Euskadi 'desentierra' la Guerra Civil
Desde el monte de San Pedro quizá solo se escuche el viento. Prados verdes desiertos cercados para la ganadería a un lado de su cruz; precipicio, el salto del Nervión o el pueblo de Orduña encerrado por la sierra de Salvada, al otro. Se adivinan surcos y algunos socavones en la tierra: algún día allí hubo trincheras, armas, soldados y Guerra Civil.
A día de hoy, allí siguen. De hecho, quizá sea el escenario de la Guerra Civil mejor conservado del País Vasco. Aquella cumbre fue testigo de ella, donde convivieron republicanos y franquistas separados por escasos metros. La posición, dividida entre Amurrio -Álava- y Orduña -Bizkaia-, no obtuvo protagonismo hasta que durante la Batalla de Villarreal, en diciembre de 1936, la resistencia vasca se la arrebató a los requetés tradicionalistas. Esta zona se mantuvo bajo control republicano hasta que la ofensiva fascista sobre Bizkaia, en mayo del 37, se apoderó de ella junto con aviones y maquinaria alemana e italiana. Y la UPV-EHU está desenterrando lo vivido en combate.
Queriendo de hacer hincapié en ese valor patrimonial, hace dos años, un equipo interdisciplinar de la Universidad comenzó a descubrirlo. Con un objetivo arqueológico y de socialización de esta época, se están excavando algunos recuerdos de batalla como trincheras, pozos de tirador, fortines y nidos de ametralladoras.
Los trabajos, que se desarrollan durante una veintena de días al año, buscarán también la progresiva adecuación del lugar para su visita. “Se está convirtiendo en un lugar en el que las generaciones más jóvenes podamos recordar, reinterpretar y debatir el conflicto. Es un referente donde se le puso resistencia al fascismo” cuenta el director de las excavaciones, el arqueólogo Josu Santamarina Otaola.
El lugar no es para menos: es fácil imaginar los alambres de espino, las casetas de los soldados, la tierra batida y a los hombres atrincherados en todo el escenario. La zona se conserva tal y como fue entonces, a excepción de algunas modificaciones de los ganaderos de la zona. Poco ha cambiado, también, a los alrededores: un entorno natural situado entre el parque natural del Gorbea y la sierra Salvada.
“Tras aquel pinar” explica Santamarina, refiriéndose a una colina cercana, “estaban los franquistas. Cuando el viento soplaba, los republicanos incluso podían oírles hablar desde aquí”. A unos metros hay otra cumbre: “Se llama Txibiarte. Allí estaba el batallón Bakunin, el de los anarquistas. A solo 700 metros se encontraban bandos tan contrapuestos, el 'ni dios, ni patria, ni rey' frente al 'Dios, Patria y Rey'”.
La historia de los vencedores impuesta sobre los vencidos. La cruz del propio monte tiene origen en aquella victoria franquista, aunque se le haya retirado la placa. “Se ha tirado y levantado varias veces, pero en el clásico debate de qué hacer con los símbolos franquistas, aquí han decidido que se quede”, relata Santamarina. Queriendo rendir un homenaje al otro lado de la batalla, el Gudari Eguna de 2018 fue celebrada junto a ella, recordado con una chapa y un pequeño roble. Las excavaciones también pretenden quitarle el significado que le dieron, “de forma crítica” y “visibilizar el relato de los vencidos”.
El proyecto quiso comenzar y terminar siendo de la gente: recogida de testimonios orales en la zona, vaciado documental en archivos históricos y todo un programa de socialización y divulgación científicas. “Esto no va solo de desenterrar balas: también de comprender el conflicto” relata Santamarina.
Recuerdos de guerra
En el monte, después de tres campañas de trabajo, los arqueólogos y estudiantes que trabajan excavando no han encontrado únicamente casquillos. Lo que Santamarina y su equipo desentierran no ayuda solo a reconstruir la batalla, sino precisamente a descubrir las historias de los soldados, la relación entre ellos o las vidas de quienes formaron el frente que cayó perdedor ante la historia.
La campaña de 2017, en mayo, coincidió con el 80 aniversario de la última batalla que se libró en San Pedro. “Nos centramos en los fortines, unas estructuras de hormigón” cuenta Santamarina, “y encontramos cantidades ingentes de munición de más lugares de los que habíamos contado. Países como México, Rusia, Estados Unidos... Pero también objetos más personales”.
Una cuenta que parecía de un rosario, una moneda con la cara de Alfonso XII... “Encontramos también una chapa de la cooperativa de consumo La Esperanza, de Vitoria” recuerda Santamarina. La sociedad estaba relacionada con el sindicalismo de ELA en los años 30 y, según el arqueólogo, su dueño podría haber huido de la capital alavesa al inicio de la sublevación militar. “Tenemos la posible historia de un sindicalista fugado que huyó de la represión y se pasó a luchar al frente republicano”.
El director del proyecto recuerda un “espectacular” descubrimiento: “Aparecieron fragmentos de algo muy frágil, una sustancia mezclada con barro en muy mal estado de conservación. Se adivinaba a leer alguna letra”. Se envió a restauración y el hallazgo se trató en Santiago de Compostela. “Nos dijeron que era un ejemplar del periódico Euzkadi, órgano de expresión del PNV”.
Un periódico en papel mantenido bajo tierra durante 80 años acaparó entonces la atención del equipo. Sin embargo, este podía ser anterior o posterior a la guerra. “Nos iban enviando palabras sueltas para adivinar cuál era la fecha exacta. Empezaron a aparecer algunas muy características, como 'milicianos'. Entonces supimos que hablábamos de la Guerra Civil”.
No fue hasta que aparecieron unas palabras muy concretas que dieron con su objetivo: 'catástrofe' y 'villa de Gernika'. “Tenemos un hecho histórico narrado por ese papel” relata Santamarina: “Tenía que ser posterior al bombardeo, el 26 de abril, y anterior al 19 de junio, cuando Franco cerró el diario Euzkadi. Buscábamos día a día. Al final seguimos unas palabras clave, unos nombres propios. Cuando dimos con la publicación, del 5 de mayo de 1937, supimos lo trágico de que esos nombres eran de niños y niñas heridas. Bombardeaban ciudades todos los días, y eso es lo que estaban leyendo en San Pedro”.
Desde el fin de la batalla hasta hoy
La historia se desparrama también por los alrededores. En Orduña, desde las alturas, destaca un gran edificio azul: es la escuela, pero un día fue un campo de concentración franquista. Al otro lado del monte, hay una fosa común aunque aún no se sabe dónde. “Hay un baile de cifras terrible. Se habla desde dos a 90 cuerpos, que pueden ser además los muertos de la batalla de San Pedro” cuenta Santamarina. Muchos muertos siguen desaparecidos a día de hoy.
Desde 2016 el equipo de la UPV-EHU continúa por descubrir y enseñar la zona. La tercera campaña fue planteada de una forma diferente. “El monte se quiere musealizar, porque ahora está 'abierto por obras' pero no hay paneles indicativos ni nada”. Para ello, el proyecto cuenta con un primer contacto con Gogora, el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos del Gobierno vasco. De momento, están realizando charlas, talleres y excursiones a demanda.
El equipo que trabaja en el monte está formado por tres personas dirigiendo y co-dirigiendo y una veintena de estudiantes en prácticas. “Cada uno nos dedicamos a cosas distintas, de momento las ayudas son para excavar esos veinte días al año”. Santamarina considera importante estar llevando a cabo este proyecto: “En otros sitios de España suelen poner muchos problemas cuando se habla de Guerra Civil. Una vez, el alcalde de un pueblo nos echó”.
Este proyecto es el primer trabajo específico de Arqueología de la Guerra Civil puesto en marcha por parte de la Universidad del País Vasco, financiado los ayuntamientos de Amurrio y Orduña. En enero se presentará un proyecto de musealización a Gogora para comenzar a arreglar el camino hasta el monte, colocar carteles... Y en primavera-verano se prevé continuar los trabajos, hasta que en 2020 se convierta en un lugar visitable.
Los resultados hasta el momento fueron mostrados el pasado 1 de noviembre, en una jornada de puertas abiertas que se realiza el último día de excavación cada año. Además de mostrar varios metros de trincheras -110 excavados este año-, también se ha querido explicar la “convivencia entre aquellos que compartían vida y penurias a la intemperie y bajo el silbido de las balas”.