“Las tres izquierdas vascas deben empezar a colaborar ya”
Jon Larrinaga (Gernika, 1948) fue el último secretario general de Euskadiko Ezkerra (EE) antes de la convergencia con el PSE hace justo ahora 25 años. Pese a los desengaños en la vida interna de los partidos, las peleas internas, Larrinaga rezuma política por los cuatro costados. Habla de la vivido en EE con una añoranza positiva, de lo pasado en el PSE-EE, tras la fusión, sin rencor, ni resquemor, aunque de vez en cuando censura el hecho de que el capital político que significaba EE fuera laminado orgánicamente pocos años después de esa experiencia histórica de confluencia de las izquierdas en el País Vasco. Apoyó en las primarias a Pedro Sánchez y vio con buenos ojos esa revuelta de las bases frente al aparato, las vacas sagradas y las baronías históricas del PSOE.
Economista de formación -ha trabajado durante muchos años en el BBVA- este sábado no estará en el teatro Arriaga en el acto organizado por el partido que ahora lidera Idoia Mendia para conmemorar aquella fusión con el partido que él lideraba hace 25 años. Ha colgado las botas en el PSE-EE. Definitivamente. Muy crítico con la actual dirección, la sangre política que corre por sus venas ya está alimentado su mente analítica. Con la mirada siempre puesta en Europa y los grandes retos a los que se enfrenta la UE, se le ve que está pergeñando cosas nuevas, aún sin forma: agendas políticas básicas y siempre con la izquierda -o las izquierdas de este país, para ser exactos: PSE-EE, Podemos y EH Bildu- en la cabeza. A su juicio hay mimbres para trabajar ya en ello. “Tienen que empezar a mirarse de otra manera, no de reojo. A pensar que hay que empezar ya a colaborar y, luego un día ya se verá si se converge o no se converge”, añade.
Comenzaría parafraseando aquel lema de Euskadiko Ezkerra tras la recuperación de la democracia, pero aplicándolo a la convergencia PSE-EE: '¿25 urte eta gero hau?' ('¿25 años y después esto?')
Ambos partidos gobernábamos juntos con el PNV y teníamos una situación de debilidad muy fuerte en aquella época. EE, tras la escisión, no atravesaba su mejor momento. Habíamos perdido tres diputados, pero creíamos en nuestra marca. Y aceleramos la convergencia porque las siguientes elecciones eran generales e íbamos ya muy debilitados.
¿Y por qué no funcionó ese maridaje entre abertzalismo y socialdemocracia? ¿Por qué la escisión en EE?
Los Auñamendis, tras el congreso de Leioa de 1991, en el que yo salgo elegido secretario general por Renovación Democrática con un exiguo 53% frente a un 47%, -apoyado por Juan Mari Bandrés, Mario Onaindia, Roberto Lertxundi y otros- se constituyen como una tendencia. Su proyecto era hacer una operación política con EA. Y eso generó tensiones y divisiones. Y tampoco estaba claro que fueran un sector nacionalista porque Kepa Aulestia o Xabier Gurrutxaga, referentes de esa tendencia, eran tan autonomistas como yo. Lo que pasa es que nosotros no veíamos posible esa operación política con una figura como Carlos Garaikoetxea. De hecho, aquel gobierno saltó por los aires por una moción en la que se declaraba la independencia presentada por EA en Bermeo. Y aquello afectó a la cohesión interna de EE porque unos queríamos seguir en el gobierno y otros no. Y ahí se gesta la escisión, la expulsión finalmente del sector Auñamendi y se rompe EE. Pero esa idea que se ha trasladado de que unos eran nacionalistas y otros no, la cosa no fue por ahí. Mucha gente de los 'polimilis' se quedaron en Auñamendi y muchos de EIA se quedaron en Renovación Democrática, entre ellos Mario, Juan Mari, Xabier Garmendia, Javier Olaverri, Peio Arrizabalaga...
El historiador que más ha estudiado a EE, Gaizka Fernández Soldevilla, nos decía en una entrevista que EE ponía de los nervios a Arzalluz y al PNV. Y “sacaba a la la luz la parte oscura del PNV, la que otros partidos no se atrevían a denunciar”.Gaizka Fernández Soldevilla, nos decía en una entrevista“sacaba a la la luz la parte oscura del PNV, la que otros partidos no se atrevían a denunciar”
No sé si la parte más oscura. Lo que desde luego teníamos en EE era una actitud de izquierdas diferente. Uno de nuestros grandes méritos fue por ejemplo la RGI, que la hizo suya el PNV. Una revolución en la época. También el profundo sentido ecologista del partido.
Bandrés, de hecho, como eurodiputado estaba sentado en la Eurocámara en el grupo de Los Verdes.
Efectivamente. Y hemos tenido peleas muy profunda y prolongadas por la protección de la Reserva del Urdaibai en Bizkaia. La primera Ley de Gestión de Residuos Industriales en España la hizo EE en el Gobierno vasco. Teníamos una forma de estar en la izquierda, sin duda, diferente. Y entendíamos el partido de otra manera: una formación abierta, se discutía de todo, con libertad para hablar, con unos Biltzar Tipias que duraban un día entero, donde los miembros de la Ejecutiva estaban obligados a intervenir, nada que ver con los Comités Nacionales del PSE-EE. Nosotros pertenecíamos a un partido de lealtades, había que ser leal. Pero no necesariamente fiel, fiel….con el jefe/a.
Lo que funcionó a nivel de ambas direcciones entre usted, Ramón Jáuregui, Txiki Benegas, reuniones en Madrid, no empastó en la base. ¿Fue una pura absorción, como recordaba esta semana en un artículo en este periódico Xabier Gurrutxaga, el pez grande se comió el chico? Parece que fue una entrada de cuadros y poco más.pura absorción, como recordaba esta semana en un artículo en este periódico Xabier Gurrutxaga,
Ni siquiera. De hecho, el presidente y el secretario general desaparecen pronto de la política, cosa que no parece muy razonable en una convergencia bien llevada. Yo sabía cómo era el Partido Socialista, era mi deber saberlo. Mi idea era no entrar como una corriente o tendencia organizada, pero sí entrar organizados. Porque sabía que había muchas diferencias, políticas, pero sobre todo en la forma de entender el partido, y eso era lo que más me preocupaba. Quería que hubiera cierta garantía de presencia en el partido de nuestra gente. Calculo que pudimos entrar unos 400-500 cuadros, de los 2.100 afiliados. Y lo que queríamos hacer era un partido tipo PSC catalán, una referencia para nosotros porque estaba dentro del PSOE, pero era muy catalanista, estaba muy por la construcción de la nación catalana y tenía cierta autonomía. Nosotros pedimos un plus, queríamos estar representados en la Internacional Socialista. Es verdad que todo eso se fue perdiendo poso con el tiempo.
El escritor Felipe Juaristi lo describe muy bien: “Se integraron las siglas, no el espíritu de EE”.
Está bien resumido. De hecho, lo que ha impedido que la convergencia fuera a más ha sido que orgánicamente fuimos desapareciendo. Es verdad que luego ha habido cuadros políticos en la Administración, pero no en el partido.
¿En algún momento la convergencia pudo naufragar? ¿Qué fue lo más duro?
Lo más duro era saber que había una gente muy querida para nosotros que se iba a quedar en el camino, porque no lo acababan de ver. Los Auñamendis y demás. Y EE era un partido de amigos. Y parecía que estabas haciendo algo que decepcionaba a amigos. Humanamente fue duro. Pero un momento duro para mí y para Juan Mari [Bandrés] fue cuando el lehendakari Ardanza me plantea que me tengo que ir del Gobierno porque el único parlamentario que quedaba de EE, Xabier Markiegi, se marchó al grupo mixto.
Le dejaron solo, completamente solo.
Ardanza me dijo -con lágrimas en los ojos, porque estaba muy sentido con lo que estaba haciendo- que tenía que abandonar el Gobierno. Y le respondí que lo entendía perfectamente, desde el punto de vista del parlamentarismo democrático era impecable. Ahora bien, le dije, hay un acuerdo político de tres partidos. Vais a romper el acuerdo político.
Antes de que se celebrara el Consejo de Gobierno de ese día, volví a mi despacho y le llamé a Ramón Jáuregui para decirle lo que estaba pasando. Me dijo que aguantara porque esa tarde había quedado él con Ardanza. “Yo aguanto”, le dije, “si los tuyos en el Gobierno se vienen conmigo cuando el lehendakari me muestre la puerta para abandonar el Ejecutivo. Si me dejas solo, le expliqué, yo no puedo aguantar el ridículo que supone estar en un gobierno sin un solo parlamentario de apoyo”. Y ahí no hubo respuesta por su parte. Yo tenía muchas armas en la mano, desde el punto de vista de la convergencia, ya en marcha. Y si yo ese día decido que hasta aquí hemos llegado, la convergencia se queda ahí. Pero analicé la situación fríamente y dije que, me pase lo que me pase a mí, el proyecto político está por encima de esto, aquí hay mucha gente que se cree el proyecto y está movilizada, aunque no esté yo. Yo pensé en irme a mi vida profesional, y punto.
¿Cómo vivió ese momento Bandrés?
Juan Mari sufrió mucho. Siempre apostó por la convergencia porque veía que no se podía hacer nada mejor. Y pensaba que el caudal de EE tenía que seguir fluyendo. Tenía más reticencias que yo. Si en ese momento en el que me voy del Gobierno hubiera pensado en mi pues habría dicho que aquí se revienta todo.
Durante la convergencia, EE abraza un partido debilitado en toda España como era entonces el PSOE de Felipe González, con una imagen de corrupción total, poco después estallaría el 'caso GAL' de terrorismo de Estado, ¿cómo se le quedó el cuerpo?
Esa fue una de las dificultades. Incluso nuestra gente de Renovación Democrática se preguntaba ¿con este PSOE? ¿con la que está cayendo? Yo lo que veía es que teníamos a las puertas unas generales en las que nos iban a barrer del mapa político, teníamos un riesgo altísimo de sacar en esos comicios cero diputados. Con lo cual la marca se nos iba por el sumidero. Y eso era en 1993. Y yo lo estaba viendo desde el 1992. Y lo aceleramos todo. Pero ese contexto que tú describes estaba ahí. Una de las grandes dificultades para explicar la convergencia fue precisamente la corrupción. Y el tema de los GAL, por supuesto.
Es que EE venía de los 'polimilis' y hay que recordar los discursos beligerantes de Bandrés en el Congreso por este asunto, cuando prácticamente todo el mundo callaba.
Sin duda. Tuvimos que poner en valor otras muchas cosas como la importancia de consolidar un proyecto de izquierdas que fuera potente, la idea de hacer un partido nuevo al estilo PSC, la idea, estratégica para mi, de seguir atando al PNV al autonomismo, como entonces era el Partido Nacionalista Vasco. Y la capacidad de seguir incidiendo en la evolución del PNV pensábamos que era muy importante. En esa época estábamos juntos en el Pacto de Ajuria Enea, juntos en el Gobierno, si nosotros nos consolidábamos como un partido fuerte, con iniciativa política, la iniciativa que siempre tuvo EE, eso hubiera sido otra cosa.
¿Quiere decir, por ejemplo, que el PNV nunca hubiera estado en el Pacto de Lizarra?
Yo no digo que no hubiera estado en Lizarra, pero a lo mejor no.
En estos momentos me ha venido a la cabeza su imagen en el congreso de Vitoria del PSE-EE en el que Jáuregui se va a Madrid y tomas las riendas del partido Nicolás Redondo Terreros. Usted ese domingo sale echando pestes del cónclave y diciendo a quien quisiera oír que lo que quedaba de EE había sido laminado en ese congreso.
Desaparecimos unos cuantos de la Ejecutiva y eso ya anunciaba lo que iba a pasar después en el resto de la organización. Yo creo que ahí el Partido Socialista hace una lectura absolutamente pragmática, en el peor sentido de la palabra. Hemos hecho una convergencia, estamos políticamente debilitados, hay poco para repartir, repartámoslo entre los que éramos. Y punto pelota. Y no hay que darle más vueltas a eso.
Eso casa bien con la definición que usted hace del PSE en el libro sobre la convergencia: “un partido de poder”, “era más aparato” y “donde la fidelidad contaba” apuntaba.
Así es. Y a partir de ahí, toda la representación de EE ha sido en cargos institucionales.
Hombre, no se puede negar que el Gobierno del lehendakari Patxi López recuperó a bastantes 'euskadikos'.
Sin duda, pero en el partido hemos estado completamente desaparecidos. Eso se lo comenté yo a Idoia Mendia cuando accedió al cargo: a la gente con capacidad, con valía y sobre todo si tiene una trayectoria política no solo hay que usarla en los momentos en los que se la necesita para la Administración. A esa gente hay que meterla en el partido. El partido necesita talento, conocimiento, debate, y esa gente tiene que estar ahí. Así se lo dije. Muchos de ellos para hacerse cuadros políticos y otros que ya lo son, para que den de si lo que puedan. Y eso, el PSE no lo ha sabido hacer. Ese partido cada vez se ha ido reduciendo y reduciendo, cuando llegaba una generación nueva se cargaba a la anterior, lo que hace que muchos referentes desaparezcan de la noche a la mañana, y hoy el PSE está como está: menos electorado y menos base social.
¿Por qué le pasa eso al PSE?
Pues porque es un partido que tiene un concepto de la política excesivamente restringido: la política la hacen unos pocos, las decisiones las toman quienes las tienen que tomar, a ser posible pocos, y no es un partido que se abra, ni en la Ejecutiva, ni en el Comité Nacional. Eso no casa bien con los perfiles que comentaba antes de gente con ganas de opinar, decir lo que piensan libremente, desde la lealtad. No se les puede pedir que digan lo que no piensan porque es lo que en ese momento dice el jefe.
Tal vez porque esa era la cultura política que se tenía internamente en EE.
Lo era, sin duda. Era nuestra cultura. Y para mí eso es lo que ha hecho que el PSE haya ido empobreciendo sus cuadros políticos.
¿Y qué respuesta le dio Idoia Mendia a ese planteamiento tan crítico?
La respuesta verbal es que le parecía bien lo que le contaba. La respuesta práctica ya he contado. Es una de las carencias que tiene el PSE, y seguramente las tendrán otros partidos. Pero esa cultura a la izquierda no le sirve.
La convergencia consolidó el autonomismo, según su interpretación, pero visto lo de Catalunya, ¿cree que el PNV está vacunado ya y lo del 'plan Ibarretxe' es irrepetible? ¿Será posible el acuerdo transversal para el “nuevo estatus”?
En Catalunya hay que recordar que hace unos años hubo un gobierno presidido por Maragall en el que estaba ERC, la radicalidad nacionalista catalana en aquellos tiempos. Y ese gobierno tenía una idea para Catalunya, con una iniciativa autonomista ambiciosa. Pero, además, Maragall defendía también un proyecto para España. Y eso fue capaz de hacerlo el PSC, entre otras cosas porque tenía iniciativa política y no solo pensaba en cómo encajar Catalunya en España, sino también qué España quiero para que podamos convivir. Esa era la pretensión que teníamos nosotros, pero nunca fue posible llevarla a cabo. El PSE nunca llegó a hacer eso. Y en el PNV de entonces estaban Ardanza, Juan Ramón Guevara, Iñaki Azkuna, Joseba Arregui, todos ellos profundamente autonomistas. Fue posible, pero teníamos que haber actuado de otra manera. El resultado de 14 años de colaboración entre el PNV y el PSE-EE desembocó en Lizarra. Eso fue brutal. Y lo que pasó ahí es que a la minoría radical de este país se le dio la razón. Y la culpa fue de los que se fueron a Lizarra, pero quizá algo hicimos nosotros mal también. En cuanto al “nuevo estatus” bilateral, el PNV acaba de saltarse la bilateralidad, como dice Kepa Aulestia, con el documento del gobierno sobre la Directiva del Derecho Decidir que quiere enviar a la Comisión Europea. Creo que Ibarretxe no llegó tan lejos.
Ahora parece que el PNV y el PSE-EE han entrado en un nuevo ciclo largo de acuerdos. Pero, en materia de autogobierno y nuevo estatus, lo único que han pactado es el desacuerdo. Y el último documento que ha mandado el Gobierno de Urkullu a la Comisión europea parece que lo que quiere es abrir la caja de Pandora y dar excusas a los que quieren dinamitar la UE.
Ese documento me ha sorprendido. Es disparatado y un gobierno como el nuestro no debía mandar nunca una propuesta como esa a Bruselas. Demuestra mucha ignorancia sobre lo que es la Comisión europea, entre otras cosas porque no tiene ninguna competencia para intervenir en la unidad territorial de los Estados. Pedirle a la Comisión que saque una directiva en la cual pueda quedar abierta la unidad territorial de los Estados miembros es sencillamente un disparate jurídico que no tiene ni pies ni cabeza. Y en un contexto europeo como el actual, con grandes problemas económicos -y el más importante es mantener el euro-, pero también políticos como la inmigración, el comportamiento electoral en Italia, Francia, Austria, países donde se ve que cada vez hay más voces antiinmigrantes y luego antieuropeas, si a eso le añades que aquellas 'regiones constitucionales' que quieran empeñarse en salir, les abramos la puerta para que salgan, pues contribuimos a montar un lío en Europa espectacular. Por muchas profesiones de fe europeista y federalista que se hagan en el resto del texto de esa propuesta. En un tiempo que Macron proclama en Francia que “no hay más soberanía que la europea”, reivindicar la soberanía de las regiones es cuando menos anacrónico.
El PSE lo ha enmendado y se ha abstenido en este asunto.
Sí, pero lo que debe proponer al Gobierno es que ese documento no vaya a Bruselas.
¿Diría que la política, hoy en día, se mueve más con las luces cortas que con las largas?
La política muchas veces tiene mirada corta. Los partidos miran a sus intereses electorales más inmediatos, lo cual tiene su fundamento legítimo, pero es insuficiente. Muchas veces, Juan Mari en este proceso me decía: “Jon, qué poca grandeza hay en la política”. Y es verdad, en la política española, demasiado pronto, se empezó a actuar como si la democracia estuviera consolidada. La ruptura del Pacto de Ajuria Enea fue un ejemplo de ello. Y hemos visto que lo que pensábamos que eran derechos adquiridos ha pasado una apisonadora por encima.
Hablando del futuro de la izquierda en el País Vasco. Vemos que el PSE ha entrado en lo que parece un ciclo largo de gobiernos con el PNV. Que Elkarrekin Podemos ha llegado para quedarse y que la izquierda abertzale que nunca condenó la violencia de ETA se muestra incapaz de cortar el cordón umbilical con su pasado de apoyo al terrorismo.
Las tareas que tenemos por delante: consolidar nuestro proyecto industrial y económico porque esto no está hecho.
Yo le pregunto por la izquierda y usted me habla del país.
La primera tarea de la izquierda es plantearse que la industria y la economía vascas necesitan un tipo de relaciones laborales más participativo y colaborativo, el empresario también debe cambiar y no preocuparse de esos asuntos solo cuando vienen mal dadas. Y esto lo deben abordar los sindicatos y las patronales y los partidos interiorizar este relato.
Volvamos a la izquierda.
Si la economía no funciona, la solidaridad tampoco. Y eso lo tiene que entender la izquierda. Luego está Europa, si el proyecto europeo no avanza se acabó el modelo social. Si el euro fracasa, barra libre para cada país, con una competencia desaforada. Y en esos contextos siempre pagan los débiles. Y la tercera prioridad es la desigualdad. Las novedades en el mercado de trabajo, los empleos de miseria en Europa hicieron su incursión en Alemania a principios de los 90 y ese modelo se ha ido implantando en todos los países. Esa creciente desigualdad es incompatible con la democracia. Y hay que resolverlo no solo desde las respuestas nacionales como ahora: fiscalidad, etc. Todo esto nos lo están recordando los pensionistas, las mujeres y los jóvenes también. Dada la explosión social y electoral, cada vez en más países,
creo que los partidos tienen que darle al proyecto Europa una dedicación especial.
Y ahí la izquierda, ¿qué debería hacer?
Hasta aquí he hablado de la agenda que debería estar encima de la mesa. Creo que tres izquierdas en Euskadi para todo esto es poca izquierda. Tienen que empezar a mirarse de otra manera, no de reojo. A pensar que hay que empezar ya a colaborar y, luego un día ya se verá si se converge o no se converge. Eso es importante. Sería bueno para Bildu porque sería normalizar su presencia en la política, porque Bildu se tiene aún que normalizar y adquirir el label de partido democrático que para una importante parte de la sociedad aún no tiene. Y eso le va a obligar a hacer una autocrítica muy seria de su pasado, porque sin ella es muy difícil que se normalice su presencia. Creo que Podemos debe hacer una autocrítica en el concepto de partido que parece que es y de su funcionamiento interno. Desde Vistalegre II parece más un partido leninista al estilo clásico y no un partido joven, moderno, de talante abierto. Y por ese camino, creo que no va a ningún sitio. Y aterrizar más en los problemas concretos.
¿Y el PSE?
Debe intentar conciliar su presencia en el Gobierno con mantener una iniciativa política en los temas sociales, económicos y marcar su perfil autonomista en el debate estatutario, con independencia de que esté en el Ejecutivo. El PNV, estando en el Gobierno solo o con compañía, siempre ha marcado su perfil. Incluso con el documento sobre Europa del que hablábamos antes. Además, el PSE necesita una revisión de su funcionamiento interno clarísima. Pensé que con la llegada de Pedro Sánchez se iba a producir, pero hasta ahora lo que veo es que eso no ha pasado.
¿Qué le parecieron las reflexiones de Idoia Mendia sobre los 25 años y el futuro de la izquierda aquí?las reflexiones de Idoia Mendia sobre los 25 años
En el artículo publicado en este periódico Mendia sigue reivindicando que el PSE es la casa común de la izquierda y los que vengan bienvenidos serán, y creo que eso no es así. En Euskadi hay tres partidos con estaturas diferentes, pero el PSE tiene que dejar de pensar que como es el más antiguo y con más legitimidad histórica es también el primero. Hay que mirar a lo que ha pasado en Francia, cómo han tenido que vender hasta la sede del partido y en poco tiempo. Han pasado de gobernar Francia a disolver el partido en nada. No veo ese riesgo en el PSE, ni en el PSOE, ni veo que Ciudadanos pueda ocupar ese espacio, como Macron ha hecho en Francia.
Este sábado el PSE-EE vuelve al Arriaga, donde se celebró el congreso de la convergencia. La voz de los 'euskadikos' será la de Mikel Unzalu, entonces secretario de Organización de EE. ¿No tendría que ser usted el que debería subirse al estrado ¿Usted va a acudir?
Yo no voy a estar en el acto del Arriaga y creo que EE estará bien representada.
¿Por alguna razón no va a acudir al Arriaga?
Tengo otras cosas.