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Euzkadi confidencial: espías vascos al servicio de la Casa Blanca

José Antonio Aguirre, en el centro sentado, con Antón de Irala, de pie el primero por la izquierda

Iker Rioja Andueza

14 de julio de 2018 19:43 h

“Continuad vuestro trabajo desde el punto de vista de la Patria y su Libertad. Miles de vascos trabajan por ello unidos en generosa fuerza con los poderes aliados, a los que quizás debamos siempre nuestra existencia nacional. Por ello, todo sacrificio por las Naciones Unidas será pequeño” (José Antonio Aguirre)

Antón recoge los papeles. Ya terminará su informe más adelante. El avión de Pan American World Airways está a punto de aterrizar en el aeródromo de la calle 36 de Miami. Su terminal, vista desde la ventanilla, tiene más bien aspecto de estación de ferrocarril pero -todo hay que decirlo- la vidriera de Abando, en su Bilbao natal, es más espectacular. El viaje desde La Habana no ha sido muy largo. Le han sorprendido sobremanera los novísimos automóviles importados de Estados Unidos que están comprando los cubanos. ¿Durarán esas máquinas? La aeronave toca tierra. Antón comprueba una vez más que lleva su pasaporte de la República de Euzkadi consigo. El cheque de 5.000 dólares también sigue en su sitio. Una vez superado el control de Inmigración, todavía le quedará un trecho hasta llegar a Nueva York. 

- Mister Antonio de Irala?

- Yes, that is me.

Un funcionario del Gobierno de Estados Unidos invita al joven bilbaíno, de 34 años, a pasar a una estancia austera. Apenas se ve un calendario que indica que es 29 de marzo de 1943. En la sala hay otra persona. Irala, secretario del PNV cuando estalló la Guerra Civil y secretario del lehendakari José Antonio Aguirre cuando unos meses después se configuró el primer Gobierno autonómico de Euzkadi, aún no se maneja correctamente en inglés a pesar de que lleva ya unos meses en Norteamérica. Hace entender que necesitará un traductor y, en unos pocos minutos, llega el intérprete.

Los funcionarios repasan con el vasco su historial de entradas y salidas en Estados Unidos desde el año anterior, así como su periplo anterior por Europa. Parecen tener bastante información. Constatan también que su dirección es el 30 de la Quinta Avenida de Nueva York, sede de la Delegación del Gobierno vasco y donde le espera el lehendakari.

“¿Y qué ha hecho usted en Cuba?”, termina por preguntar el traductor. Antón muestra una carta, una especie de salvoconducto del Gobierno estaodunidense. Extiende también su pasaporte vasco, con número 2323. Se presenta como miembro oficial de un Ejecutivo extranjero con la condición adicional de exiliado político. A la isla –remarca- ha ido a establecer relaciones diplomáticas con autoridades locales y a obtener información de utilidad para la acción política de Euzkadi.

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Los tres funcionarios son agentes especiales adscritos al SIS del FBI, su servicio de espionaje. También el supuesto traductor, que es el espía U6NR. Esta unidad de elite tiene su sede en el nuevo Rockefeller Center inaugurado en el corazón de Manhattan. Allí se hacen pasar por una mercantil de exportación/importación. El Buró, dirigido por John Edgar Hoover, lleva meses siguiendo los pasos de la Delegación vasca en Estados Unidos ante las sospechas de que sus titulares puedan ser elementos subversivos. Ciertos informantes, de hecho, aluden a las inquietudes separatistas de estos españoles. Otros destacan sus profundas raíces religiosas y la capacidad de trabajo que acreditan.

Al mismo tiempo, la OSS, el nuevo servicio central de inteligencia creado por el presidente Roosevelt a instancias del coronel William J. Donovan, les habló la semana anterior del trabajo de espionaje que agentes vascos realizan para Estados Unidos en algunos puntos de Sudamérica. Precisamente el FBI ha sido comisionado por el Gobierno para cazar nazis y combatir el comunismo en el hemisferio occidental, por lo que el Servicio Vasco de Inteligencia podría ser un aliado útil para, por ejemplo, salvar la barrera del idioma en esos países de habla hispana. La OSS, por su parte, debería centrarse más en el trabajo de campo en los escenarios de guerra.

Los agentes del aeropuerto de Miami confeccionan el expediente 97/1973 y reseñan en él que su interlocutor les ofreció, cuanto menos, explicaciones vaporosas. Nada sobre la OSS. Acuerdan que habrá que tener los ojos abiertos con Irala y con el resto de miembros de la Delegación. Desde entonces, el cruce de comunicaciones entre la dirección del FBI y los analistas es continuo. Las tecnologías han avanzado sobremanera y el teléfono, el telégrafo y el correo aéreo son un verdadero lujo para los servicios de información de Estados Unidos ya que en apenas unos pocos días se puede enviar todo tipo de información de manera segura. En medio de la II Guerra Mundial el tiempo es oro y este país está a la vanguardia en estos adelantos.

Los agentes especiales del SIS informan a Hoover de que Irala no sólo es un secretario político. Este ciudadano extranjero es un espía. Su viaje a Latinoamérica estaba, en realidad, instigado por la OSS, pero el alcance del Servicio Vasco de Inteligencia es mucho mayor. También es evidente que Donovan y los suyos no les han terminado de contar todo lo que saben de los vascos. ¿Corporativismo?

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Pese al contratiempo en Miami, Antón puede completar al fin su reporte del viaje por América Latina que inició en Curazao y terminó en Cuba. Escribe en castellano y luego la OSS lo traduce, como siempre. En mayo, sus 16 páginas ya están en manos de los mandamases del Departamento de Justicia del país más poderoso del mundo.

El trabajo se acumula en el cuartel general del SVI en la Quinta Avenida de Nueva York. Pese a todo, sigue siendo gratificante poder representar a Euzkadi tan cerca del edificio más grande del mundo, el Empire State Building. Hace poco se estrenó la película King Kong, ambientada allí.

En realidad, la situación no puede ser más complicada para el SVI. A los rigores propios del exilio se le suma una situación crítica en Europa. La libertad del pueblo vasco va ligada a una victoria aliada en la II Guerra Mundial, como recuerda el jefe Aguirre en todos sus discursos.

Hace un año que colaboran con el SOE británico, con el consejero Jesús María de Leizaola como enlace. Leizaola está llamado a suceder a Aguirre al frente de Euzkadi. En Francia, el panorama es más desolador. La ocupación alemana ha supuesto el desmantelamiento del Deuxième Bureau, con el que el SVI mantenía una interlocución diaria en la sede central de Baiona. El espionaje vasco recibía 75.000 francos mensuales del Gobierno que se pueden dar por perdidos en estas circunstancias. No sólo, las últimas comunicaciones desde el otro lado del Atlántico alertan del incremento de la represión. Los agentes vascos están siendo deportados a campos de concentración, aunque la red formalmente continúa operativa en la clandestinidad. ¿Y en Madrid? El SVI tiene pocos efectivos y están mal organizados.

Desde 1942, el SVI ha encontrado en Estados Unidos un aliado. El gran éxito de esta colaboración llegó entre el 5 y el 8 de octubre. Los agentes al servicio de Aguirre obtuvieron el código secreto de comunicaciones de España, el sistema encriptado con el cual el Gobierno de Franco cifraba sus comunicaciones entre embajadas en América y entre Madrid y el continente. Esta sintonía llevó al Departamento de Estado a valorar en noviembre de una propuesta de cuatro puntos que les hizo llegar el lehendakari. Quería entrar en España para intentar derrocar a Franco. Un lustro bajo el yugo –y las flechas- de la dictadura era ya inasumible.

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El 10 de noviembre el presidente de los vascos de España, Aguirre, comparece junto a su asesor Ramón de la Sota en el despacho del coronel Donovan. El agente de la OSS Frank T. Ryan toma notas para elaborar el informe de la reunión. El propósito de estos extranjeros es lograr la colaboración de Estados Unidos en un plan para derrocar a Franco. La propuesta constaba de cuatro puntos, uno de los cuales incluía la entrega de armas a los vascos.

Pese a la insistencia de Aguirre, la OSS no ofrece más respuesta que la de prometer con la mejor de las sonrisas que la propuesta será considerada. ¿Es prudente aliarse con independentistas y cerrar la puerta a toda relación con España en el futuro?  Ellery Huntington trabaja para la OSS después de haberse retirado como ‘quarterback’ de la NFL. El 20 de noviembre avisa a Donovan de las serias repercusiones políticas de la propuesta. Como alternativa, el teniente coronel plantea poner en contacto a los vascos con elementos en el Norte de África que podrían darles asistencia en sus planes para España. El enlace sería un agente de Operaciones Secretas. Sería en esa zona donde se podría entrenar un equipo paramilitar y preparar los suministros.

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Las relaciones con el SIS no han empezado con buen pie, pero para el SVI no queda más remedio que engrasarlas. Al fin y al cabo, el FBI asume las tareas de espionaje en Latinoamérica. Una vez puesta toda la estructura vasca al servicio de Estados Unidos, poco importaba el reparto competencial interno, sino buscar la máxima eficacia. En 1943 y 1944 Antón establece una relación fluida con el agente Jerome Doyle, lo que se traduce en reuniones casi semanales. Parece mentira, pero un año después del interrogatorio en Miami, el FBI y el SVI tenían perfilado un acuerdo para que los agentes vascos en México, Puerto Rico, Cuba, Venezuela, Perú, Colombia, Argentina, Uruguay o República Dominicana estuviesen a disposición del SIS.

Mensualmente, el Gobierno vasco ingresaría 4.126 dólares mensuales para su distribución entre toda la red. La estación de Argentina dirigida por José María Lasarte se llevaría casi la mitad, unas 300.000 pesetas al cambio. Antón hizo ver a Doyle que este sistema era el más operativo por motivos patrióticos, ya que los espías vascos cobrarían de Euzkadi y no de una potencia extranjera. Es el momento de que el lehendakari explicara personalmente estos cambios a todas las delegaciones afectadas.

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El SIS ha arrancado del SVI un compromiso de “exclusividad” en América Latina. Dos son los grandes objetivos de esta colaboración, detectar movimientos alemanes y cazar nazis y combatir la creciente amenaza comunista. El presidente de los vascos ha mostrado un compromiso firme contra el comunismo, lo que tranquiliza a Estados Unidos. En su primer Gobierno, todavía en España, tuvo un consejero del PCE, Juan Astigarrabia, pero ya no colabora con Aguirre en esta nueva etapa en el exilio.

Según los datos de Estados Unidos, un espía vasco está infiltrado en el Partido Comunista mexicano. También hay informantes en el círculo falangista de Colombia, que se reunía en el restaurante Asturias de Bogotá. En Venezuela se va a diseñar un sistema para que todos los viajeros de interés que lleguen en barco a Puerto Cabello se alojen en hoteles de Caracas controlados por el SVI. Para ello, se simulará un servicio de transporte hasta la capital a costa del presupuesto del Buró. La vigilancia de barcos llegados desde Europa hasta Sudamérica era una de las tareas que más eficazmente habían desarrollado los espías vascos desde su activación en el continente, fruto también de la colaboración con la ONI de la Navy.

Hay investigadores con dedicación exclusiva y otros que colaboran con el SVI fuera de su jornada laboral. Los religiosos vascos en la zona son también buenas fuentes de información. Todos ellos han de procurar ser cuidadosos, para lo cual el uso de su lengua propia (el euskara) pueda resultar útil. Las fichas de los sospechosos colaboracionistas que detecten han de ser claras y concisas y contener siempre nombres, edades, descripciones físicas detalladas, domicilios y hasta posibles viajes a Alemania en los últimos 10 años.

Cuba y Argentina son los puntos más problemáticos del memorando. En Cuba, el delegado, José Luis de Garay, no es de la confianza de Aguirre e Irala y ya han informado a Doyle de que la interlocución se realizara a través de dos subordinados. En Argentina, por el contrario, la dificultad viene dada por el ambiente prebélico que vive el país, santuario nazi. Se les ha facilitado a los agentes del SVI el mismo plan de fuga hacia Uruguay que al resto de funcionarios de Estados Unidos, incluida la obligación de destruir el material sensible. Tienen contraseñas propias en idioma español para identificarse en los refugios establecidos.

El SVI ha accedido a realizar todas las comunicaciones a través de los canales del FBI. Ello permite analizar en laboratorios especiales todas las cartas, informes y comunicaciones entre la red y, específicamente, los mensajes con destino al cuartel general de Nueva York. Los especialistas del Buró buscan mensajes ocultos con tintas invisibles o códigos de encriptación para transmitir información a espaldas de Estados Unidos. También se controlarán y archivarán todos los ejemplares del periódico oficialista, el ‘Euzko Deya’.

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1945 y la guerra se eterniza. El lehendakari Aguirre quiere volver a retomar la idea de actuar en Europa. Ofrece nada menos que 1.000 hombres a la OSS para crear un grupo paramilitar que pueda actuar sobre el terreno con operaciones de ‘hit and run’. Está muy bien perseguir nazis en Argentina, pero la victoria final no llegará allí. El modelo era imitar los sabotajes que realizaba el SOE británico, con el que el SVI colaboraba activamente a través de Leizaola.

Finalmente el grupo elegido fue más reducido, de 114 hombres más un cura y cocineros, según el acuerdo alcanzado con Estados Unidos el 7 de abril. Pero había nacido Airedale, la verdadera unidad secreta de elite del SVI. Su presupuesto es de 125.000 dólares, lo mismo que el coste durante más de seis años de toda la red de espionaje en Argentina, que se extendía por Buenos Aires, Córdoba, Bahía Blanca, Tandil y Salta.

Parte del nuevo grupo, los ‘gudaris’ del batallón Gernika, se incorporó a Airedale después de haber participado del 14 al 20 de abril en la batalla de Pointe de Grave. La selección final correrá a cargo del alférez estadounidense Edward W. Andrews y, por parte vasca, de Primitivo Abad, un hombre de partido de total confianza.

Para formar a los ‘airedales’ se ha elegido la abadía de Notre Dame de Vaux en Cernay-la-Ville, a 50 kilómetros de París, capital en la que el Gobierno de Euzkadi tenía una sede. Hasta el apartado recinto había que llegar en camiones con código HQCOM/Z de los Estados Unidos. El lugar era propiedad del barón de Rothschild. Al inicio del proceso, un vasco ha tenido que ser apartado por haber trabajado en Alemania. ¿Un traidor?

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El Gobierno de Estados Unidos ha acordado con el SVI reclutar, entrenar y emplear a 150 ó 200 nacionales españoles para llevar a cabo actividades de sabotaje de pequeño alcance inmediatamente detrás de las líneas enemigas. El proyecto se llama Airedale y se llevará a cabo en Francia. Entre las cosas que se les enseñará está la muerte silenciosa. Consiste en formación en técnicas de eliminación de personas sin ruido. Se proporciona a Airedale el arma Welrod, la pistola de los asesinos, que está dotada con silenciador. Además de la OSS, solamente el SOE y otras pocas unidades de elite en el resto del mundo cuentan en la actualidad con este material.

La edad media de la fuerza es de 35 años, aunque Juan José Arenaza, de Bermeo, es el más joven con únicamente 17. Se les paga 6.000 francos (120 dólares) y tienen que seguir el manual del Ejército de los Estados Unidos. Se les han dado instrucciones de decir que son militares mexicanos en caso de que sean detectados por el enemigo.

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La II Guerra Mundial ha finalizado en Europa pero la caída de Hitler y Mussolini no ha acarreado la de Franco. El 29 de junio se ha conocido que Washington D.C. ha dado por finalizadas todas las operaciones secretas, incluida Airedale. El 10 de julio se organizará una velada de boxeo en la abadía para despedir a los muchachos.

En este escenario, al Gobierno de Euzkadi no le queda otra salida que reestructurar Airedale para mantener viva la llama de la resistencia a la España franquista. Se crean tres grupos paramilitares. Dos de ellos quedan bajo mando de Abad y se trasladan a la frontera hispanofrancesa, donde Estados Unidos tiene abierta una Universidad militar que también es una estación de espionaje. Se plantean pequeñas acciones armadas contra intereses españoles pero tienen nula repercusión y cobertura política.

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Se ha acabado la guerra y en tiempos de paz Estados Unidos tiene que ajustar su política exterior. Así las cosas, en julio de 1946 se plantea un recorte del 50% de la financiación del FBI al SVI. Es una medida temporal e insuficiente, porque a la vuelta del verano lo que hay que valorar ya es romper el acuerdo de 1944 definitivamente. En algunos países, de hecho, la información proporcionada en estos años no ha sido la esperada en relación con el elevado coste del programa.

En marzo de 1947 se liquidan los últimos pagos pendientes y se da por finiquitada de manera cordial la colaboración entre el SIS del FBI y el SVI. Los vascos explican a sus interlocutores que continuarán al servicio de los Estados Unidos en el nuevo tiempo aunque con otro tipo de acuerdos. Por ejemplo, Jesús de Galíndez, primero delegado en Ciudad Trujillo (República Dominicana) y que en 1944 inició su trabajo para el SIS desde allí, se ha convertido en agente en nómina del FBI. Su código interno es NY-507-s y compagina esta actividad con una prolífica vida académica y su condición de máximo responsable de la Delegación de Euzkadi en Nueva York tras el regreso a Europa –pero no a España- del presidente Aguirre y de Irala. Galíndez es un activo muy valioso y el Buró no correrá el riesgo de perderlo como informador bajo ningún concepto.

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Antón tiene que recoger unos papeles. Su avión aterriza en Nueva York, donde tantos y tan intensos años vivió hace más de una década. En este viaje no habrá tiempo para distracciones. Hace unas semanas, el 12 de marzo de 1956, Galíndez desapareció de manera misteriosa tras impartir una clase en la Columbia University. Tomó el metro en la 57 con la Octava Avenida para ir al 30 de la Quinta Avenida. Luego nada más se supo.

Bajo su custodia estaba toda la documentación de la Delegación y del SVI y esos papeles ahora están en manos de las autoridades estadounidenses. Con Estados Unidos ahora aliada de Franco ese material podría ser el fin para el nacionalismo vasco. Hay que recuperarlo.

Antón sabe que el espionaje para el que colaboró en el pasado le sigue la pista. Ha tenido que contarles que está intentando montar un negocio de exportación e importación y que después regresará a Francia, que no está intentando retomar su puesto en la Delegación, con todo lo que ello conlleva. Les explica que no residirá en la antigua sede, sino en las habitaciones 238 y 239 del hotel 1440 de Washington D.C. Les intenta convencer de que los documentos no son de Galíndez, sino de la institución, y que entregarlos al viejo padre del desaparecido sería un error mayúsculo, porque acabarían en poder de las autoridades españolas.

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