En Gaza viven seres humanos. En este momento, es difícil mencionar siquiera este hecho. Cuando hablar de “animales” proviene incluso del –muy experimentado– ministro de Defensa, y es un tema predominante en las calles y en los estudios de televisión de Israel, resulta difícil hablar de los residentes de Gaza como seres humanos.
La verdad es que “animales” no es siquiera el termino apropiado para los crímenes cometidos por los invasores de Hamás el sábado: ningún animal comete tales actos de salvajismo como el que ellos cometieron. Aun así, Gaza es el hogar para más de dos millones de personas, cerca de la mitad de ellos descendientes de refugiados, lo que es algo para tener en mente ahora, pese a la dificultad.
Gaza está plagado con Hamás, y Hamás es una organización despreciable. Pero la mayoría de los residentes de Gaza no son así. Antes de que arrasemos y destruyamos y desarraiguemos y matemos, deberíamos tener esto en cuenta. El ajuste de cuentas debe recaer en Hamás, no en todos los gazatíes. El corazón debe estar con ellos, con independencia de la profunda solidaridad que uno tenga con las víctimas israelíes.
Debería ser posible apoyar a los habitantes del sur de Israel, recordando al mismo tiempo que en el otro lado viven seres humanos como ellos. Deberíamos poder temer por el destino de los habitantes de Gaza y distinguir entre ellos y sus dirigentes de Hamás. Debería ser posible, incluso en la atmósfera actual, hablar de Gaza en términos humanos.
Visité el sur esta semana, desde Sderot hasta Re’im, y quedé completamente horrorizado. Es imposible no estarlo. Conocí personas que pasaron por una pesadilla inolvidable y mi corazón está con ellos. Pero tampoco pude evitar pensar en que, a solo unos kilómetros de ellos, un desastre mucho mayor está azotando a los habitantes de Gaza. Las imágenes de Gaza son impactantes. Se rumorea que ya hay fósforo blanco en las calles. Pero, sobre todo, es la impotencia de las personas que no tienen a dónde huir, ni forma de proteger a sus hijos, ni dónde esconderse. En Gaza no hay refugio ni salida.
Esta semana en el sur hubo alerta roja y corríamos cada pocos minutos a una habitación segura. Las sirenas también sonaron en Tel Aviv. En Gaza no hay alerta roja, ni sirena, ni habitación segura. Hamás es el criminalmente responsable de esto, pero la población está completamente abandonada a su suerte: mujeres, niños y ancianos sin nada que los proteja de los bombardeos. Intenta imaginarlo: bombardeos implacables sin previo aviso. Bombardeos indiscriminados; como dice el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, “el énfasis está en el daño, no en la precisión”.
Es difícil imaginar el terror en Sderot. Es aún más difícil imaginar en el distrito Rimal de Gaza. No es necesario que haya una competencia sobre qué personas sufren más para reconocer que el sufrimiento de Gaza también es enorme. Durante años visite casas allí. Conocí gente honesta, valiente, decidida y con un especial sentido del humor. He documentado sufrimientos terribles en muchos lugares del mundo, pero el ánimo allí nunca decayó.
Diecisiete años de bloqueo cerraron Gaza para mí. Supongo que ha cambiado en ese tiempo. Una nueva generación nació en medio de una desesperación aun mayor. ¿Pero es posible permanecer indiferente, y en algunos casos incluso bromear, ante las imágenes de Gaza? ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo es posible olvidar que se trata de seres humanos cuyos antepasados fueron expulsados de su tierra y colocados en campos de refugiados donde permanecerían?
Fueron seres humanos a quienes Israel desposeyó y expulsó, a quienes conquistó nuevamente en su tierra de refugio y luego los convirtio en animales enjaulados. Ya han experimentado bombardeos indiscriminados antes, pero ahora lo peor de todo está por delante. Israel ya ha anunciado que esta vez se levantarán todas las restricciones que supuestamente utilizó en ataques anteriores. Sí, cientos de habitantes de Gaza han cometido crímenes atroces, una consecuencia de 17 años de bloqueo y 75 años de sufrimiento, con un pasado sangriento y sin presente ni futuro. Pero no toda Gaza tiene la culpa.
Mientras estoy sentado en la habitación segura de mi vecino en Tel Aviv, no puedo evitar pensar en mi amigo Munir, que no tiene a dónde correr desde su casa de Lakiya, ni siquiera la capacidad de correr después del derrame cerebral que sufrió. Estoy pensando en los habitantes de Gaza ahora que parece que a nadie más en el mundo le importa ya lo que les pase.
© Haaretz
https://www.haaretz.com/opinion/2023-10-12/ty-article-opinion/.premium/the-reckoning-must-be-with-hamas-not-with-all-gazans/0000018b-2020-d53b-af8b-737c1b7a0000