Los muros son una estructura que solemos asociar con la protección y la intimidad, dan forma a nuestro entorno y a nuestras ciudades, moldeando y perfilando nuestro espacio cotidiano. De hecho, es entre muros, donde desarrollamos gran parte de nuestra vida. También sirven para analizar una parte del mundo que nos rodea. Sin embargo, los muros también pueden formar parte de un sistema y de unas estructuras de violencia y desigualdad. De manera que el mundo se vuelve más inseguro para millones de personas mientras que, para otras, la implementación de estos muros pasa desapercibida o se ignora su impacto.
A pesar de la famosa caída del muro de Berlín, los muros no han dejado de ser símbolo de segregación entre comunidades. Tres décadas después de aquel derribo histórico se han levantado cada vez más murallas. Desde 1968 hasta 1989 se construyeron aproximadamente 6 muros nuevos, mientras que, desde 1989 hasta 2018 se han construido 57 muros a lo largo de fronteras entre países de todo el mundo. Estos datos nos dicen que, desde la caída del muro de Berlín, momento en que también se expandieron narrativas y discursos liberales sobre un mundo más libre y menos dividido, se han construido casi una media de dos muros por año.
Destaca el año 2015 momento en el que se produce el mayor aumento, pasando de 42 muros en 2014 a 56 en 2015, lo que representa un total de 14 muros construidos en tan sólo un año. La mitad de estos muros fueron construidos por países que son miembros de la Unión Europea, en un año, 2015, que destacó por el incremento en un 78% de personas desplazadas por la fuerza respecto a 2014. Muchas de estas personas llegaban a las puertas de Europa buscando refugio de la violencia. Europa es la segunda región que más muros ha construido con un total de 17, destacan España y Hungría con 2 muros en sus fronteras, por detrás de los países de Asia, que han construido hasta 37 muros. En Asia destacan Israel con 6 muros, e India e Irán con 3 muros cada uno. Israel es el Estado-muralla por excelencia, ya que es el país con más muros del mundo, toda una declaración de intenciones para los países vecinos, y una muestra de anexión territorial por la fuerza, en la que los muros se erigen para consolidar la expulsión.
La mayoría de los muros levantados en estos 50 años lo han sido por razones migratorias. La muestra más escalofriante, detrás del caso de los países de la UE, la encontramos en Siria. Hasta 4 países de un total de 5 han construido muros en su frontera con Siria (Israel, Turquía, Jordania e Iraq), dificultando considerablemente que las personas puedan huir de la violencia de la guerra y el terrorismo.
Los muros se erigen como infraestructuras de violencia cuando contribuyen a segregar comunidades, ayudan a ignorar la ayuda hacia el otro, aíslan y se vuelven una herramienta de control y disrupción de la vida y el movimiento. La violencia aumenta si, además, se revisten de cámaras de vigilancia, de sistemas de control biométrico, de puestos de control, de fuerzas de seguridad y ejércitos, de radares, concertinas y otros elementos de agresión y control del cuerpo del otro.
La violencia de los muros también es estructural, afectando a la vida de las personas que son segregadas por la fuerza, siendo expulsadas de los derechos y privilegios que existen al otro lado del muro, y empujándolas a tomar rutas más peligrosas y violentas. Las consecuencias de ello se visibilizan sólo a veces, cuando puntualmente son el centro del foco mediático, como está pasando estas últimas semanas en la ruta que lleva a las islas Canarias.
Así las políticas de amurallamiento desplegadas en espacios fronterizos ayudan a consolidar y legitimar la exclusión, la segregación y la opresión. Se utilizan los límites del espacio y el territorio para desarrollar un sistema de apartheid global, de exclusión y de expulsión según tu tierra de origen, de manera que se generan dinámicas de violencia a través de la geografía. Es así como los muros pierden completamente su papel protector, convirtiéndose, para muchas personas, en una auténtica infraestructura de la desigualdad y el miedo.
Ainhoa Ruiz es investigadora del Centre Delàs d’Estudis per la Pau en militarismo, militarización de las fronteras, securitización y comercio de armas.