La ocupación rusa de Ucrania tiene un único responsable, Putin. Ucrania es el país agredido. El objetivo debe ser la retirada del ejército ruso y un futuro de paz para el conjunto de la sociedad ucraniana, basada en la democracia y el respeto a su pluralidad interna.
Defender esto no nos impide, a la vez, señalar las responsabilidades de otras potencias en la escalada de tensión que llevó hasta el 24 de febrero. Tampoco nos impide ver que el Estado ucraniano también ha cometido abusos en los últimos años y durante la guerra. Lo seguiremos diciendo pese a que el clima de opinión, en el Estado español y en el conjunto de la UE, se desliza hacia el pensamiento único. Cualquier matiz, cualquier explicación de fondo o cualquier duda son tergiversadas por quienes instrumentalizan la guerra para llevar el agua a su molino. El molino de la adhesión acrítica a la OTAN y la política exterior de los EEUU, del aumento del gasto militar y de la confusión geopolítica que quiere revivir la Guerra Fría.
Que el bloque occidental (EEUU, OTAN y UE) no son “los buenos” lo saben bien el conjunto de países que se abstuvieron hace un mes en la resolución de condena a Rusia en las Naciones Unidas: China, Vietnam, India, Pakistán, Bolivia, Cuba, Sudáfrica y la mayoría de Estados africanos. Un conjunto heterogéneo de países que tan solo tiene una cuestión en común: saben bien que el unilateralismo yanki es nocivo para el futuro del mundo y que tiene siniestros precedentes, incluídos los bombardeos contra civiles. Ampliar el foco y darse cuenta de esta realidad es bueno.
Por el contrario, para los que trazan la línea de buenos y malos, ciertos abusos cometidos en Ucrania desde 2014, así como la tolerancia con el neofascismo, se vuelven invisibles. Las muertes en la revuelta del Maidán, tanto las de Kiev (alrededor de un centenar) como las cuarenta y seis del brutal ataque a la Casa de los Sindicatos de Odessa, no han sido objeto de investigaciones independientes. La posterior ilegalización del Partido Comunista, en 2015, también cae en el olvido, pese a que fue el precedente de la ilegalización de otros partidos ahora durante la guerra. Entre los cuales la segunda fuerza en la Rada ucraniana, la Plataforma de Oposición - Por la Vida, una formación que se manifestó claramente contra la agresión de Putin y que expulsó al único miembro que se pronunció a favor. Sin embargo, contrasta con la tolerancia con los elementos neonazis. Si bien su presencia parlamentaria ha ido disminuyendo, siguen siendo formaciones perfectamente legales y bien integradas en el Estado ucraniano a través de los batallones de voluntarios que son parte de la Guardia Nacional. No es excepcional ver a miembros de los cuerpos policiales o del ejército ucraniano participando de vejaciones a personas, atadas a un poste. Finalmente, la solución militar contra los independentistas del Donbass, que ha incluido bombardeos de la región desde 2014, también debe obviarse para según qué propagandistas.
Por todo esto hoy no hemos querido confundirnos en un aplauso acrítico. Nos conmueven las imágenes de Bucha y las historias de los refugiados y queremos que termine esta agresión. Pero pensamos que la contribución más honesta a la paz es entender las causas de la guerra, apostar por la desescalada y no comprar el relato atlantista que siempre necesitará enemigos perfectos para darse sentido.