“Salieron jeroglíficos que no había en Ampurias, Mérida o Hispalis y nos preguntamos qué pasaba en Iruña-Veleia”
Años 2005 y 2006. Los arqueólogos profesionales que trabajan en el yacimiento tardorromano de Iruña-Veleia, a 10 kilómetros de Vitoria, recogen decenas de piezas de los diferentes sectores. En las extracciones y tras una somera limpieza, ninguna de ellas llama especialmente la atención más allá de ser originales del siglo III, aproximadamente. En contadas ocasiones se coordenaba algo excepcional. Sin embargo, después del proceso de lavado, los responsables de las excavaciones comunicaban que en realidad los hallazgos eran verdaderos tesoros. “Estábamos encontrando cosas un poquito excepcionales. Aquello era altamente chocante. Salieron jeroglíficos egipcios que no habían salido en Ampurias, en Augusta Emerita (Mérida), en Hispalis (Sevilla) o en Caesar Augusta (Zaragoza) y nos preguntamos: ¿Qué pasa aquí?”, ha declarado uno de estos arqueólogos en el juicio que se celebra estos días en Vitoria contra el responsable de Iruña-Veleia, Eliseo Gil, por la aparente falsificación de 476 piezas.
Su nombre es José Ángel Apellaniz y pasó cinco años en Iruña-Veleia. Bajo juramento, ha concluido que los hallazgos carecen de “todo valor”, desde las inscripciones egipcias -se alega que en esta ciudad romana trabajaba un pedagogo llegado del Nilo- hasta las que iban a cambiar la historia del cristianismo -ha rebajado los supuestos calvarios más antiguos a “un cómic de la vida de Jesucristo”- o las frases en euskara. “Y luego llegó el elefante”, ha bromeado Apellaniz sobre una piedra grabada con ese animal y de la que se dijo que algún habitante de la ciudad romana alavesa habría visto algo semejante en el coliseo de Roma y que luego lo grabaría para la posteridad.
Por el contrario, Gil y la que fuera su mano derecha, Idoia Filloy, han remarcado ya en el juicio que continúan defendiendo la autenticidad de los tesoros de Iruña-Veleia, a la que consideraban la nueva Pompeya. Insisten en que, pese a la abundante documentación recopilada tras más de diez años de investigación, no hay evidencias científicas sólidas que refuten la veracidad del conjunto.
Apellaniz -a preguntas de la Fiscalía- ha contado que, ante la cascada de piezas rompedoras, “previno a la dirección” de que se necesitaba una mayor “trazabilidad” y garantía de su descubrimiento “para que la comunidad científica internacional los aceptase y validase”. Uno de los puntos clave del caso es que apenas se registraron apariciones durante la extracción y que todo surgía en el lavado, controlado por la hermana de Gil, Ainhoa.
Ha puesto un ejemplo. Él y otros compañeros, en un sondeo, hallaron un plato completo. Eran “seis pares de ojos” los que rescataron el utensilio. “Lo dejamos bien limpio con el cepillito. Y no tenía ni un solo grafito. Ni una marca. Pero en el lavado que se hizo esa misma tarde apareció que tenía algo en euskara. Yo alucinaba. ¡Lo hubiésemos visto sin lugar a dudas!”, ha relatado. Ha explicado también el episodio -ya admitido en el juicio- por el cual el colaborador de Gil, Óscar Escribano, manipuló una pieza y la introdujo en el cubo de lavado para que fuera descubierta. Ha admitido ya que lo hizo y ha sido condenado a un año de prisión que no cumplirá, pero él y Gil han rebajado el asunto a “una broma”. No así estos arqueólogos, a los que sobre todo molestó que Escribano continuara después del incidente trabajando con normalidad con las piezas.
Apellaniz ha descrito que el registro y control de las piezas era más bien liviano en Iruña-Veleia. Ha acusado a la codirectora, Idoia Filloy, de llevarse algunas “a casa”. Y a Gil de buscar protagonismo. “Con el plato aparecieron dos fémures de un enterramiento humano [...]. Eliseo lo primero que hizo fue llamar al museo de Arqueología para decirles que habíamos encontrado la necrópolis de Iruña-Veleia”, ha seguido. También se sugirió que, como en Pompeya, había pistas de un lupanar que no era más un termopolio. “La dirección estaba cometiendo errores de praxis arqueológica”, ha insistido en varios momentos de su declaración.
Apellaniz y otros dos colegas abandonaron a primeros de 2007 Iruña-Veleia y en 2009 llegaron a apoyar públicamente la denuncia de la Diputación de Álava, titular del yacimiento y que siempre ha considerado que los grafitos excepcionales eran falsos. El trío ha protagonizado la sesión de este miércoles en el Palacio de Justicia de Vitoria y se ha ratificado en las denuncias formuladas hace ya más de una década.
Miguel Ángel Berjón, por ejemplo, ha señalado que el método de Gil y Filloy era “minucioso” en cuanto a las extracciones pero que no contaba con garantías en la fase posterior. “Si ves en el procesamiento que antes no tienes toda la información, cambias la metodología. No te puedes permitir la licencia de que aparezca un repertorio tan grande y te lo pierdas. El volumen diario de grafitos que aparecían en el lavado era tremendo”, ha remarcado. Berjón y Apellaniz han coincidido en que, tras las primeras dudas, se instalaron cámaras en uno de los sectores para controlar la excavación. Ya no salieron piezas excepcionales, como tampoco habían aparecido previamente a 2005 en la misma zona.
Las excavaciones encontraron en la sociedad pública autonómica de ferrocarriles (Euskotren) un mecenas que aportó ayudas millonarias. Euskotren situó al lado de Gil y Filloy a Carlos Arias. “Espía” le han llegado a llamar. Los arqueólogos críticos se dirigieron a él para expresarle sus dudas y hablaron también con otros directivos de la empresa pública. El abogado de Gil ha tachado estas conductas de “deslealtad” de unos empleados hacia sus responsables. El letrado ha sido incisivo en sus interrogatorios hasta el punto de ser cortado en ocasiones por la magistrada Isabel María Díez-Pardo, quien también ha recriminado a las acusaciones que dirigiesen las respuestas de los arqueólogos.
Nuevamente, en la sala de vistas se han dado cita numerosas personas de apoyo a Gil y que defienden la veracidad de los hallazgos de Iruña-Veleia. En varios momentos se han mostrado contrariados con las afirmaciones de los testigos. La juez ha tomado la palabra para advertirles de que los aspavientos y comentarios en los juicios están prohibidos y de que podría expulsarlos. Gil se enfrente a un máximo de siete años y medio de cárcel por los delitos de estafa y daños a piezas originales del patrimonio.
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