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Para convivir con más paz

Una pareja por las calles de Barcelona

Miquel Porta

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Este año el lema de la Bienal de Venecia de Arquitectura (abierta hasta el 21 de noviembre) es “¿Cómo viviremos juntos?”. Una pregunta relevante para reflexionar a placer bajo los techos artesonados del Arsenale y los exquisitos pabellones de Giardini, los dos recintos de la Bienal. Templos contemporáneos útiles para encontrar serenidad y salud ante los populismos histriónicos, más venenosos que el virus SARS-CoV-2. Serenidad saludable.

¿Cómo viviremos juntos? Se necesita un poco de paz para sentir la invitación a pensar la pregunta en paz.

Si en este segundo año de pandemia escuchamos con calma, el lema resuena especialmente inquietante o balsámico, depende del pabellón, sala o instalación de la Bienal, depende del contexto personal y social desde el que usted la visite o desde el que piense este artículo: “¿Cómo lograremos (sobre)vivir juntos?”. Alternativa ayusiana (sí, por ella): en modo sálvese quien pueda.

“¿Cómo lograremos (con)vivir?”. Al ponderar con tranquilidad estas preguntas ya vivimos cierta paz: porque las consideramos desde la intuición de que sí podremos vivir de otro modo. Porque sentimos o intuimos que ya vivimos de otro modo. Incluso en parte desde antes ya de la pandemia.

Refiriéndose explícitamente a cómo muchas comunidades, organizaciones y redes locales y globales del mundo han hecho piña durante la pandemia, Hashim Sarkis, el arquitecto y estudioso (libanés, estadounidense, ciudadano cosmopolita) que ha concebido y comisionado la Bienal, ha dicho: “Necesitamos un nuevo contrato espacial.” Un contrato que por naturaleza es parte de nuestros contratos sociales, anoto. “En el contexto de crecientes divisiones políticas y desigualdades económicas, invitamos a los arquitectos a que imaginen espacios en los que podamos vivir juntos generosamente”, comentó Sarkis al presentar su idea de Biennale. Sarkis invitó a arquitectos al igual que a artistas, técnicos, científicos, humanistas y personas de toda índole, eso está claro por doquier en la Bienal. Qué alegría, estos planteamientos. Con ellos, en Venecia podemos disfrutar de una pluralidad de cosmovisiones que es otra vacuna contra el malestar post-pandémico. Y otro de los contratos sociales en vigor. Muchos saboreamos estos logros. Es un placer personal, social, subjetivo, racional. Da algo de paz.

Pues –en buena medida de forma (in)consciente– desde 2020 ya hemos puesto en práctica muchos de esos contratos. Es una de las consecuencias positivas de la pandemia. Una de las menos apreciadas. Acuerdos sociales y cívicos, explícitos o tácitos, con nuestras familias, vecinos, compañeros de trabajo, conciudadanos. Pactos a veces personales pero con calado político y cultural. Sobre distribución y uso de los espacios en casa, en el trabajo, barrio... sobre dinero, horarios, ruidos, cuidados, higiene, aislamientos y hábitos mil... sobre ayudas, solidaridad, derechos, restricciones... Es un placer y un deber –personal, político– apreciar estos logros. Valorar cómo ya vivimos juntos con cierta paz. De otro modo.

Es un placer y un deber valorar estos logros. Apreciar que ya vivimos juntos con otra cierta frágil paz.

Visto lo visto, sufrido lo sufrido, hoy a pocos extraña y a bastantes place que esta Bienal propicie conexiones teóricas y prácticas sobre arte, arquitectura y urbanismo, ingeniería, ecología y economía, a la vez que –en muchas salas y pabellones– sobre ética, filosofía, política, educación, antropología y sí, epidemiología, salud pública y medio ambiente: en la Bienal la crisis social, la emergencia climática y las otras patologías sindémicas planetarias (pues aquí se hace difícil emplear el interesante concepto de moda, ‘bienestar planetario’) están tan presentes como la COVID-19.

Nos sienta bien encontrarnos a nosotros mismos en el arte y las humanidades, meditar en templos laicos como los de la Bienal. Por supuesto que podemos meditar en el metro o en el mar.

¿Cómo viviremos juntos? El lema de este año. ¿Cómo hacemos ya para convivir?

Cuando hace unos años cambiamos la añeja definición anglosajona de ‘salud pública’, al final de la nueva añadí: “la salud pública cuida a diario qué respiramos, bebemos y comemos, cómo trabajamos, nos movemos y convivimos”. La última palabra fue en respuesta a una intuición, y como al principio en clase no era fácil explicar su por qué – el intuitivo, simple, elemental porqué del ‘convivimos’ –, yo dejaba en el aire un espacio de silencio: entonces sentía que unos cuantos estudiantes también lo intuían, el por qué.

Esos espacios también abundan en el arte, en la comunicación genuina, cuando hay paz. Hasta que llegó la pandemia y el porqué del ‘convivimos’ quedó dramáticamente claro para buena parte de la ciudadanía. Confinamientos, mascarillas, equilibrios entre la salud, la economía, los derechos. Decisiones de salud pública. Sí, con sus aciertos y errores, la salud pública influye a diario en cómo convivimos. En casi cada sala de la Bienal ves propuestas que ayudan a lidiar con unos y otros. Pues si los errores son amargos, a veces no lo son menos los aciertos, como las restricciones a las libertades que todavía deberemos aplicar. Para (sobre)vivir. Para convivir con más paz.

Y si las palabras de Sarkis –pensadas ya antes de la pandemia– no te parecen sobradamente elocuentes, recuerda que el urbanismo es a la arquitectura lo que la epidemiología (una ciencia esencial para la salud pública) es a la medicina. De poco sirve una buena arquitecta o médica sin un buen urbanismo o una buena salud pública, respectivamente. Pues por magnífica que sea una casa, mal vivirán sus dueños en un barrio degradado. Por mucho que se cuide un individuo, de poca salud disfrutará en un ambiente social y físico injusto y contaminado. Razones de peso para la pregunta de la Biennale.

Además, el urbanismo es uno de los factores que influyen en la salud pública, la salud de todos. Y por tanto el urbanismo y la vivienda influyen en el control de la pandemia. Hoy está claro para más personas que nunca. Muchas lo han vivido en carne propia. Analogías y conexiones renovadas a cada rato en Venecia y en tantas habitaciones, casas, barrios. “¿Cómo lograremos convivir más en paz?.” Qué buena pregunta.

Ya estábamos en ello y en parte ya lo estamos logrando: convivir con más paz. Un buen contrato personal, político, artístico y ético.

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