En Madrid nos levantamos cada día con un escándalo nuevo sobre la mesa. Con una noticia que hace que se nos caiga el alma a los pies. Una cascada constante de atropellos a lo público, obstáculos en nuestra vida cotidiana y fracturas del contrato social.
El repertorio es infinito. Puede tratarse de un recorte del 10% de trenes de metro en plena crisis energética, del trasvase obsceno de fondos públicos a centros privados en forma de becas para familias que cobran más de 100.000€ al año o de decenas de millones destinados a combatir la exclusión social o la violencia machista que se quedan sin gastar en un cajón, sin olvidarnos de la corte de sinvergüenzas que siempre sobrevuelan nuestras instituciones a la espera de una situación de emergencia o de shock que les permita llevarse una buena mordida. Todo esto aderezado con el ingrediente caduco de la irresponsabilidad fiscal que provoca un agujero en las cuentas madrileñas socavando aún más nuestras oportunidades de futuro y fiando todo a la suerte de unos privilegiados que vienen dopados de favores políticos. Este abanico de calamidades diario comparte algo aún más preocupante: produce una identificación mental inmediata entre el PP y Madrid.
La derecha madrileña ha ejecutado magistralmente una estrategia en las últimas décadas. Ha logrado que se asocien a Madrid todas sus prácticas corruptas, sus valores incívicos y sus comportamientos reprochables. El todo por la parte. La extensión de sus tentáculos por todo Madrid dificulta, en ocasiones, discernir y diferenciar entre ellos y Madrid, llegando a producir rubor, por qué no decirlo, cuando “Madrid” llena día sí y día también los telediarios por sus comisionistas o por sus gobernantes duchos en el arte de la crispación.
Se trata de una estrategia efectiva, eficaz y que explica parte de su éxito. Un método que solo funciona si no se encuentra a nadie en frente que cuestione esa vinculación casi automática. Hace falta dejar de agachar la cabeza y alzar la voz para reivindicar Madrid. Ya es hora de cortocircuitar esta indebida e ilegítima apropiación. Porque Madrid no son sus tropelías, su bravuconería y su cutrez. Madrid es vibrante, es espectacular, es maravillosa y hay que decirlo más a menudo.
Hoy, 2 de Mayo, día de la Comunidad de Madrid, es buen día para recordarnos que tenemos esa tarea pendiente. No regalarles ni un ápice de Madrid; ni una gota de su agua, ni una carcajada de su noche, ni un minuto de su compromiso, ni un ápice de su empatía ni un frescor del aire de su sierra, ni una migaja de su esencia más noble y generosa. Hay que decirlo con mayúsculas, nos sentimos orgullosos y orgullosas de decir, “de aquí de Madrid”, de que puedan decirlo quienes llevan toda su vida aquí o quienes acaban de llegar.
Borremos de nuestras mentes la pegajosa losa que han puesto sobre Madrid, porque Madrid engatusa y enamora pese al PP. Madrid late precioso en cada uno de sus rincones y ese latido sobrevive con la pasión de quien tiene un corazón que late precioso y lo demuestra cada vez que alguien pide ayuda. No hay que esperar para que Madrid nos erice la piel, porque ya lo hace. Y lo hace sin ruido, sin aspavientos, sin confrontar ni pedir nada a cambio. Por eso, para ganar terreno, para seguir construyendo la alternativa, toca alejar la desafección, el desencanto y el desapego. Quienes queremos, disfrutamos y redescubrimos Madrid cada día no debemos caer presos de ese terrible juego de espejos que distorsiona la imagen de Madrid.