El muro de los pensionistas vascos se agrieta
El Movimiento de Pensionistas, surgido en Bizkaia hace casi dos años, atraviesa sus horas más difíciles. El muro en el que se había convertido este movimiento, inasequible al desaliento, empieza a mostrar grietas. La convocatoria de una huelga general en Euskadi y Navarra por parte de la Carta de los Derechos Sociales de Euskal Herria, de la que forman parte ELA, LAB y entre otros colectivos una asociación de pensionistas, ha tensionado el ambiente. Hasta el punto de que las últimas concentraciones semanalas del movimiento en Bilbao (auténtico bastión de la movilización por una pensión digna) se han vivido con tensión. ¿Por qué? Porque el grueso del movimiento no quiere que se le relacione como un promotor directo de esa huelga, prevista para el 30 de enero próximo. Una forma de que no se le relacione ni con siglas ni con partidos, la clave de su poder de movilización hasta ahora.
“En sus orígenes”, recuerda Luis Alejos, sociólogo, pensionista y miembro de la Coordinadora Estatal de Pensionistas, “el movimiento de pensionistas que surgió en Bizkaia se definió como unitario, plural, no sindical, no partidista. La participación en las asambleas era y es voluntaria, no se aplica ningún criterio de representatividad, por tanto las decisiones relevantes se tenían que tomar por unanimidad”.
Sin embargo, con el transcurso del tiempo la participación aumentó, integrándose en la mayoría de los casos personas vinculadas a Pentsionistak Martxan, lo que ha supuesto un cambio de funcionamiento. Se abandonó el consenso y se somete a votación cualquier decisión, pero solo votan quienes se identifican con Pentsionistak Martxan. “Los acuerdos no son vinculantes y carecen de legitimidad. Así se funciona ahora”, se lamenta Alejos.
Desde el primer momento, el resto de las asociaciones se han mostrado reticentes a que el movimiento promoviese cualquier tipo de paro laboral, alegando que los pensionistas no pueden hacer huelga por ser una atribución de los trabajadores en activo. Alfonso Sierra, representante de la Asociación Nagusiak (una de las más importantes entre el colectivo de pensionistas), espera que las diferencias internas no terminen por hacer daño al movimiento. “Cada uno es libre de apoyar la huelga, pero los pensionistas no pueden figurar como promotores. No vamos a ir a la contra ni nada por el estilo, pero la gran mayoría del movimiento no promueve el paro, solo un colectivo determinado”.
La mesa de la rueda de prensa donde se hizo pública la convocatoria de la huelga general estaba ocupada por tres miembros destacados de Pentsionistak Martxan. Poco después, salieron 11 asociaciones de Euskadi y Navarra distanciándose del llamamiento al paro. Y en ese punto se está ahora. “Pentsionistak Martxan insiste en que el movimiento de pensionistas en su conjunto ha asumido la convocatoria de huelga, mientras el resto lo niega”, apunta Alejos.
Segunda crisis
Esta es la segunda crisis que afecta al movimiento de pensionistas y siempre en circunstancias políticas trascendentales. Ahora coincide con la formación del Gobierno central, la renovación de los presupuestos de Euskadi y la reforma del Estatuto de Gernika. La primera crisis se produjo el año pasado, cuando fracasaron las negociaciones presupuestarias entre el Gobierno vasco y EH Bildu. Entonces, Pentsionistak Martxan forzó una votación para poder difundir un comunicado responsabilizando del fracaso al PNV.
Ni Alejos ni Sierra creen que la crisis actual vaya a provocar la ruptura total en el colectivo, pero se muestran muy cautelosos. Todos tienen mucho que perder. En caso de implosión, las diversas asociaciones que lo integran perderían capacidad de movilización y protagonismo mediático: “Por encima de todo hay que defender los principios constitutivos del movimiento de pensionistas”.