La tempestad de fuego y acero que ya va a hacer un año se está abatiendo sobre Ucrania, junto a la pandemia, ha provocado la irrupción de algunas verdades en Europa. La UE acaba de poner sobre la mesa su nueva estrategia industrial (“Plan Industrial del Pacto Verde: liderazgo de la industria europea con cero emisiones netas”) para afrontar las tres grandes crisis: climática, medioambiental y de biodiversidad. El pretendido liderazgo en la transformación verde se derrumba al evidenciarse nuestras carencias (energía, materias primas, tecnologías verdes y defensa) y la imposibilidad de recuperar el tiempo perdido en la transformación digital.
Nuestra fe del carbonero en la globalización, que ni EEUU y ni China han secundado, nos ha dejado a merced de otros. Los dirigentes chinos han decidido además, y con razón, contradecir la inercia de las revoluciones industriales anteriores que remitía al denominado tercer mundo a ser los proveedores de materias primas, y en la disputa por la ubicación de los nuevos empleos industriales, derivados de la transformación verde y digital, va a intentar asentarlos en su territorio, gracias a su propio desarrollo tecnológico y a sus considerables reservas estratégicas de metales raros, fundamentales para la fabricación del coche eléctrico, aerogeneradores y placas fotovoltaicas. Por otro lado, el abandono en brazos de EEUU en el plano militar, a través de la OTAN, provoca que nuestro margen de maniobra sea muy estrecho para la búsqueda de salidas prontas a la guerra de Ucrania, que nos atenaza geopolíticamente. Además nos enfrentamos a la legítima tenaza de Biden, quien por un lado invierte en reafirmar su liderazgo en la Economía Digital y por otro, con su Inflation Reduction Act (IRA,) convoca con 369.000 millones de dólares a los inversores occidentales interesados en la economía verde para que se instalen en EE UU.
Este Plan industrial que inicialmente se presenta sin dinero fresco (se nutre de reajustes a partidas ya existentes) tiene el indiscutible valor de demostrar la determinación de la Comisión de seguir avanzando a pesar del sinnúmero de dificultades propias de las transformaciones ecológicas y digitales y su correlato industrial y de empleo. Cuatro son sus pilares:
• Un entorno reglamentario predecible y simplificado para movernos en el “Net Zero”, basado en: una Ley que apoye la capacidad de fabricación y los proyectos estratégicos multinacionales; una Ley de Materias Primas Críticas, para tratar de garantizar su acceso ellas; requisitos armonizados tanto de sostenibilidad y circularidad en la contratación pública, como exigir un diseño ecológico de los nuevos productos; Una reforma del mercado de la electricidad, que la haga asequible a ciudadanos y empresas (solo un aspecto mas del Plan Verde, aunque en España el mercado eléctrico parece ocuparlo todo).
• Acceso más rápido a financiación. La Comisión se compromete a poner orden en la sopa de letras que usa para apoyar a su industria, al tiempo que llama la atención a los estados miembros que deben tener una política responsable respecto a aquello que pueden o no fabricar y financiar dentro del Pacto Verde.
• Habilidades necesarias: Entre el 35- 40 % de todos los puestos de trabajo estará afectado por las demandas de la transición ecológica, y habrá que desarrollar las capacidades que van a demandarse para los nuevos empleos. Toda una crítica a las universidades y centros de FP.
• Comercio abierto con cadenas de suministro resilientes. Se busca la cooperación mundial para que el comercio, durante la transición ecológica, funcione con arreglo a los principios de una competencia leal protegiendo el mercado único frente a las trampas en materia de subvenciones extranjeras en el sector de las tecnologías limpias (todo un mensaje ante la IRA)
Ahora ya ha pasado el momento de las grandes declaraciones, hay una estrategia definida y solo cabe ponerse a trabajar. Quedan decisiones por tomar y ya se sabe la importancia de los detalles (¿Que tecnologías?, ¿Qué responsabilidades de los estados?, ¿Qué nuevas enseñanzas planteamos a los jóvenes?, etc), pero retengamos que estamos ante una hoja de ruta en la que los empresarios recibirán miles de millones de euros de dinero público sin ningún compromiso sobre los derechos de los 25 millones de trabajadores a los que esta política industrial va a afectar; hablamos de transición justa. La Confederación de Sindicatos Europeos ha exigido compromisos que aseguren los derechos de los trabajadores, para lo que la aprobación de la taxonomía social UE conectada al Pilar de Derechos Sociales Europeos sería un buen instrumento.
En España es vital un Pacto político, al menos entre los grandes partidos, Sindicatos y Patronal para alinear nuestras inversiones, y no solo las financiadas por Next Generation, en la dirección de este Plan. A pesar del enfrentamiento y la polarización, y aunque sea machacar en hierro gélido, no dejaremos de insistir en esta necesidad.