Josu Ternera, el último 'general' de ETA
- José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, está prófugo de la justicia desde el 14 de noviembre de 2002, mes en el que tenía que haber declarado como imputado por el salvaje atentado etarra del cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza en 1987
El más escurridizo de los jefes de ETA ha sido quien finalmente ha puesto voz al epitafio de la organización terrorista y desde este jueves disuelta. José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea, Josu Ternera, lo ha sido todo en la izquierda abertzale: parlamentario, dirigente de ETA y negociador con los gobiernos españoles en nombre de la maquina de terror que desde esta jornada histórica ha quedado disuelta como un azucarillo tras 60 años de asesinatos, bombas, secuestros y extorsión.
Todas las fuentes antiterroristas consultadas coinciden en señalar que José Antonio Urrutikoetxea ya no estaba al frente de la organización, ni encuadrado en el Comité Ejecutivo ahora disuelto de un plumazo. Los agentes antiterroristas españoles que trabajan sobre el terreno en Francia y la policía gala le perdieron la pista a mediados de julio de 2013 en un pequeño pueblo de los pirineos franceses cercano a la frontera con España, Durban-sur-Ariège de unos 200 habitantes donde estuvo conviviendo de manera con su pareja Agnès Cerlo. Las fotos exclusivas que acompañan a este perfil habrían sido realizadas en esa etapa. En las imágenes se ve a Josu Ternera jugando con un bebe al aire libre.
Las últimas informaciones de fuentes policiales francesas consultadas esta misma semana por este periódico han señalado que en la última etapa le situaban en “algún país del norte de Europa”. Y, más recientemente, en Suiza, probablemente para que estuviera “disponible” para la última operación propagandística de ETA: el vídeo del final definitivo del terror.
Hasta hoy, fecha en la que ha realizado el último servicio a la organización terrorista: poner su imagen al servicio del epitafio definitivo de ETA. Nadie como él -junto a la histórica Soledad Iparragirre, Amboto, en prisión en Francia que lo ha hecho en euskera- para dotar de credibilidad histórica al anuncio de la disolución definitiva. Y hacerlo a cara descubierta. ¿Qué otro de los últimos dirigentes que no esté encarcelado podría dejar esa imagen para la historia? Sobre todo, desprovisto de las habituales capuchas con las que ETA ha presentado a sus dirigentes en sus comunicados o entrevista a medios de comunicación.
Pero antes, Josu Ternera ha tenido que sortear a la policía durante los últimos años. Diversas fuentes policiales situaron al exdirigente etarra en Durban-sur-Ariège -un pueblo cercano a Andorra y situado en el Departamento de Ariège- de manera intermitente en los años precedentes a la operación policial desarrollada el 16 de julio de 2013. Josu Ternera logró de nuevo huir sin que haya habido una explicación consistente y convincente de lo que pudo pasar para que Urrutikoetxea no fuera arrestado entonces por el Grupo de Intervención de la Policía Nacional francesa (GIPN).
Convivía en esa época con Agnès Cerlo y, durante ese tiempo, ambos cuidaban de un bebé de corta edad. La criatura que aparece en las imágenes de este artículo. Una relación que el exdirigente etarra ha mantenido durante décadas. De hecho, cuando Josu Ternera fue detenido por primera vez por la policía gala mientras viajaba junto a Elena Beloki en Bayona en una motocicleta el 11 de enero de 1989 -tras una reunión en la que participó el abogado y entonces dirigente de Herri Batasuna (HB) Txema Montero -más tarde asesor de Eugenio Etxebeste, Antxon, en las conversaciones de Argel-, ya le acompañaba Cerlo, quien también fue arrestada en aquella operación policial.
Tras cumplir condena en Francia, Josu Ternera fue expulsado el 4 de mayo de 1996 y, ya en España, procesado por varios delitos relacionados con la actividad de ETA. Finalmente, fue puesto en libertad definitiva el 14 de enero de 2000. Y poco después acabaría sentado en el Parlamento vasco, con la marca electoral abertzale de la época: Euskal Herritarrok.
Pero en 2002, la justicia, muchas veces lenta, casi siempre implacable, llamó a la puerta de Urrutikoetxea de nuevo. La Guardia Civil había puesto en marcha la maquinaria sobre la base de un informe del Servicio de Información del instituto armado -un detallado documento de 127 páginas elaborado en junio de 2001. Su objetivo: que los tribunales fundamentaran una persecución e imputación penal de los máximos dirigentes de la ya organización desarmada: “deducir la imputación” de los “miembros de las estructuras directivas de ETA en la comisión de los atentados ejecutados por los distintos comandos”. Y el instituto armado pretendía aplicar esta tesis al entonces parlamentario de Euskal Herritarrok y exdirigente de ETA, José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea, Josu Ternera.
Unos pocos días antes de la primera citación ante el Alto Tribunal para declarar como imputado, prevista para el 6 de noviembre de 2002, José Antonio Urrutikoetxea estuvo en un congreso junto a los dirigentes independentistas Arnaldo Otegi y Joseba Álvarez. Cuando llegó la segunda citación, prevista para el 13 de ese mismo mes, Josu Ternera ya había desaparecido. Y desde entonces ha ido sorteando todas y cada una de las operaciones policiales ejecutadas para echarle el lazo definitivamente.
La siguiente vez que supimos de él fue cuando el entonces presidente del PSE-EE. Jesús Eguiguren, se sentó frente a frente a Josu Ternera durante las negociaciones para el final de la violencia auspiciadas por el centro suizo Henri Dunant, celebradas en Ginebra (Suiza). Hasta que a finales de 2006, en los momentos previos al atentado de la T-4 que dio al traste con aquel proceso negociador de la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE), fue apartado de la mesa negociadora, cediendo el terreno a Thierry y, finalmente, a las bombas y al retorno de la violencia.
Josu Ternera fue también el terrorista que esperó sin éxito en Noruega, junto a los también dirigentes etarras Iratxe Sorzabal y David Plá (ahora en prisión) a que algún emisario del Gobierno popular de Mariano Rajoy les tomara la temperatura para avanzar hacia un final negociado de ETA que nunca llegó. Los tres fueron expulsados a mediados de febrero de 2013 de Oslo por el Ejecutivo noruego tras constatarse que Rajoy había descartado esa vía nada más llegar a la Moncloa. Y ahí se le perdió la pista. Hasta este jueves.
La justicia le ha vuelto a visitar esta misma semana. La jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela ha concluido el sumario abierto por delitos de lesa humanidad contra cuatro dirigentes de ETA en diferentes etapa. Uno de ellos es Urrutikoetxea. La jueza les responsabiliza de los asesinatos o secuestros perpetrados por ETA desde el 1 de octubre de 2004, cuando entró en vigor en España la figura jurídica de los crímenes de lesa humanidad. Los dirigentes son Garikoitz Aspiazu Rubina, Txeroki; Mikel Carrera Sarobe, Ata; Ángel Iriondo Yarza, Gurbitz; todos ellos procesados en 2015 por este delito y que por primera vez podrían ser juzgados por ello.
Ternera es el cuarto dirigente. Pero al estar huido de la justicia no se le ha podido comunicar formalmente su procesamiento, por lo que su caso continúa en espera hasta que se le encuentre, según precisaron esta semana fuentes de la Audiencia Nacional.