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Un frente en red para la nueva era de partidos

La interpretación de los resultados españoles de las últimas elecciones europeas es bastante unánime. Batacazo del bipartidismo. Fulgurante ascenso del soberanismo catalán. La izquierda fragmentada empieza a soñar con tomar el poder en Madrid y Valencia. Y una gran sorpresa: los cinco eurodiputados de Podemos, ese híbrido de izquierda clásica, altermundismo y quincemayismo. El ascenso de partidos ambiguos y contradictorios como UPyD y Ciutadans acaba de desajustar un tablero político en el que la decadente Cultura de la Transición se desmorona.

Sin embargo, las lecturas izquierda-derecha o centralismo-independentismo se me antojan insuficientes. Más todavía con un 54% de abstención. Creo que existe un rincón electoral menos visible del que se pueden extraer algunas conclusiones: los tímidos resultados de la Red Ciudadana Partido X. Los medios han encumbrado con naturalidad y alivio al Podemos de Pablo Iglesias como el partido de los Indignados. Sin embargo, desde el ecosistema 15M, la propuesta partidista que primero llegó fue el Partido X. Un No Partido que se definía como un método y rehuía de los liderazgos personales. Un No Partido que reivindicaba la política participativa y copyleft (libertad de copia). Una propuesta que sedujo a muchos. “Róbanos el programa, si tu partido llega al poder y aplica nuestras ideas, nos parecerá bien”.

Pero el Partido X mutó en pocos meses. De No Partido se transformó en un partido con candidato, rostro (Hervé Falciani) y un programa (elaborado en red, eso sí). Y el proceso X, con un alto impacto en redes sociales, acabó con apenas 100.000 votos. La cifra es considerable para un nuevo partido sin recursos. Pero se queda por debajo de las expectativas de sus próprios fundadores. Sin embargo, en su tímido resultado electoral yo encuentro un visible éxito.

El Partido X ha sido un malabarista de las redes, de los memes, de las ocupaciones semánticas. Su red ha conseguido colocar en lo más alto de los Trending Topic de Twitter críticas incisivas contra políticos y banqueros. Ha ocupado los hashtags de los programas televisivos a los que no invitaban a su temido candidato Hervé Falciani. Ha erosionado la legitimidad del bipartidismo con creatividad corrosiva. El Partido X ha puesto cara, nombre y cifras a esa nebulosa lejana llamada Troika que gobierna el sur de Europa. Y ante todo ha construido una red. Y un método: wiki, abierto, transparente.

Sus errores, sin embargo, saltan a la vista con el espectacular ascenso de Podemos. Es cierto: los canales televisivos no han invitado a sus tertulias a un Hervé Falciani que habría puesto el fraude fiscal de la élite político económica sobre la mesa. Hubo incluso cientos de irregularidades en las mesas elecrtorales, en las que misterioramente desaparecían sus papeletas. Muchos exiliados, esa creciente Marea Granate, denunciaron trabas para votar en el extranjero. Pero el Partido X debería mirarse al espejo (de las calles y las redes) para ver dónde se ha equivocado.

El Partido X no ha conseguido llegar a la ciudadanía más analógica, la que todavía está pendiente de los debates televisivos. Tampoco acabó de ocupar los grandes medios de comunicación. Y fracasó, en mi opinión, en la construcción de emociones y de una nueva marea subjetiva que ahora se llama Podemos. Sin emoción, el salto de la indignación al empoderamiento en el terreno partidista es casi imposible. Y quizá el personalismo de Pablo Iglesias, en claro antagonismo a las dinámicas colectivas y sin líderes del 15M, haya sido el troyano para entrar en el sistema usando sus lógicas. Un aséptico método en red, como el del Partido X, parece insuficiente en estos tiempos convulsos, si no se mezcla con otros ingredientes.

La huída de una posición ideológica tampoco ha acabado de cuajar. Jugar a la ambigüedad, buscando el voto de los abstencionistas que no se identifican con la izquierda clásica, no se ha traducido en votos. UPyD o Ciutadans, fingiendo ser nueva política, han seducido mejor al perfil abstencionista que el Partido X. Y Podemos ha capturado voto tanto del PSOE como del posible crecimiento de Izquierda Unida. El Partido X no ha conectado con la indignación de izquierda. Y lo ha pagado caro. Puede que las estructuras y formatos de las izquierdas (sus partidos históricos, los sindicatos) estén trasnochados. Pero no sus valores. Y muchos de los que han tomado las plazas desde 2011, impregnados de la tolerancia a la diferencia del ecosistema 15M, no votarán a un partido neutral que no se moje en cuestiones ideológicas como el aborto, la Monarquía o la laicidad del Estado. El método como sustituto de la ideología no acaba, de momento, de convencer a todos.

¿Sobrevivirá la Red Ciudadana Partido X como partido? Puede ser. Pero mi sospecha es que tiene mucho futuro como sistema operativo de otros partidos. O como lobby ciudadano. O como herramienta de participación, de movilización o de vigilancia al poder. El método 15M – ese abanico de herramientas, procesos de red y construcción de soluciones colectivas a problemas comunes – rehuye la forma partido. Sin embargo, es un nuevo sistema operativo libre y participativo que hace que la sociedad se comporte de otra forma. Tal vez le haya llegado el momento a los partidos.

El PSOE ha acabado siendo un desgastado y cutre Windows, apto para grandes corporaciones, Gobiernos y las masas. El Partido Popular ha intentado funcionar con un pretencioso y seguramente falso iOS de Apple: un sistema cerrado, propietario, basado en el marketing, en la competición y en el consumo. Y Podemos – el partido que puede liderar el cambio de piel de la política – debería basarse en la lógica de Linux, el software libre surgido a partir de la colaboración entre programadores y usuarios. Sin abandonar su ideología de izquierdas, debería aprovechar el sistema operativo del Partido X y de otros como EnRed, que en silencio planean el asalto electoral en las próximas elecciones municipales. El Partido X o EnRed, como partidos, difícilmente alcanzarán resultados electorales abultados. Por lo menos a corto plazo. Pero pueden ser un indispensable sistema operativo que haga funcionar ese software llamado Podemos que mezcló táctica y colaboración, ideología y emoción. Un software que puede acabar siendo utilizado incluso por otros partidos clásicos como Izquierda Unida.

Muchos reclamarán un nuevo Frente Popular que aglutine a todas las izquierdas. Las juventudes del PSOE e Izquierda Unida lo intentarán. Pero tal vez Podemos, sin renunciar a su ideología de izquierda, consiga articular algo más complejo, innovador y revolucionario: un nuevo Frente en Red de partidos, movimientos, colectivos y redes basado en el conjunto de métodos colectivos del ecosistema 15M.