Una aclaración de los últimos datos de empleo y paro
No es la primera vez que la coincidencia temporal de varias estadísticas que, en apariencia, miden las mismas cosas (el empleo y el paro) genera confusión porque los datos no parecen coincidir sino que muestran impresiones diferentes. En esta ocasión se producen dos hechos que 'caldean' las interpretaciones –no siempre cualificadas- al respecto: la apreciación evidente de que el crecimiento económico se ralentiza (a nivel mundial, en España y más aún en Europa) y por ello, el del empleo; y, como no, la concurrencia de unas elecciones generales en tan solo unos días. Intentemos, pues, aclarar lo que podamos las cosas.
Diferentes estadísticas, miden de forma distinta
La Encuesta de Población Activa (EPA) estima mediante cuestionarios a las familias la situación de sus miembros ante la actividad laboral (ocupados, parados o inactivos). Sin embargo, los datos de Afiliados de la Seguridad Social y del Paro Registrado son registros administrativos, obligatorio para las empresas el primero y en parte voluntario para las personas el segundo (solo obliga si se cobran prestaciones). Todo ello determina importantes diferencias en lo que se mide y en cómo se mide. La periodicidad de las mediciones tampoco coincide: trimestral para la EPA, mensual para los otros dos registros. Y finalmente, tampoco son iguales las definiciones de empleo y paro de cada una de ellas.
En cuanto al empleo, la Afiliación a la Seguridad Social es, en tanto que registro obligatorio, la medición más fiable de las personas que trabajan. Sin embargo, necesitamos la EPA para disponer de información sobre los que no lo hacen porque buscan trabajo activamente y están disponibles para trabajar, pero no lo encuentran, y sobre los que no lo están buscando o no están disponibles (inactivos). Aunque la EPA es la mayor y de las mejores encuestas que se realiza en España, solo puede medir a partir de la extrapolación de los resultados de la muestra y es en consecuencia una buena medición, pero aproximada. Junto con algunas otras diferencias más y la distinta periodicidad, esa es la razón de que sus datos y mucho más aún la magnitud de las variaciones en periodos cortos no coincidan perfectamente con los del registro de Afiliados. Hay que decir, no obstante, que varias veces se ha realizado en el INE el ejercicio de homogeneización de ambos datos y la correspondencia ha sido elevadísima.
En el caso del desempleo, sucede lo contrario. Según reconocen todos los expertos en la materia, la medición de la EPA aproxima mejor la realidad que la del Paro Registrado (PR), aparte de contar con la homologación europea e internacional, a diferencia del PR. Esto se debe a las peculiaridades de este: su carácter voluntario y que es un derivado del registro más global de Demandantes de Empleo en las Oficinas Públicas, del cual a través de criterios administrativos más vinculados con la labor de estas oficinas que con la intención de medir con rigor el desempleo (realmente no es función) se extraen algunos colectivos (y otros no) con los que se elabora esa estadística.
La tercera aclaración de interés se refiere a las diferencias y la (¿aparente?) falta de coherencia de los datos de Afiliación y de PR. Las dos estadísticas ofrecen sus datos cada mes y el mismo día, una de empleo (afiliación) y otra de paro (PR), pero sus datos no encajan con exactitud y a veces parecen contradictorios. Esto se debe a que las realidades medidas en cada registro no son perfectamente complementarias y los tiempos tampoco encajan. Las personas que pierden su empleo el último día del mes, por ejemplo, tardan unos días en ‘apuntarse al paro’, como popularmente se dice, desaparecen como Afiliados y aún no aparecen como parados.
También hay fenómenos contrarios: aparte del crecimiento mayor del PR que supone en el mes siguiente los que perdieron su empleo el último día del mes anterior, los jóvenes, pero también personas de mayor edad, que sin provenir de un empleo reciente anterior deciden buscarlo (nuevos activos), se inscriben como Demandantes de Empleo en las Oficinas del Sistema Nacional de Empleo, aumentando el número de parados sin que hayan sido bajas en la Afiliación de la Seguridad Social. En fin, hay muchos más casos, pero estos ejemplos ponen de manifiesto las razones por las que las variaciones de un registro y otro no coinciden en el tiempo.
Pero, ¿ahora en realidad qué está pasando con el empleo?
La evolución del empleo, como la de la economía y como tantas cosas en la vida, no es lineal, sino que fluctúa. Importan las tendencias más que los datos puntuales. La EPA del tercer trimestre (julio-septiembre) ha mostrado una fortísima desaceleración de la creación de empleo si se descuentas los movimientos estacionales que hacen que en verano crezca mucho el empleo y que 'despistan' en las comparaciones. Esa desaceleración se viene produciendo desde hace tres trimestres. En cambio, el reciente dato de Afiliación (mes de octubre) ha sido bastante bueno en términos igualmente desestacionalizados e indica una recuperación en ese mes del empleo.
El crecimiento de la Afiliación (una vez más, desestacionalizada) muestra durante este año la misma tendencia a desacelerarse que la EPA, sin embargo este último mes (y un poco ya el anterior) ha repuntado, y eso es algo que el dato de la EPA no ha podido captar porque octubre está fuera de su trimestre de medición. Incluso la -más leve- recuperación de la Afiliación en septiembre, aunque la EPA haya podido detectarla, habrá quedado con seguridad oculta al enfrentarse en el trimestre a los datos muy débiles de los dos meses anteriores.
En definitiva, Afiliación y EPA vienen señalando durante este año la desaceleración del empleo, como consecuencia del menor crecimiento económico español, europeo y mundial. El empleo (el dato de Afiliados de octubre) parece haber detenido su caída de la mano de algunas ramas de actividad, entre otras la Educación y algunos servicios públicos, que le han dado impulso puntual. Lamentablemente, no es posible que se pueda cambiar la tendencia de fondo del empleo hasta que no cambie la coyuntura económica. En principio, los datos apuntan a una ralentización transitoria. Nada que ver con la crisis anterior. Y aunque haya mucha incertidumbre, la desaceleración temporal no debería ser preocupante: muy poca creación de empleo durante unos trimestres. Algo pasajero, sin excesiva importancia, salvo por una cosa: lo que ha dejado sembrado la reforma laboral de 2012.
En los demás países del entorno la ralentización no supondrá destrucción de empleo, pero en España esa reforma ha facilitado la destrucción de empleo hasta tal punto que, de no cambiarse en un plazo de tiempo muy corto, tanto el enorme volumen de contratos temporales injustificados como la facilidad extrema para que las empresas respondan con despidos masivos a un debilitamiento meramente coyuntural, podrían provocar una debacle laboral que, entonces sí, podría hundir nuestra economía en una recesión.