El pasado jueves conocimos la sentencia de la Audiencia Nacional sobre los primeros años de la trama Gürtel, con un fallo que condenó, no solo a los principales cabecillas de la trama, el extesorero Luis Bárcenas y el líder Francisco Correa, sino también al propio Partido Popular como beneficiario a título lucrativo. Un Partido Popular que ha sido condenado por gestionar durante más de 20 años una Caja B en Génova y que se convierte así, oficialmente, en el primer partido condenado por corrupción en la historia de nuestra democracia.
Los socialistas hemos venido denunciando desde hace años que la corrupción del Partido Popular es mucho más que la suma de una interminable lista de casos, es una forma de actuar; es un modus vivendi. Y ahora lo ha dicho la Justicia de forma clara y contundente: “entre el grupo Correa y el Partido Popular, se creó un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional a través de mecanismos de manipulación de la contratación pública central, autonómica y local a través de su estrecha y continua relación con influyentes militantes de dicho partido”. Fin de la cita.
Una sentencia que viene a dar la puntilla a un gobierno y a un Partido Popular que lleva demasiado tiempo incapacitado políticamente para acometer las reformas que necesita nuestro país. Y una sentencia que, además, es sólo la punta del iceberg de corrupción de un Partido Popular que, como organización, está a día de hoy presente en 5 sumarios en calidad de acusado a título lucrativo, responsable civil subsidiario y/o investigado penal por blanqueo de capitales y delito electoral.
Esta situación política y procesal del Partido Popular hace inviable la gobernabilidad, porque nuestro país no puede permitirse ver a su gobierno un día sí, y otro también, ante los tribunales. Y tras conocerse la sentencia, solo había dos salidas: o la moción de censura que hemos presentado los socialistas, o que Rajoy convocase elecciones. Lo segundo no sucedió, por tanto, sólo hay un camino: el éxito de la moción para investir presidente a Pedro Sánchez, y pasar de una vez página de esta etapa negra que para la democracia de este país han supuesto los Gobiernos de Mariano Rajoy.
El Secretario General del PSOE es el mejor candidato para pilotar el proceso de regeneración que este país necesita porque ostenta una triple legitimidad. En primer lugar, por la legitimidad de ser el líder del partido más votado de la oposición. En segundo lugar, por la legitimidad que le otorga el voto directo de la militancia que le ha elegido en dos ocasiones para liderar el Partido Socialista. Y en tercer lugar, por la legitimidad moral que le proporciona haber dimitido en su día para no investir a Mariano Rajoy.
Ya en 2015 en el debate electoral que sostuvo con Mariano Rajoy, Pedro Sánchez le dijo: “Si usted gana, el coste para la democracia es enorme porque el presidente del Gobierno debe ser una persona decente y usted no lo es”. Aquello le costó no pocos ataques y críticas. El tiempo le ha dado la razón. La degradación de la calidad de la democracia y el enorme deterioro que para las instituciones ha tenido la corrupción del PP, amparada por Rajoy, no ha dejado al PSOE otra salida que la presentación de la moción de censura con una hoja de ruta que ha dejado clara Pedro Sánchez: el consenso de las fuerzas políticas en torno a la censura a Mariano Rajoy, la recuperación de la convivencia y del normal funcionamiento de las instituciones, y dar la palabra a los ciudadanos para que decidan.
Sin embargo, más allá de candidatos, lo que se dirime este jueves y viernes es muy simple: si continúa gobernando el partido de la corrupción que está corroyendo todas nuestras instituciones, o si cerramos la nefasta etapa que ha supuesto para la democracia la presidencia de Mariano Rajoy. En definitiva, ¿Rajoy sí, o Rajoy no?, ¿corrupción sí, o corrupción no?
Ciudadanos tuvo la oportunidad de forzar elecciones en el trámite de presupuestos, pero apoyó aquellas cuentas injustas para mantener en respiración asistida a Rajoy. Su reacción de las primeras horas tras la sentencia, con mociones instrumentales, presidentes interinos, abstenciones técnicas o su propia moción, vienen a confirmar que Rivera está buscando pretextos para seguir sosteniendo a Rajoy en el poder y, con ello, la corrupción del Partido Popular.
Cabe preguntarse si Albert Rivera tiene al día su encuestómetro, o por fin va a dejar de mirar por sus intereses personales. Esperemos que así sea. Los 350 diputados y diputadas del Congreso, incluido el Sr. Rivera, lo tienen muy fácil: Corrupción, ¿sí o no?
La decisión es de sus señorías.