“La escuela no es una burbuja y tiene que hacernos mejores colectivamente”
César Bona es, probablemente, el docente más famoso de España. Se hizo popular en 2015 tras su nominación a los Global Teacher Prize. Bona era uno de los 50 candidatos al 'Nobel' de los profesores y transcendió entonces su manera de impartir clase en Primaria, basada en hacer sentir importantes a los niños y niñas, inculcar valores como la empatía y el respeto y enseñar las materias de una forma diferente. Desde entonces, además, ha escrito los libros como 'La emoción de aprender' -el último- o 'Las escuelas que cambian el mundo', que acumulan varias ediciones.
César Bona ha estado esta semana en Santander para impartir una conferencia en la Universidad Europea del Atlántico, dentro del ciclo 'Educar en el Siglo XXI'.
Pone mucho énfasis en que sus alumnos se sientan importantes. ¿Es un problema considerar a los niños como un grupo y no como personas individuales en un aula?
Precisamente, creo que se trata más bien de lo contrario. Por una parte, pensemos que el fin de la educación es hacernos mejores individualmente, teniendo en cuenta que somos diferentes y eso es un valor, no un inconveniente. Pero el fin de la educación también es hacernos mejores colectivamente, porque somos seres sociales. Así que, seguramente, uno de los fines de la educación puede ser enseñarnos a convivir, a respetarnos a nosotros mismos, a las personas que nos rodean y al lugar donde vivimos.
¿Cuáles son los pilares fundamentales sobre los que trabaja con los niños?
Enseñarles que cada uno es diferente. Obviamente, muchas veces nos falta tiempo para poder escuchar más a los niños y niñas, además de enseñarles. El verbo escuchar es muy importante y va siempre unido del verbo compartir, que son de ida y vuelta. Hay que entender que la escuela no es una burbuja y no se puede educar para ella, hay que hacerlo para la sociedad y en la sociedad, con todo lo que eso conlleva. No hay que olvidar tampoco el compromiso social, con la naturaleza y la gestión de las emociones.
¿La educación, tal como está planteada, pone más interés en los resultados académicos que en aportar educación emocional y disfrutar de esa etapa?
La educación es algo que se ve a largo plazo y, en este mundo donde todo es 'cortoplacista' es difícil hacer entender que todo no termina en una nota. Hay que ir más allá. Se trata de que nos preguntemos para qué sirve la educación, y yo creo que puede estar asociada, cuando hablas de notas, a unos cuantos verbos: reflexionar, aprender, evaluar y examinar. Parece que el peso más fuerte cae en el último.
¿Se da demasiada importancia a los exámenes y los deberes y se presiona a los niños?
Hay muchas cosas que presionan a los niños. Entre ellas, el ritmo de vida que llevamos los adultos, muy intenso y cada vez con más cosas que hacer. No nos damos cuenta de que es un círculo donde al final pagan los niños, los más vulnerables. Ahí viene el tema del estrés, que cada vez sufren más niños, niñas y adolescentes. El tema de los deberes influye, pero parece que tendemos a dicotomizar todo: deberes sí o no. Hay que decidir y depende cuándo, cómo, a quién y para qué. Obviamente, se trata de conseguir que los niños sigan teniendo esa curiosidad que tienen instalada de serie y ganas de volver al día siguiente. En el momento en que llegan los deberes y las extraescolares y los niños no pueden disfrutar de la infancia, llega un punto para pensar en ello. El tiempo vuela y la infancia solo pasa una vez.
¿Qué claves da a los estudiantes de Magisterio que acuden a sus conferencias?
Me siento afortunado por tener tantas experiencias y conocer a tantas personas, porque cada uno de nosotros tiene historias inspiradoras. Una de las cosas que les diría es que hay que escuchar. A veces, basta con pararte a escuchar o mirar de otra manera a las personas que tienes alrededor es un regalo, porque descubres historias que te inspiren. También, que la escuela no es una burbuja y hay que pensar que nuestros actos y palabras influyen en los demás y en el medio donde vivimos. Hay que hacer a los chicos y chicas protagonistas de un cambio en el que nosotros tenemos que creer.
¿Hay hueco en el sistema público para otras metodologías educativas?
En la escuela pública hay cientos y cientos y cientos de experiencias interesantes que siguen siendo anónimas. Yo he tenido la suerte de viajar y ver algunas de ellas, y hay miles de maestros y maestras que consiguen que los alumnos vayan con ganas al día siguiente. Lo que pasa que a veces pesa más lo negativo que lo que se está haciendo de forma positiva.
Uno de los temas más candentes ahora mismo es el de la igualdad de género y un punto muy importante es educar en igualdad. ¿Cómo se traslada esto a las aulas?
En todos mis años estudiando, nunca nadie me habló de género. No me dieron herramientas para normalizar la sexualidad, la orientación, la identidad sexual o el género mismo. Creo que ahora ya se está formando para eso, lo cual es tremendamente importante, pero hemos de conseguir una sociedad que vea a las mujeres ser referentes en todos los ámbitos de la vida. Afortunadamente, está cambiando, aunque más lento de lo que debería. Los chicos y chicas necesitan tiempo en los centros educativos y en casa para reflexionar y debatir sobre lo que son las emociones, los deseos y revisar imágenes estereotipadas de lo que deberían ser las relaciones, el amor o el valor que tiene cada persona en sí misma. Creo que todo empieza en la educación y, precisamente, hemos de empezar desde este punto para que las cosas vayan a mejor. Es muy muy importante enseñar desde pequeños, en la escuela y en casa, que nadie pertenece a nadie y que muchas cosas que vemos como normales no lo son.