La ampliación del aeropuerto de El Prat de Llobregat es un proyecto que comporta un impacto muy negativo en la crisis climática y que se ha discutido mucho desde una vertiente política, económica y ambiental, pero poco se ha hablado de la repercusión que tendría en la salud y el bienestar de la ciudadanía. Como manifiesta la Declaración de emergencia climática en Barcelona, la crisis climática es la mayor amenaza para la salud de este siglo.
Recientemente y gracias a la prensa hemos podido conocer, no sin perplejidad, que, a pesar de la oposición de instituciones, organizaciones y entidades sociales y vecinales, el Gobierno del Estado y la Generalitat han llegado a un acuerdo para llevar a cabo esta ampliación.
En términos de impacto en la salud, el incremento de la contaminación del aire fruto de la propia aviación, así como del transporte motorizado para desplazarse entre aeropuerto y ciudad, puede incidir en el aumento de enfermedades cardiovasculares y respiratorias y en un aumento de la mortalidad prematura. Según Iopscience, se cuantifica en 16.000 el exceso de muertes prematuras que se producen cada año en el mundo por la exposición a partículas pequeñas (PM2,5) y al ozono atribuidas a la aviación.
También la pérdida del espacio natural de La Ricarda, justo en medio del área metropolitana, tendrá un efecto negativo sobre la salud, ya que este es un espacio proveedor de servicios ambientales a la ciudad y muy valioso en cuanto al ámbito educativo y de ocio para el bienestar físico y emocional de la ciudadanía.
Estudios recientes prevén con la ampliación un incremento de 20 millones de pasajeros, 10 millones de ellos turistas, que añadirían más presión a Barcelona, impactos en consumo de servicios y tensiones en acceso a vivienda, aspectos que afectan a la salud colectiva.
Cabe subrayar, también, que el ruido afecta negativamente a la salud. Esta ampliación e incremento de pasajeros puede generar más presión sobre el ocio y la movilidad, y agravar los problemas de ruido en la ciudad. Además, el ruido puede tener repercusiones en la salud mental, provocar trastornos en el sueño o hipertensión a las personas que vivan en los alrededores del aeropuerto.
Más allá de estos efectos, la ampliación es contradictoria con las políticas orientadas a afrontar la emergencia climática, tanto del Estado como de Cataluña, siguiendo el Acuerdo de París y los compromisos de la Unión Europea. El impacto sería el equivalente al esfuerzo que habrá hecho Barcelona en diez años de transformación sostenible con la generación de placas fotovoltaicas de energías renovables, la actualización de viviendas para mejorar su eficiencia energética, la transformación de la movilidad y la promoción de una dieta más saludable y de proximidad, entre otras medidas.
No es demasiado tarde para revocar la propuesta del aeropuerto. Como manifiesta la Declaración de emergencia climática en Barcelona, las evidencias científicas y los efectos de la crisis climática global que ya estamos sufriendo nos llevan a actuar de manera urgente y contundente. Desde los gobiernos debemos apostar firmemente por políticas de defensa del derecho a la salud. No podemos perder más tiempo si queremos construir ciudades saludables y que apuesten por la vida.