Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
5J: Día Mundial de la Emergencia Climática
El 5 de junio es una fecha que a los ecologistas nos gusta destacar. Año tras año hemos ido conmemorando el Día Mundial del Medio Ambiente con diferentes iniciativas para alertar de la situación de deterioro que vive nuestro planeta y las especies que lo habitamos. Sin embargo, este año es diferente porque ya podemos afirmar con rotundidad, y con el aval de la ciencia, que estamos en una situación límite de crisis ambiental, que la casa se quema. Quizás este 2019 sea el año idóneo para plantear un cambio de denominación, para dejar atrás el Día Mundial del Medio Ambiente y acuñar un nuevo título acorde al momento: Día Mundial de la Emergencia Climática.
El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas ya afirmó con rotundidad, en un informe especial emitido a finales del pasado año, que es necesario realizar “cambios rápidos, profundos y sin precedentes” en nuestras sociedades para lograr el objetivo de no superar el calentamiento de la Tierra en +1.5ºC a finales de siglo. También, el Informe Mundial de Medioambiente de la ONU, publicado en marzo de 2019, alertó de que la contaminación del aire seguirá provocando la muerte prematura de entre 4,5 y 7 millones de personas cada año hasta 2050. Pero sin duda el dato más novedoso y desesperanzador ha sido el publicado el pasado mes de mayo en el análisis de la Plataforma Intergubernamental en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) que cifra en un millón las especies animales y vegetales en riesgo de extinción. También este informe destaca la necesidad absoluta de “un cambio transformacional rápido y profundo en la forma en que consumimos, producimos y comercializamos”.
Parece que 25 años de desarrollo sostenible no han servido para nada. Parece que todos esos mensajes que se nos han lanzado desde las administraciones para que apaguemos la luz, cerremos el grifo, desconectemos los aparatos electrónicos por las noches o separemos los residuos en nuestras casas han puesto el foco de la solución muy lejos del origen del problema. Todas estas pautas que nos han ido inculcando en los últimos decenios son necesarias, por conciencia y ética, pero manifiestamente insuficientes. De hecho, un estudio de la Universidad de Columbia de 2017 ya anunció cuáles eran las medidas personales más eficaces para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero: tener un/a hijo/a menos, vivir sin coche y reducir los vuelos transcontinentales. Estas medidas exigen profundos cambios en el estilo de vida occidental.
Pero, aún así, por muchas acciones personales que tomemos, seguirá siendo insuficiente. Porque el origen del problema se encuentra en nuestro sistema de producción y consumo que ha creado conceptos tan absurdos e insostenibles como el “usar y tirar” o la obsolescencia programada. La economía global implementada por nuestro sistema capitalista es un acelerador que nos lleva al colapso ecológico y civilizatorio. Ninguna solución que no pase por cambios rápidos, profundos y sin precedentes (como dice la ONU) en nuestro modelo económico servirá para afrontar la emergencia climática. El desarrollo sostenible es un oxímoron fundamentado en alimentar un modelo de crecimiento económico infinito (basado en la quema de combustibles fósiles causantes del calentamiento global) dentro de un planeta de recursos finitos.
Ante esta situación la gran pregunta es, ¿qué hacemos? Lo primero, buscar aliadas climáticas en todos los ámbitos de la sociedad. Es necesario sumar apoyos incondicionales del máximo número de personas posibles y de todos los campos profesionales, del mundo de la ciencia; del tercer sector; de la cultura; de las artes; de la educación; de la política; del activismo...De todas. Después llega el paso más difícil: crear una cultura hegemónica por el clima, una cultura que propicie que la mayoría social se imponga a la minoría de élites para acometer esos “cambios rápidos, profundos y sin precedentes” y ese “cambio transformacional rápido y profundo en la forma en que consumimos, producimos y comercializamos”.
Esas modificaciones han de ser desarrolladas a todos los niveles y resulta igualmente imprescindible que sean asumidas por la sociedad, que ha de emprender ese camino desde el convencimiento absoluto de que la emergencia climática es el mayor reto deesta civilización. Movimientos como Juventud por el Clima, Fridays for Future o Extinction Rebelion están marcando el camino a nivel social. Los Partidos Verdes se han convertido en la cuarta fuerza en el Parlamento Europeo convirtiéndose en alternativa al establisment político y a la extrema derecha. Hemos echado a andar. Qué mejor que este 5 de junio para sumarse a la revolución por el clima.
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