¿Por qué lleva más de 30 años el Partido Popular gobernando la Comunidad de Madrid? Si tan mal lo hacen, ¿por qué la gente le sigue votando masivamente? Si hay tantas quejas sobre el mal funcionamiento de la sanidad y de la educación, ¿por qué la mayoría de los votantes elige la papeleta del PP en las elecciones? ¿Por qué siguen en el poder estos políticos que son unos depredadores de los servicios públicos? Muchas personas que viven fuera de Madrid se extrañan aun más. No lo comprenden. Y preguntan: ¿Qué os pasa a los madrileños?
Aunque parezca difícil de entender, tiene su explicación hasta lógica, racional y emocional. Existen razones históricas, sociológicas, demográficas, fiscales, electorales, ideológicas y políticas que explican esta situación. A continuación, voy a exponer las principales causas sobre esta cuestión compleja, que tiene muchas aristas, teniendo además en cuenta que el voto no es una decisión completamente racional y que muchos ni siquiera votan.
En primer lugar, hay que reconocer que el PP lo ha hecho muy bien (para sus objetivos) en varios aspectos, ya que ha conseguido que personas de clase media y baja voten a sus políticos por asuntos en muchos casos peregrinos, pero en contra totalmente de sus intereses. Muchos de los madrileños que el domingo introduzcan el sobre con la candidatura encabezada por Isabel Díaz Ayuso se estarán pegando un tiro en el pie, porque votarán en contra de su calidad de vida. Así de rotundo. Porque en La Moraleja no necesitan tanto de los servicios públicos ni que estos funcionen razonablemente. Por ejemplo, que te den cita en atención primaria en menos de 15 días, que no tengas que esperar nueve meses un especialista y más de un año una operación. No les es imprescindible que exista un colegio público con instalaciones dignas en vez de barracones provisionales o instalaciones que se caen por vetustas. Tampoco les urge que exista una residencia de ancianos pública donde se les atienda de manera digna. No voy a insistir más en lo que pasó en esta región en estos centros. El exconsejero Alberto Reyero ya lo ha explicado perfectamente y hasta ha escrito un libro donde aporta todo tipo de detalles.
El Partido Popular de Madrid tiene indudables dotes de mago, porque ha conseguido que políticas que sólo privilegian a unos pocos sean asumidas y votadas por la gran mayoría, aunque parezca inaudito. Envuelta en la bandera del Estado (la bandera bicolor de la monarquía), Díaz Ayuso es la nueva Manuela Malasaña contra Pedro Sánchez, los catalanes, los bilduetarras y todo aquel que ose cuestionar su virreinato de la Puerta del Sol. El nacionalismo español rancio y el madrileñismo cateto, que representa tan mal a Madrid, es su ecosistema. Los políticos del PP madrileño desde Ruiz-Gallardón, pasando por Aguirre, marquesa de las ranas, por los corruptos Granados y González, el Torquemada de las privatizaciones sanitarias que tumbó la justicia, por Fernández-Lasquetty y Cifuentes, que tuvo que dimitir por el caso del Master fraudulento y por las cremas, hasta Ayuso han basculado entre el populismo cañí, las obras públicas faraónicas, los casos de corrupción y la destrucción de lo público en beneficio de los sectores privados.
El franquismo inculcó que lo mejor eran el colegio privado y el médico de pago y el PP lo ha inoculado en gran parte de población hasta hoy. Al encargarse a conciencia de destruir los servicios públicos, el partido de derechas, nacido de las entrañas de la dictadura, ha apuntalado estas tesis clasistas. Voy a exponer un caso contundente. En el momento en que comprobé que una mujer inmigrante que trabaja en dos casas como asistenta para poder sobrevivir lleva a su hijo a la escuela concertada religiosa, con financiación pública pero funcionamiento privado, interioricé que igual nunca veré un cambio político en la Comunidad de Madrid. Al quejarse por la compra del uniforme y el precio del comedor -alrededor de un 50% más caro que en la pública, y dudo que la comida sea de mejor calidad-, le pregunté por qué lo llevaba a ese colegio. Y la respuesta fue demoledora para mí: porque quiere darle la mejor educación a su hijo. Parecía reprocharme que yo no quiero lo mejor para mi hija, que va a un colegio público. Ese es el problema, lo que ahora se llama la 'batalla cultural'. El PP en Madrid ha ganado ya la guerra ideológica y hasta el relato; una victoria lograda con el progresivo e intencionado abandono de la educación pública en favor del sistema privado y concertado.
En segundo lugar, Madrid tiene una población muy envejecida y fue repoblada tras la guerra civil por militares, funcionarios y otros adeptos al franquismo. El objetivo era castigar a la ciudad roja y resistente. Incluso Serrano Súñer barajó la posibilidad de llevarse la capitalidad a Sevilla para castigar a la ciudad del “No pasarán”. Aunque muchos piensen que eso ocurrió hace mucho, no lo es para el tiempo histórico, ya que aquí siguen los hijos y los nietos de los vencedores. Y eso se nota, y mucho. Mi barrio de Argüelles, arrasado por las bombas franquistas, era una zona de burguesía ilustrada próxima a la Ciudad Universitaria, pero se convirtió en un espacio simbólico más de La Victoria, plagado de militares y burócratas del nuevo Estado. No hay nada más que mirar el voto calle a calle, que publica este periódico tras cada proceso electoral con esos maravillosos mapas, para comprobar cómo, todavía, en los muchos edificios de militares y funcionarios vencedores se vota masivamente al PP y a Vox.
En tercer lugar, Madrid se ha llenado de ricos, no sólo por la riqueza que se genera en la ciudad -buena parte de ella fruto de su condición de capital del Estado, no se olvide-, sino porque las políticas fiscales del PP han atraído a los pudientes del país y de Latinoamérica. En algunas calles ya es común oír hablar a venezolanos, cubanos, estadounidenses de Miami que no son precisamente asistentas o chóferes que tratan de subsistir y, de sus exiguos ahorros, enviar remesas a sus familias. Muchos de esos privilegiados han conseguido el estatus de residentes gracias a que han hecho al menos una inversión inmobiliaria de más de 500.000 euros, en virtud de una política insultantemente clasista aprobada por el Gobierno de Rajoy y reforzada con medidas tributarias laxas por los gobiernos autonómico y local madrileños, lo que ha contribuido al encarecimiento sin freno de la vivienda en la capital. ¿Y qué se hace para facilitar a la población el acceso a un techo? Viviendas de protección oficial para ciudadanos de altos ingresos, a quienes acabamos financiando entre todos.
En cuarto lugar, las políticas depredadoras de los servicios públicos, que detraen recursos de la educación, sanidad y dependencia de todos para favorecer a grandes negocios de la sanidad privada -por ejemplo, la compañía Quirón-, a la escuela concertada -mayoritariamente católica- y a las empresas que controlan muchas residencias de ancianos, famosas por el horrible trato que ofrecen y por la alta mortalidad durante la pandemia del COVID-19. Entre los usuarios de la escuela concertada existen muchos ayusers, porque se les permite que, con el dinero de todos, segreguen a sus hijos de pobres e inmigrantes. Y no es una exageración: me lo han dicho con sinceridad muchos padres y, otros, de manera eufemística. Allí, con mejores instalaciones, establecen relaciones de amistad para el futuro y salen a la universidad. Si los hijos no sacan la nota para cursar los estudios deseados, o si los padres pueden permitírselo, estudiarán en una de las numerosísimas universidades privadas de la región. De este modo, no tienen contacto con “el pueblo ni con la calle”. En el parque infantil del Templo de Debod, los alumnos de los cuatro colegios concertados religiosos de la zona, algunos de tamaño similar a un centro comercial y con más de 1.000 alumnos, llaman pobres a mi hija y a sus compañeros por ir al único colegio público de 'línea uno' del barrio. Además, los diversos uniformes los distinguen de los del público, que van vestidos de ciudadanos del siglo XXI. Les parecerá una anécdota, pero es muy significativo para entender la sociedad que está creando el PP.
En quinto lugar, el fenómeno que se conoce como “la España de las piscinas”, ese modelo urbano que contribuye a deteriorar las ya escasas reservas de agua del país, también ha sido muy fomentado por las autoridades populares. El 'currito' que está hipotecado, pero tiene un adosado en cualquier municipio del extrarradio de Madrid, llega en muchos casos a creer que es un próspero propietario que comparte valores e ideas con los verdaderos ricos que viven en Pozuelo, el municipio con mayor renta de todo el Estado. Los nuevos PAUs como Las Tablas, San Chinarro y otros tantos también son ejemplo de una clase media que se identifica con ese modelo de ciudad tan estadounidense donde no existen determinados servicios públicos y se necesita al menos un coche para poder desarrollar la vida cotidiana. Estas edificaciones y esos barrios son los que ha impulsado el PP con el consiguiente beneficio para los constructores, que han contribuido en muchos casos a su financiación ilegal a través de Púnica, Gürtel o cualquiera de la estela de casos de corrupción que enlodan al PP de Madrid y a un número significativo de sus dirigentes. Este es el modelo de ciudad y de Comunidad que defienden a capa y espada el PP de Madrid y sus voceros y votantes. Más que una comunidad autónoma de España, parece cada vez más un estado más de la Unión, el Estado número 51 de los Estados Unidos de América. Ellos, que son tan españoles, con bandera en el balcón y en la muñeca, suspiran por Florida y por la cuenta bancaria en paraísos fiscales.
No sé si he conseguido explicar a los madrileños y a los ciudadanos del resto del país el porqué de las victorias aplastantes y consecutivas del PP en la Comunidad de Madrid, pero lo he intentado. Tampoco he descubierto nada nuevo bajo el sol; sólo he sistematizado las muchas causas que explican este fenómeno político, sin duda digno de estudio.