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Menos impuestos, más dolor

Colectivos y sindicatos en defensa de la sanidad pública piden la derogación de las privatizaciones.

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Lo último que vamos a sentir al morir, todo ese dolor mitigado por los cuidados paliativos, estará condicionado por unos servicios públicos sufragados por los impuestos de personas que ni siquiera se plantean para qué sirve cada euro pagado al fisco. Los cuidados que tengamos, la compasión que nos acompañe y el dolor evitado en nuestros últimos días nos serán más soportables gracias a todos esos impuestos pagados. Menos impuestos, más dolor. 

En la rotonda cerca del hospital de Fuenlabrada hay varios carteles electorales del PP de Madrid para las municipales y autonómicas en los que aparecen Isabel Díaz Ayuso y la candidata para el ayuntamiento, a la que no nombraré porque solo busca publicidad por antagonismo. El lema que aparece en los carteles es “menos impuestos”, sin necesidad de advertir más. No lo necesitan porque todo el mundo asocia que la única política del PP en Madrid es bajar los impuestos a los que más tienen y por lógica consecuencia destruir los servicios públicos al infradotarlos presupuestariamente. El cartel al lado del hospital es un jeroglífico complicado de desencriptar para muchos pero que tiene un significado claro: menos impuestos, peor sanidad.

La izquierda y los que dicen llamarse así a veces no tienen claro esta máxima de las políticas públicas y juegan en el campo enemigo. El PSOE se empeña en hacer honor a Tony Blair siendo la mejor creación de Margaret Thatcher. La hegemonía está instaurada, bajar impuestos es popular sin importar mucho qué significa hacerlo, obviando que lo que importa es a quién y para qué. La bajada del IVA a los productos de alimentación cuando de lo que se trata es de contener los precios es el ejemplo de lo que no se debe hacer en política. Es darle la razón al adversario en un tema capital en políticas públicas cuando se sabe de manera empírica que no sirve para el cometido que se busca.

Juan Lobato ha prometido bajarle el IRPF al 95% de los madrileños en un mensaje que hubiera podido firmar Isabel Díaz Ayuso: “Este 2023 vamos sin complejos y con propuestas claras y solventes, como siempre. A partir de mayo, cuando gobernemos Madrid, bajaremos el IRPF al 95% de los madrileños”. Como persona de izquierdas que cree en la redistribución de la riqueza a través de recursos públicos logrados a través de los impuestos jamás votaré a quien propone rebajarlos, porque eso supone de manera inevitable depauperar los servicios públicos. Cuando lo dice Ayuso sé que busca destrozarlos, cuando lo propone el candidato del PSOE sé que los complejos le impiden combatir un discurso falsario sobre política fiscal. 

En las elecciones de hace dos años, donde Isabel Díaz Ayuso arrasó al PSOE hasta en poblaciones que eran feudos socialistas, la gran idea de Ángel Gabilondo, o de quien le hiciera la campaña, fue la de intentar ir a por los votantes de Ciudadanos. Se suponía que iban a dejar de lado al partido del paniaguado naranja intentando emular el éxito del PSC en Cataluña, ignorando que en Madrid el votante de Ciudadanos era más de derechas que el grifo del agua fría y que jamás va a votar a la izquierda. 

En el último barómetro del Instituto de Estudios Fiscales (IEF) se ha constatado una deriva tremendamente preocupante en la percepción sobre fiscalidad e impuestos de la ciudadanía. Desde el año 2019 ha bajado ocho puntos la idea de estar “muy o bastante de acuerdo” en que Hacienda realiza una función necesaria para la sociedad y también ha aumentado en ocho puntos la de que sin pagar ningún impuesto viviríamos mejor. Es devastador para el relato progresista que tras una pandemia y una crisis que hubieran sido insoportables sin la presencia del Estado y los recursos públicos sufragados con los impuestos la percepción que gane terreno es que los impuestos son confiscatorios y solo sirven para empeorar la vida de la gente. Es triste pero tiene explicación, una izquierda timorata incrustada en el PSOE que compra el relato acientífico liberal de que la clase trabajadora viviría mejor sin impuestos cuando la realidad es que con más impuestos y más progresivos habrá más justicia social y una sociedad donde la riqueza estará más repartida. Menos impuestos, más desigualdad.

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