''Cuando las mujeres son pobres y migrantes se crea la tormenta perfecta para un sistema de explotación''
Yayo Herrero es antropóloga, educadora social e ingeniera técnica agrícola y cuenta más de diez libros en el mercado, artículos en prensa y fue coordinadora nacional de Ecologistas en Acción. Esta ecofeminista estará este martes en Santander para abordar la actual crisis del sistema de cuidados, “esa dificultad de sostener la vida en un sistema que cada vez le ataca más”, en un encuentro organizado por la Asamblea abierta feminista de Cantabria, a partir de las 19.00 horas en la Escuela Oficial de Idiomas.
¿La naturaleza y las mujeres están invisibilizadas?
La ecodependencia y la interdependencia lo están. En nuestra cultura permanece invisibilizado el hecho de que, como seres humanos, dependamos radicalmente de la naturaleza -es decir, no puede haber economía ni sociedad al margen de ella- y el hecho de que la economía y la sociedad se sostienen sobre la aportación que, históricamente, han hecho las mujeres de forma mayoritaria y con una asignación no justa y no libre de ese rol.
¿En qué consiste la crisis de cuidados?
Para existir, hace falta garantizar el hecho de que los cuerpos en los que vivimos todas las personas sean cuidados a lo largo de su existencia. En caso de no existir esa dinámica de cuidados, la vida no se sostiene, es un trabajo imprescindible para que podamos existir como sociedad. En los últimos años, han sucedido una serie de transformaciones que hacen que cada vez haya menos tiempo para hacer todos esos trabajos de cuidados, pero hace falta más tiempo para realizarlos porque, por ejemplo, tenemos más población envejecida. Hace falta introducir mucho más tiempo y hay menos para hacerlo porque, aunque las mujeres hemos dado el paso al espacio laboral, que es el único que te garantiza derechos plenos, los hombres, mayoritariamente, no han hecho el camino contrario y sigue recayendo sobre hombros de mujeres toda esa tarea de sostenimiento de la vida. A esa primera tensión le llamamos crisis de cuidados, esa dificultad de sostener la vida en un sistema que cada vez le ataca más.
¿Esto es un resultado del sistema capitalista?
En parte sí, pero sobre todo es resultado de un capitalismo que se afianza y apuntala en una sociedad previamente patriarcal. Es resultado del hecho de que, esos trabajos, sean mayoritariamente invisibilizados y despreciados porque da la sensación de que, en nuestra cultura, se ha impuesto la noción de un ser humano que pareciera no depender de nadie, ni de otros ni de la naturaleza. Esa sociedad patriarcal, cuando además se sostiene sobre un sistema económico capitalista, obviamente se agrava muchísimo más.
¿La clave es poner la vida en el centro?
Efectivamente. La idea central es que, si queremos revertir la crisis ecológica, la crisis social, de desigualdades, incluso de legitimidad democrática, debemos construir sociedades que pongan la vida en el centro, que sitúen el mantenimiento de vidas que merecen la pena ser vividas como objetivo central de la economía y de la política.
¿Estamos agotando el modelo actual, es insostenible?
El modelo actual es absolutamente inviable. Los nuevos datos del IPCC dicen que, de no hacer cosas muy drásticas de aquí a diez años, nos vamos a encontrar con problemas y va a haber poblaciones que van a tener muchas dificultades para mantener la vida. Además, sostener la economía requiere de cantidades ingentes de petróleo y minerales en declive, la utilización de cantidades tremendas de tierra para generar producciones que ya están en franco retroceso y todos esos trabajos de cuidados, habitualmente invisibles y no pagados que permiten que se reproduzca la vida. Sin embargo, nuestro modelo económico ha puesto como prioridad el crecimiento económico en términos monetarios, la acumulación del capital y supedita a que haya algunos que ganen mucho dinero, al hecho de que las mayorías sociales tengan vidas decentes.
Este sistema tiene otra consecuencia: la migración.
Si nos fijamos en la procedencia de buena parte de las empleadas domésticas y cuidadoras pagadas -el grueso del trabajo se hace de forma no pagada- nos damos cuenta de que vienen de los mismos lugares que las materias primas que sostienen nuestros modelos económicos. Cualquier país de los hoy llamados ricos es deficitario en materias primas, excedentario en residuos y absorbe trabajo de mujeres que vienen de esos países periféricos para sostener la reproducción de la vida. Somos países absolutamente dependientes, casi parásitos, de este otro mundo empobrecido y explotado poblacional y territorialmente.
Esas mujeres, además, tienen el hándicap de ser pobres, migrantes y racializadas
Efectivamente. El sistema capitalista, sobre todo en esta fase mundializada y con los límites del planeta sobrepasados, se apoya sobre tres pilares: el patriarcado, el ecocidio y el racismo. Cuando confluye el hecho de que hay determinadas personas que interseccionalmente incorporan varias de estas desigualdades, todo se une en un ejercicio perfecto de explotación. Cuando las mujeres son pobres, migrantes, racializadas y viven en un sistema capitalista se conjuga la tormenta perfecta para un sistema de explotación terrible.
¿La gestación subrogada es otra manera de explotación de la mujer?
Yo creo en la libertad de que cada mujer escoja sobre su propio cuerpo. A veces se pone el caso de un mujer que, voluntariamente, quisiera gestar para un amigo o algo así. En ese caso hipotético no tendría mucho que decir. Otra cosa radicalmente distinta es que la gestación subrogada se convierta en un negocio en el que se explota la capacidad de gestar de mujeres pobres. Es otro mecanismo más de explotación del cuerpo de las mujeres, de explotación del trabajo humano y, además, se agrava con el hecho de que el producto vendido es una persona.
El pasado 5 de octubre cumplió un año el movimiento #meToo, ¿ha marcado un antes y un después?
El último año ha sido impresionante e importantísimo para el feminismo internacional. La pérdida de miedo a visibilizar las agresiones sexuales, la violación, la visibilización del trabajo de cuidados, la potencia de un movimiento feminista que ha visibilizado la rabia y las resistencias contra los feminicidios generalizados, las violaciones, el machismo estructural que también está en la forma de construir las leyes. Yo creo que ha sido un momento importantísimo de cara a la resistencia y a la rabia, pero también de cara a la generación de alternativas. Se ha mostrado que el feminismo no solamente es importantísimo como movimiento que denuncie la subordinación de las mujeres, sino que tiene una propuesta alternativa de organización de la economía y de la sociedad que puede ser potencialmente mejor para hombres y mujeres
La pasada semana acababa una columna en eldiario.es así: “A falta de mayor seguridad, más vale que nos apoyemos unas en otras”. ¿Es la clave?columna en eldiario.es
Absolutamente. Si ahora mismo me dijeran que puedo cumplir un deseo, sería la capacidad de las personas de hacer cosas unas con otras. Ahora mismo, lo que enfrentamos -el crecimiento de los ultraderechismos, la crisis ecológica, el incremento de la explotación y de la conversión en mercancía de absolutamente todo- requiere de mayorías sociales que quieran cambios, que estén dispuestas a trabajar con ellos y que sean mucho más generosas a la hora de construir un movimiento emancipador.