la información referente a la caza de las brujas “que no existieron porque no existen las brujas” o al matriarcado de las mujeres en la costa, “que aunque mucha gente lo desconozca, luchaban y defendían su casa cuando los maridos se iban a pescar y se quedaban solas en el pueblo”, asegura esta autora.

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