“Una mesa de mandatarios mundiales hoy se parece mucho a una reunión de capos de los años 20”
Desde su casita en Urroa, el típico lugar perfecto para crear en “arresto domiciliario, que es como hay que escribir”, Manuel Rivas (A Coruña, 1957) es capaz de compaginar parir un manifiesto rebelde como su último, un ejemplo de “literatura insurgente”, como él mismo define a 'Contra Todo Esto' (Alfaguara), con la escritura de su futura novela y con tomar una avión por la mañana y volar a Bilbao para moderar un panel en el Gutun Zuria, el Festival Internacional de las Letras en Bilbao.
Acaba de volver de Barcelona, donde ha visto mucho “color amarillo” por las calles el día de Sant Jordi, pero también una necesidad de bajar el diapasón, de “quitar presión” a la olla de todo lo relacionado con el 'procés'. Hace una defensa del legado del 68 como “planteamiento utópico, alternativo en el que no se pueden desconectar las libertades individuales, de la libertad solidaria”, frente a lo que denomina “el modernismo reaccionario con paradigmas como Ciudadanos o Macron”.
Su último libro se lee muy fácil. Es una mezcla de lo que nos lleva pasando en los últimos años en relación a las libertades civiles en este país, la corrupción, etc, pero trufado con anécdotas, arte y pinceladas de literatura.
Es un libro muy literario. Estoy trabajando ahora en una novela y, por suerte, cuando volví a ella los personajes seguían por allí, pero esto es una literatura insurgente: las palabras querían ponerse de pie, se levantaban. Es un espacio de resistencia y de reflexión, pero a la vez muy creativo.
Un manifiesto político a la antigua usanza, como el Comunista de Marx y Engels o el Manifiesto Incierto de Frédérick Pajak, sobre Walter Benjamin, por hablar de algo más reciente.
Tiene esa parte de alegato, de reivindicar el lenguaje, que está ahora tan destartalado, contaminado y corroído, que a veces las palabras están cansas, desconocidas y no significan lo que deberían. Yo necesitaba hacerlo para limpiar el miedo, limpiarme a mí mismo el miedo. Es significativo que ahora haya una concentración del miedo en todo lo relacionado con la libertad de expresión o de manifestación.
Ambos derechos muy afectados últimamente en España.
Pues claro. Pero el libro trata de lo local/universal. Y lo que pasa aquí también está ocurriendo en muchas partes del mundo. Si nos imaginamos una mesa de mandatarios mundiales se parece mucho a una reunión de capos de los años 20, incluso físicamente. Yo utilizo la palabra vergüenza como arranque, como célula madre del libro, que, por cierto, no responde a un discurso estructurado o elaboración teórica o doctrinal. La célula de la conciencia es la vergüenza, de forma que ves algo que antes no veías o no querías ver.
Pero es que las cosas ahora son muy evidentes, lo que ha pasado en estos años de crisis, y no solo aquí.
Es una sensación de asistir a una especie de hundimiento en el bochorno. A principios de siglo había un estado de conciencia generalizada en el mundo de que había que ir a mejor, de que había que acabar con las armas nucleares, tener otra relación con la naturaleza, buscar que Europa fuera un espacio de bienestar y de refugio de la gente que anda por ahí huyendo de sus países.... Aparece Barak Obama, antes el desmantelamiento de la URSS, una obra de ingeniería en la que se debería valorar mucho más a un personaje como Gorbachov, un desmontaje de utopías fallidas o la figura del propio Mandela, personajes de peso, de altura, auténticos referentes morales.
¿Y qué sucedió después?
No son cosas que pasen de repente, no te desatornillan la línea del horizonte así de repente. Antes estuvo el 68, algo fundamental en el movimiento de los derechos civiles, la sentencia de muerte a la guerra de Vietnam, se publican entonces los 'papeles del Pentágono', se intensifica la lucha contra el Apartheid, y se está luchando por los derechos civiles y democráticos en Praga, Belfast, Madrid, Barcelona y Bilbao, siendo situaciones y regímenes distintos, pero todas realidades totalitarias donde se está luchando en los mismos días del 68 en las calles. Fue “el gran susto” para el 'establishment' y, en el lado más positivo, nos quedó una herencia de planteamiento utópico, alternativo en el que no se pueden desconectar las libertades individuales, de la libertad solidaria. Y, todo eso, pese a esa corriente dedicada a desmontar todo lo que supuso el mayo del 68 y presentarlo como una especie de 'happening' juvenil burgués parisino y que lo único importante era cómo follar. Pese a ser una interpretación absolutamente superficial y banal, sí creo que hay esa herencia del 68.
Pero ya no parece que, en general, estemos en esos planteamientos utópicos y alternativos.
Es que ahora estamos más bien en la distopía, en el modernismo reaccionario con paradigmas como Ciudadanos o Macron.
Recetas sencillas a problemas complejos.
Sí y, además, juegan con la idea de la libertad pero en realidad lo que quieren es desmontar todo lo que pueda haber de espacios comunes, solidarios.
Está haciendo un ejercicio de memoria al remontarse al 68 y su herencia. Entre los enunciados de su 'Manifiesto Contra todo esto', he querido destacar uno ligado con esa idea: “Todo esto es desmemoria o, peor aún, contramemoria”. Acaban de acceder a la cripta del Valle de los Caídos años después de una sentencia que no se terminaba de cumplir.
Sí, sí, Para pavimentar el camino a la distopía lo hacen con el elemento de la indiferencia y la anestesia. Con el mirar para otro lado. La memoria es algo activo, tiene sentido hablar de memoria como una melancolía activa. Toda esta operación de desmemoria persistente e incluso histérica, el hecho de que moleste que se hable de memoria colectiva cuando la memoria siempre se ha asociado a un factor positivo en las personas -tiene buena memoria, está muy bien de salud- existe. Y creo que una sociedad que tiene memoria es que está genial de salud, frente a lo comentaba antes de la desmemoria o la contramemoria.
Aquí lo que ha sucedido es que se ha obstaculizado ese proceso de memoria, ese rescate de chispas de esperanza de la historia, momentos en los que ha habido una tradición diferente. Hoy en España podíamos estar hablando de una tradición federalista, la Primera República era federalista y es un componente asociado a la democracia. Hoy en día es imposible pensar realmente en una sociedad democrática si no se asocia a ese componente del federalismo. Pero hoy te defines como federalista y parece que eres un cuáquero. Cuando se aplicó el 155 en Catalunya, que le deberían de llamar Estado de excepción para evitar los eufemismos, resulta que se creó aquella comisión constitucional en el Congreso que iba a reflexionar sobre la reestructuración territorial de España. Eso ya no existe y se ha dejado de hablar de federalismo. Es una hibernación de la memoria democrática, estamos en la contramemoria. ¡Se ha escrito la historia de la península de una forma tan sectaria...! pero hay otra historia, la de las luchas sociales, la memoria del XIX. La palabra liberal, antes de que fuera sodomizada, tiene su origen en los exiliados españoles en Londres... podríamos tener otra memoria. Por eso han sido tan maltratados los pueblos; en el fondo el poder desconfía de su gente, del pueblo.
En plena crisis habíamos oído hablar del concepto “capitalismo de amiguetes”. Usted da un salto y nos habla del “capitalismo mágico”. Suena a 'Gabo', al realismo mágico, pero no será.
Hay una cierta ironía jugando con el término literario del realismo mágico. Una de las sustancias que define la época es la coca o la 'fariña', todo el mundo sabe ya que se llama 'fariña'.
¿Por qué será que ahora todos sabemos el significado de 'fariña'?'fariña'
(Risas) La denominación inicial era polvos mágicos, la droga del poder, la codicia.
Eso nos lleva a esa idea expresada en el libro de las manos muy visibles responsable del 'Todo Esto', pero que finalmente se convierten en una gran mano invisible. Como si no hubiera responsables de lo que ha pasado.
Efectivamente, no es una abstracción, claro que hay causalidades. Y uno de los problemas de la desmemoria, de querer mirar para otro lado tiene que ver con la sustracción de la causalidad. Que está ligado también a la crisis del periodismo porque una de las funciones del periodismo es establecer las causalidades, el porqué de las cosas. Lo fundamental en periodismo es explicar por qué ha pasado esto. Y eso se ha sustraído de la información. Así nos encontramos con un encadenamiento de hechos que parece que es una especie de caos, de azar. ¿Se detiene a miles de personas en Turquía y qué es un arrebato de alguien en el poder? ¿Por qué Europa que tenía esa condición de geografía de la esperanza vemos que se está minando? ¿El 'Brexit' es una ocurrencia del dueño de los pubs ingleses? No, no. Ya lo decía Thatcher, tan pronto pueda romperemos esto de Europa, acabaremos con el Estado del bienestar. Eso estaba ya en marcha, justamente después del 68. Son los mismos que luego dijeron que en el 68 lo que pasó es que hubo un “exceso de democracia”. Textual. Lo cual nos da la pista de lo que es democracia, justo un exceso de democracia.
Acaba de hablar de periodismo, ese oficio que no es para cínicos, como dijo Kapuscinski. Los Gobiernos rescatan bancos, autopistas y mientras el periodismo que es el “centro de rescate de la verdad” de los porqués que mencionaba antes, está asediado por “las crisis del periodismo”, en plural.
Sobre todo una crisis que es la peor crisis que puedes tener, la existencial; cuando se le colgó el sambenito de que era prescindible e innecesario. Y eso era parte de ese retroceso, de esa distopía de eliminar los espacios de crítica, de inconformismo, de eliminar los porqués. Este libro también ha sido un reencuentro feliz con el periodismo, de decir: ¡Jo, que necesario es el periodismo! el activismo periodista.
¿Y cuándo se fue por el sumidero el periodismo?
Cuando el periodismo se convierte en una mercancía. En ese momento. Y nunca puede ser una mercancía más. Además, el periodismo ha caído en el yugo de los bancos, de los poderes financieros. Esa pérdida de independencia al caer en manos de quien manda realmente, de quien tiene el poder y que, sin duda, va a ejecutar la hipoteca intelectualmente. Y luego está la superstición con el tema de la tecnología, del 'solucionismo' tecnológico, de que lo va a solucionar todo y va a sustituir a las personas. Y en el periodismo creo que llegó a cundir esta idea, se convirtió en fábricas de producción pero no necesariamente de información, más bien de una estandarización de la realidad.
¿Se llenaron las redacciones de cínicos?
Totalmente, los cínicos se hicieron con las riendas. Frente al periodista activista. Muchos creemos que el periodismo debe ser activista, lo que pasa es que aquí usas esa palabra y a muchos se les ponen los pelos de punta porque entienden el activismo como una toma de partido. Activismo es lo contrario de estar desactivado, y el periodismo ha estado desactivado, en gran parte, para que se sistematizara la corrupción, para que medraran personajes absolutamente ineptos y mediocres.
Acaba de volver de Catalunya, de la Fiesta de Sant Jordi. En su libro dice que Catalunya necesita una revolución de sentido común.
Bueno, Catalunya y España, el Estado. Yendo a los porqués, no se puede sustraer la historia de lo que está pasando allí. Hay una actitud de producir continuamente un enemigo, interesa tener un enemigo, hay una política que crece y se alimenta de crear enemigos, no de un programa político sobre lo que quieren hacer con España. O, desde la absoluta ignorancia o desconocimiento histórico, se pasa a la mofa cuando se habla de pluralidad o de nación de naciones. Esta gente se olvida de que Portugal formó parte de España durante casi un siglo, de Felipe VI a Felipe IV, y tardaron tres días en Madrid en enterarse de que se habían independizado. Llegó la noticia un poco tarde porque estaba el Rey ocupado en otras cosas (risas). Creo que hay un problema ahí. Yo soy federalista y me gustaría hablar de un federalismo mundial, con una relación cooperativa. ¡Pues qué menos que la península se articule así! Pero es un asunto que despierta carcajadas. Tenía mucha razón aquel que decía que el problema de fondo de España es cultural. Hay más bioperversidad, que biodiversidad.
Perversidad parece lo de 'la manada'. Este jueves [la entrevista es previa a la decisión judicial] vamos a conocer la sentencia por la violación de una joven en San fermín. ¿Por que no les creen a las mujeres violadas? ¿Por qué es un viacrucis denunciar, el juicio, esperar a la sentencia...? ¿Por qué la carga de la prueba está situada en el sitio equivocado?[la entrevista es previa a la decisión judicial]
El problema no es que haya machismo, es que el sistema es machista. No solo la jerarquía de poder de las instituciones, de la producción ideológica, todo eso responde a algo que viene de muy lejos. Cuando se habla de que es una cuestión educativa... la verdad es que siempre que se ha intentado se ha neutralizado y realmente el poder ahora mismo en España siempre intenta descalificar a la mujer. Por eso cuando una mujer se rebelaba se utilizaba el término histérica. El poder, ahora, lo detenta el histerismo masculino, un poder que no soporta que la gente no sea dócil, que las mujeres no sean dóciles, no sean sumisas. El ambiente es un proceso de intimidación hacia ellas.