Un aviso para navegantes
Antonio Cabrales es un catedrático de economía de la Universidad Carlos III. Se formó como economista en la Universidad de California y ha impartido docencia tanto en España como en el University College de Londres. Especialista en economía conductual, disciplina en la que ha colaborado con instituciones como la Fundación COTEC para la Innovación, es más conocido por sus intervenciones como editor y autor en el blog Nada es Gratis, por sus contribuciones en la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) y, también, por formar parte del proyecto CORE, que ha logrado reinterpretar la enseñanza de la economía en los cursos básicos y medios de muchísimas universidades. Además, Cabrales es miembro del Consejo Asesor de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, (AiREF) y ha ocupado diferentes puestos en asociaciones académicas y profesionales del mundo de la economía.
Y es, sobre todo y ante todo, una persona amable, educada, cordial en el trato y siempre dispuesta a un diálogo franco sobre los temas económicos de mayor interés. Cualquiera que haya interactuado con él en las redes sociales puede atestiguarlo. Así que al reconocimiento académico se une la simpatía personal de gran parte de la comunidad de economistas. Por eso mismo, por sus méritos y por su talante, fueron muchos los que se alegraron cuando se hizo pública su nominación como futuro miembro del Consejo del Banco de España, a propuesta -que no en representación- del Partido Popular. Un Partido Popular que lanzaba un mensaje de gran importancia con esta nominación, al proponer a una persona profesional e intelectualmente intachable, independiente a todas luces, y que ha mostrado siempre su amplitud de miras a la hora de buscar el intercambio de ideas.
Sin embargo, a las pocas horas de su nominación, se han hecho públicas sus firmas, junto con otros muchos economistas, de sendas cartas de apoyo a Clara Ponsatí y Andreu Mas Colell, ambos economistas de primer nivel, implicados directamente en el proceso independentista en Cataluña. Un apoyo que todo el mundo podría interpretar como una muestra de afecto personal y profesional, pero nunca como un aval a sus actuaciones políticas, pues si bien el afecto y el respeto profesional son privativos de cada uno, la determinación de responsabilidades legales recae sobre la administración de justicia, y ni la mayor de las excelencias académicas puede generar bula alguna sobre el cumplimiento de la ley. Lamentablemente, en el mundo en el que vivimos, lo personal es político y declarar tu respeto intelectual y tu afecto personal corre el riesgo de terminar siendo instrumentalizado, y este caso no ha sido diferente: ante la inminente oleada de presiones y de polémicas, Cabrales ha decidido renunciar a su nominación. Hasta aquí la historia.
La cuestión que nos debe ocupar es si esta simpatía personal y profesional es obstáculo alguno para desempeñar las tareas de Consejero del Banco de España, una institución independiente, cuyo mandato en nada tiene que ver con la integridad territorial de nuestro país, sino con la estabilidad financiera y monetaria, aspectos para los que Cabrales está más que cualificado. En mi opinión: no, no tiene nada que ver. Quien se puso a bucear en la vida y actividades de Antonio Cabrales buscaba en realidad cualquier cosa, esa carta o una multa sin pagar, o una queja de un vecino. Porque una vez que se entra en el ruedo público, cualquier cosa que se tenga en el armario va a ser motivo de polémica, y como aquí nadie es un ángel de luz, cualquier motivo es suficiente para la crucifixión, porque ya no depende de la entidad del hecho, sino de la capacidad de indignación de la opinión pública, que es, como sabemos, infinita. Cabrales, poco amigo de las polémicas, ha decidido no beber de ese cáliz y, de esta manera, España no contará con su talento en la institución monetaria. Todos perdemos, hasta los que han celebrado su decisión.
El mensaje para el resto de expertos independientes -que sí, los hay, porque independiente no significa neutral- es muy negativo: si aceptas entrar en la arena pública, prepárate para que saquen hasta tus notas de parvulitos. Si no tienes la piel dura para aguantar esta presión, mejor no lo intentes. El resultado de este proceso es un mecanismo de selección adversa donde la gente con más talento y más oportunidades de desarrollarse profesionalmente en el ámbito privado no tienen ningún incentivo para implicarse en los asuntos públicos y donde la lealtad cuenta más que el talento. El caso de Antonio Cabrales es un aviso para navegantes: una vez en el ruedo, ni los que te propusieron te defenderán. Luego nos quejamos por la mediocridad de nuestra vida pública. Es la que estamos construyendo entre todos y todas. Una pena.
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